Biblioteca

La biblioteca de orientación lacaniana es una de las modalidades de trabajo en el campo freudiano.
Lo cual, por decir lo menos, tiene consecuencias.
Judith Miller. Le Champ Freudiene
Federación Internacional de Bibliotecas (1)

La Biblioteca de la NEL Ciudad de México aloja un acervo, un catálogo que vive en el universo del discurso (2) cuya lectura y consulta de trabajo, posibilita que las producciones que de ahí emanan, tengan una inscripción  en el discurso freudiano que es el de la orientación lacaniana y en general, en los campos de la cultura. Pero no sólo eso, también se esfuerza en ofrecer materiales desde los que se pueda hacer interlocución con campos de la ciencia a fin de promover la reflexión y preguntas hacia el interior de la vida de Escuela en un movimiento que produzca la extimidad, es decir, un movimiento envolvente que extrae del tesoro de los significantes, los precisos para hacer conversación con otros saberes, introduciéndolos a la producción de Escuela. Es así, que la Biblioteca ofrece a cualquier interés investigativo sobre el psicoanálisis, la ocasión de consultar fuentes valiosas.

La Biblioteca fue un elemento clave que Lacan dispuso para su Escuela, sabedor de cuanto pueden provocar los libros y la selección precisa y oportuna de bibliografías, cuando hay un deseo de saber y cuando se requiere una demostración desde el saber expuesto. Y si bien él mismo reconocía de qué forma lo simbólico podía desbordar las bibliotecas, también utilizó en diversos momentos de su enseñanza, la referencia a estos anaqueles donde siempre hay algo que falta en su lugar, que por el solo hecho de pertenecer al mundo de lo simbólico puede cambiar y no estar donde debiera. Es por ello que la Biblioteca que propone el Campo Freudiano es la que lleva a los sujetos más allá de eso simbólico para producir un deseo por lo que ahí falta.

La Biblioteca nos enfrenta con lo que se nos esconde a la mirada, con lo que se nos esconde al conocimiento y que sin embargo traemos pegado en la suela (3), un saber que no sabemos que sabemos pero que puede empezar a ser deseo de saber.

Desde ahí se convoca a la ciudad al debate, a la presentación de libros, a conferencias, a conversaciones, es decir, a practicar la discusión tanto a analistas como a no analistas.

Edna Gómez Murillo

(1) wapol.org/es/campo_freudiano/Template.asp?Archivo=Federacion-internacionale-des-Bibliotheques.html

(2) Lacan, J., Seminario 14, Clase del 23 de noviembre de 1966. Inédito

(3) Lacan, J., “Seminario sobre la carta robada”, Escritos 1, Siglo XXI Editores, México, 1994, p. 19

Actividades

El cine, la ciudad y el psicoanálisis

Actividades

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.