La educación cumple una función primordial en la constitución subjetiva, en tanto ofrece el marco y los recursos para que niñas, niños y jóvenes se incluyan en el orden social. La escuela supone que, en medio de las diferencias inherentes a lo humano, todos se vean implicados en algo común. Sin embargo, cada sujeto responde a la oferta educativa con las marcas singulares de su vida, por ello el proceso de enseñanza aprendizaje no es lineal, en la medida que implica tener que arreglárselas con lo que no se sabe, así como regular los excesos en el propio cuerpo y en la relación con los demás.
El acto analítico es ya una definición del análisis ya que implica o supone un acto como función de soporte en tanto, llevar el análisis (transferencia) o ser el sostén de este (interpretación), intervención que instituye un hacer analizante del activo de su causación, porque es sobre él que deben experimentarse los efectos de la palabra.
Dentro de los conceptos fundamentales del psicoanálisis el concepto de pulsión (Trieb) es –después del concepto mismo de inconsciente– tal vez el más emblemático y sin duda el que ha suscitado los mayores equívocos, comenzando por los tropiezos de su traducción a otras lenguas hasta los recurrentes intentos de reducirlo al registro de la necesidad biológica o neuroquímica.
Responsable: Aliana Santana Coordina en la NEL-CdMx: Aliana Santana Coordina en la NEL-Guatemala: Luisa Aragón
Existe el psicoanálisis puro y el psicoanálisis aplicado. ¿Dos formas de psicoanálisis? A primera vista daría esa impresión. En el Proyecto de la Declaración de los Principios de la Práctica Lacaniana reclamamos “nuevas alianzas entre el psicoanálisis puro y su forma aplicada”, advertimos que “la supervivencia del psicoanálisis depende de su capacidad de transformación, de su avance en el campo social y de su inserción en el campo institucional”, que podemos “practicar el psicoanálisis fuera del discurso analítico en sentido estricto…” Sin embargo J. A. Miller, en su conferencia dictada en Comandatuba, Brasil, señala “…salvo error de mi parte, la diferencia entre los dos psicoanálisis se halla ausente en la última enseñanza de Lacan”
La dialéctica del sujeto que el dispositivo analítico puso en movimiento no es autónoma del soporte operativo que su experiencia obtiene. Resulta entonces de la invención freudiana de su operador que una delirante discontinuidad se ejecuta en su exclusiva temporalidad. Abordaremos aquellas coordenadas de significación, resonancia y demanda que el desencadenamiento del análisis involucra. Dimensiones donde interpretación, enigma, resorte y obstáculo acogen la distinción de su fundamento. No en balde en el corazón de la «Proposición del 9 de octubre de 1967…» un significante cualquiera responderá encarnado.
La educación cumple una función primordial en la constitución subjetiva, en tanto ofrece el marco y los recursos para que niñas, niños y jóvenes se incluyan en el orden social. La escuela supone que, en medio de las diferencias inherentes a lo humano, todos se vean implicados en algo común. Sin embargo, cada sujeto responde a la oferta educativa con las marcas singulares de su vida, por ello el proceso de enseñanza aprendizaje no es lineal, en la medida que implica tener que arreglárselas con lo que no se sabe, así como regular los excesos en el propio cuerpo y en la relación con los demás.
Responsable: Aliana Santana Coordina en la NEL-CdMx: Aliana Santana Coordina en la NEL-Guatemala: Luisa Aragón
Existe el psicoanálisis puro y el psicoanálisis aplicado. ¿Dos formas de psicoanálisis? A primera vista daría esa impresión. En el Proyecto de la Declaración de los Principios de la Práctica Lacaniana reclamamos “nuevas alianzas entre el psicoanálisis puro y su forma aplicada”, advertimos que “la supervivencia del psicoanálisis depende de su capacidad de transformación, de su avance en el campo social y de su inserción en el campo institucional”, que podemos “practicar el psicoanálisis fuera del discurso analítico en sentido estricto…” Sin embargo J. A. Miller, en su conferencia dictada en Comandatuba, Brasil, señala “…salvo error de mi parte, la diferencia entre los dos psicoanálisis se halla ausente en la última enseñanza de Lacan”
Inauguramos el espacio de Seminario de Textos de la Escuela con la lectura de La fuga del sentido, curso dictado por Jacques-Alain Miller entre 1995-1996. La fuga del sentido marca el inicio de su trabajo en la última enseñanza de Lacan y señala un momento clave en el que introduce una reconsideración del estatuto de la interpretación con consecuencias tanto para la práctica como para la propia comunidad analítica.
IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX: PRESENCIAS DEL ANALISTA
TEXTO DE ORIENTACIÓN EJE: Presencias… en la ciudad y la época
Un despertar
¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?
Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en
definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.
(Jacques-Alain Miler)
Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.
Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?
Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].
Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.
En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!
Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.
Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?
[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.
[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.
[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.
[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.