Psicoanálisis con niños: enseñanzas de la práctica

Ángel Sanabria

Nos proponemos abordar la lectura del Seminario 18 de Lacan, “De un discurso que no fuera del semblante”, teniendo en la mira las cuestiones introducidas por la última enseñanza de Lacan y la clínica del parlétre.

A medio camino entre la escritura de los cuatro discursos y las fórmulas de la sexuación, este seminario se nos presenta de entrada como una pregunta dirigida al psicoanálisis mismo que es planteada, por así decir, “al pie de la letra”: “¿Es posible desde el litoral constituir un discurso que se caracterice por no estar emitido desde el semblante?”; dicho de otro modo, ¿es posible un discurso que fuera de lo real? Entonces, si no hay discurso sino del semblante, ¿cómo podría el discurso analítico tocar algo de lo real?, ¿cómo podría el psicoanálisis escapar de la “estafa”?

En el centro de esta pregunta, Lacan va a poner el agujero de la no relación sexual, como trauma de la lengua por fuera de la mitología edípica, dando un nuevo giro a la función de la letra que desembocará en los desarrollos sobre el no-todo y el goce femenino en Aún. La categoría de semblante, al juntar del mismo lado imaginario y simbólico, representa como dice Miller, “una escala en el camino hacia el nudo borromeo”, que será el modo en que Lacan intentará una nueva escritura de lo real al final de su enseñanza. Cabe entonces preguntarse de qué manera podemos orientarnos en ese litoral en el que el semblante podría engancharse a algo de lo real del goce, y no simplemente a los efectos de sentido.

Como vías de aproximación a esta pregunta, tomamos, por una parte, la referencia clínica a la psicosis y el autismo, en tanto muestran lo que ocurre cuando faltan los semblantes que harían de juntura: “La juntura da cuenta de que no todo es semblante (…) hay un real que se ubica en la falla misma de la juntura, en la hiancia entre los elementos a juntar.” (G. Stiglitz, “La juntura más íntima… y la psicosis ordinaria”); y por la otra, los testimonios de pase en tanto puede revelarnos lo que Miller llamó el borde de semblante sinthomático producido por un análisis como “punto de enganche al goce que no depende ya del Otro” (Pierre Malengreau, “Borde de semblante”).

Texto de referencia:

  • Lacan, Jacques: El Seminario Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante.

Bibliografía adicional:

  • Lacan, Jacques: El Seminario Libro 20, Aún.
  • Miller, Jacques-Alain: Sobre la naturaleza de los semblantes.
  • Varios autores: “Textos y Papers del VII Congreso de la AMP – Semblantes y síntomas”.

Inicio: 27/03/2019
Finalización: 17/07/2019
Horario:19:30 Hrs
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL Ciudad de México

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.