La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actual

Clara María Holguín

Viviana Berger: Contamos este fin de semana con la visita de Clara María Holguín, nuestra colega de la NEL-Bogotá que hemos invitado «con mucho gusto» – como dicen en Colombia, y con quien compartiremos un fin de semana de actividades sumamente interesantes – que ya les contaré.

No puedo evitar confesar nuestro especial «contento» en el evento de hoy, nuestro «mucho gusto», por una razón muy especial. Como salta a la vista, estamos inaugurando nueva sede para la Escuela – y esto nos pone muy felices. Esta inauguración va de la mano de la presencia de una colega de nuestra misma Escuela, que nos acompaña ¡en este acto tan trascendente! – compartir las alegrías con otros amigos, haciendo lazo, siempre potencia la intensidad. Nosotros estamos muy contentos y sabemos que nuestros colegas amigos de las otras sedes y delegaciones de la Escuela, también lo están.

Voy a decir sólo unas breves palabras – porque no podemos empezar esta conferencia sin mencionar el momento que estamos atravesando.

Creo que hemos llegado a este momento gracias al deseo mancomunado de todos los que hacemos a la NEL-Mx, esto es, miembros, asociados, alumnos y amigos del psicoanálisis, que nos leen, que se acercan, que comparten actividades.

En general, la expresión es «esfuerzo mancomunado» pero para mí es «deseo mancomunado», porque cuando hay «deseo», a mi modo de ver, no hay tal «esfuerzo», en todo caso, lo que hay es una fuerza, un empuje, que nos lleva y nos hace trabajar,nuestra energía queda puesta al servicio de la causa que nos convoca y no sentimos un peso del esfuerzo, más bien, sentimos una satisfacción y una alegría por nuestro trabajo.

En esta tarea en particular, para encontrar la sede, equiparla, dejarla a punto, ha participado especialmente una comisión sumamente trabajadora, deseante, eficiente, que ha dedicado mucho de su tiempo, que lo ha hecho con entusiasmo y excelente disposición. Debo hacer una mención especial para Carolina, Rosana, Paula, Gabriel, que con el apoyo cercanísimo de Marcela han tenido mucho que ver con que hoy podamos estar todos reunidos aquí. – Ya haremos un festejo el sábado en la noche y dedicaremos un tiempo exclusivo a la ceremonia inaugural. Pero quisiera pedirles a todo un caluroso aplauso para ellos.

Entonces, la NEL ya tiene casa. Y esto es el efecto de la existencia de una comunidad analítica del Campo Freudiano en México conformada por muchos, miembros, asociados, alumnos y amigos que dan vida al psicoanálisis en la ciudad.

Para terminar, voy a tomar una frase de un control de esta semana de una sujeto que decía que su «casa era su cárcel». Me resonaba con algo que Sergio Laia también decía de su consultorio, que era «su cárcel». Para mí, en todo caso, «una cárcel» que uno elige, donde queda «encarcelada» una satisfacción que hace lazo, que permite el ejercicio de un deseo y que entonces, siendo así, – para burlar la frase misma, y también el fantasma, una cárcel que «tiene las puertas abiertas». Las puertas están abiertas.

Volviendo al encuentro que nos compete hoy, la conferencia de Clara María Holguín, «La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actual», propone una interrogación: «cómo a través de nuestra clínica podemos dirigirnos a este «otro» que no quiere ceder nada de su goce, y, por qué nuestra práctica, la del psicoanálisis, es eficaz» – una buena pregunta que, en mi opinión, nos convoca en nuestra ética.

Clara nos propone «la clínica» lacaniana, que como sabemos, se sostiene en la palabra, en lo que se dice en un psicoanálisis. Y luego, Clara nos habla de «la práctica», la nuestra, esto es el tratamiento que proponemos, de lo real por medio de lo simbólico, que decimos «eficaz» – recordaba un artículo que escribí hace un tiempo, a penas llegué a México en el que pensaba algo de esto, justamente se llamaba «El analista y la eficacia de su lectura».

La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actualLa palabra del analista, su interpretación, es una palabra eficaz, es una palabra que toca el cuerpo, que actúa sobre el goce. Entonces, a diferencia de otras clínicas, por ejemplo, de la clínica de la psiquiatría, para el psicoanálisis no hay clínica sin analista, sin la inclusión de la respuesta del analista frente al síntoma. El analista debe dar una respuesta al síntoma, y una respuesta frente a los síntomas del mundo actual.

Estamos viviendo en un tiempo de «caída» de la palabra, de lo simbólico. Decía Wacjman en uno de los útimos Lacan Quotidien: cayó el muro de Berlín, las Torres Gemelas, tenemos los cracks bancarios, las crisis que se repiten, recesiones, etc. y con ellos, la caída de los tiempos modernos, los ideales, las creencias, las ideologías. E incluso, pone en la serie al arte, que otrora nos elevaba el alma, y nos hacía olvidar las durezas de la existencia, aportando belleza a nuestros sufrimientos y que hoy día, en vez de distraernos, nos transporta al corazón de lo real y nos hace ver eso que no queremos forzosamente ver.

Entonces, la invitación es a descender, a bajar los ojos y mirar hacia abajo, de hablar de todo lo que cae, pero en todo caso, no para caer con ello, sino para capturar algunas luces que el deseo del analista es capaz de producir.

Clara Holguín: Muchísimas gracias por esta invitación que me han hecho… ¡qué mejor que estar a aquí en este momento tan especial! Realmente, creo que es del orden del «acontecimiento», tanto tiempo, tanto recorrido y algo se concreta. Sin embargo, les venía diciendo a Marcela y a Ana que, de alguna manera, era algo extraño, porque cuando uno los lee vía internet con todo el trabajo que hacen, con las páginas que tienen, con los boletines tan maravillosos del los cuales todas nuestras sedes tomamos ejemplo y tratamos de ver cómo nos aproximamos un poco a ustedes, hubiera creído realmente que tenían un local. Esto, ¿por qué se los digo? Porque realmente, hay algo que se encarna de tal manera que parecería que esto estuviera matizado de otra forma. Cuando de pronto nos dicen: «No, no tenemos local»… ¿Cómo que no tienen local?… No sé si logro transmitir algo de esto que esta más allá de este lugar, pero que sin duda también es importante – cómo hacemos este lazo con la ciudad y cómo nos inventamos estas pequeñas cosas para hacer este lazo con la ciudad y sin duda tenerlo físicamente es parte de eso.

De manera que los felicito. No quiero arrancar sin darles mis mayores felicitaciones para ustedes y seguramente esto habla de un muy buen provenir de la NEL en México ¡Felicitaciones!

Bueno, ¡qué mejor que hablar sobre la eficacia! Tengo que decir que además es una propuesta de otro, cuando hablábamos un poco como conversar sobre esta conferencia pública y mandé un primer título, Ana me devuelve diciéndome y ¿qué tal si con este planteamiento te animas a nombrarlo de esta manera y provocamos un poco a nuestro público hablando de la eficacia? Era verdad que iba a hablar de la eficacia, pero sin decirlo – claro, pero eso me comprometía un poco porque ya nombrar la palabra «eficacia» en el mundo actual era un compromiso demás con ustedes, vamos a ver, ya me dirán, si me mido, si estoy a la altura de eso.

Hablar de la orientación y eficacia de la clínica lacaniana implica necesariamente referirnos al sujeto de nuestro tiempo y las variadas formas con las que se presenta en la clínica, únicamente desde allí podremos decir algo sobre su eficacia.

De cualquier modo, hablar de la eficacia no será una tarea fácil, al menos como clásicamente se la entiende, hace apenas unos meses G. Dargenton, [1] en Bogota, habló de la eficacia como un término acuñado por el avance del mercado y la falsa ciencia, esa que pretende ligarse a la contabilidad fría de una higiene falaz, en la cual la regulación de los cuerpos sea posible, de un número, de un dato estadístico, que forme parte de una lista estandarizada del dolor de existir; sin embargo y a pesar de ello, hay que ocuparse de la eficacia sin rechazarla, dándole todo su peso en el psicoanálisis, y hará falta tomar distancia de nuestra época para ubicar sus impasses.

Dividiremos el trabajo en tres partes:

En la primera parte, haré referencia a «nuestro mundo actual», a fin de pensar el lugar que tienen los objetos en él, designaré este apartado con el título del libro de Jean Claude Milner La política de las cosas, para interrogarnos ¿cómo es esto de que somos gobernados por los objetos? Dos ejemplos me servirán para ilustrarlo; en la segunda, del NO…..al Sí y lo Real haré alusión a las implicaciones estructurales de La política de las cosas para averiguar con qué clínica nos encontramos y qué tipo de síntomas se presentan en ella; y, en la tercera, una terapéutica que no es como las demás, abordaré el tema de la eficacia ¿Cuál es la eficacia del psicoanálisis?

La política de las cosas
La política de las cosas es una referencia que tomo a partir de escuchar a Marie Hélène Brousse, psicoanalista francesa, hace un año en un Seminario en Córdoba, Argentina, «Del Ideal hacia el objeto (hablando del superyó)».

La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actualSe trata de pensar el lugar y la función que adquieren los objetos que nos ofrece la ciencia y que el mercado promueve. Pongo a consideración el primer ejemplo, también de aquél seminario, que son esos pequeños objetos, cosas útiles que nos sirven para cuidar a nuestros niños, previniendo así que se lastimen: son objetos que se encargan de que los niños no introduzcan sus dedos en los enchufes ni en las puertas mientras mamá va corriendo; evitan también que se golpeen con las esquinas de la mesas y que abran los cajones, poniendo en riesgo al niño. Desde luego, no los desaliento en su uso, pero nuestro propósito aquí es averiguar el lugar que ocupan. Entonces, el niño no se lastima, no se electrocuta, no corre riesgo, basta colocar el objeto. No se requiere de un otro que diga: ¡no haga eso!, ¡no pongas la mano allí!, ¡no abras el cajón! Se prescinde del otro que prohíbe porque allí está el objeto para cumplir con esa función.

El otro ejemplo que quiero introducir es el uso del objeto «cámara», hoy cada vez más común, se multiplican de modo frenético tanto en las instituciones educativas como en las calles; hay las que están hechas para vigilar, se encuentran por todas partes, vivimos con ellas. Y como en el caso anterior, teniendo la cámara ya no se requiere de que haya alguien que diga alguna palabra ni que prohíba, porque la cámara vigila, es un ojo que viene a sancionar e impone la prohibición. Estos aparatos se hacen presentes en las casas con la pantallas de televisión, con las computadoras y con los celulares, entre otros; de modo que se trata también de un objeto que te captura, una mirada, un ojo, atrapando los cuerpos y que empuja a la adicción, no puedes parar de mirar….ese objeto (el objeto mirada, representado por la cámara), separado del cuerpo es aquello que viene a comandar y ordenar la vida.

En el lugar del No…aparecen los Objetos (las cosas).


En el lugar del no, es decir, de una palabra que introduce la interdicción, la prohibición, aparecen los objetos que dicen: Sí. El no y la prohibición han sido sustituidas por el Sí y el objeto real.

Objetos (cosas) = Sí y lo real
___________
NO

No es necesario hablar ni decir que no, porque el objeto ya tiene esa función.

Esto no coloca al niño frente al imposible ni la interdicción sino ante su propia impotencia, porque se trata de una forma de decir que sí…Pueden tocar cualquier cosa que da igual porque nada pasa ni siquiera deben tener cuidado, nada pasará. Luego, el niño carece de cualquier idea de lo imposible o de lo prohibido, pero si vive constantemente con lo que sí puede. Como ya decía, no se trata de desestimar los objetos del mercado, sino de saber qué uso les damos.

Entonces, es la posición contraria a la prohibición. Veamos, cuando a alguien se le dice: «está prohibido pisar el prado», inmediatamente da lugar a que en otro lugar sea posible pisarlo, que haya un prado que sí se puede pisar, es decir que exista la excepción, al tiempo que se produce la posibilidad de hacer lo contrario, transgredir la orden.

Frente a la interdicción, el deseo alcanza a engancharse, pero frente a la impotencia no se consigue hacer nada…Esto no es otra cosa que el pronóstico enunciado por Lacan, años atrás, al situar el objeto en el cenit social para señalar como los objetos nos comandan.

Pasemos pues a tratar de entender qué quiere decir este movimiento que se registra en «el mundo actual». Ya no en términos fenoménicos sino estructurales.

Del No….al Sí: consecuencias clínicas.
Empecemos por el ABC. No se necesita ser psicoanalista para saber que cuando nos encontramos ante el hecho de hacernos seres sociales, civilizados e introducirnos en el mundo de la cultura: implica una pérdida. Digámoslo de modo simple, al contrario de la respuesta de los animales que frente a la necesidad encuentran el objeto de su satisfacción; para el sujeto humano, cuando requiere satisfacer un objeto de la necesidad tendrá que pasar por el lenguaje, si tiene hambre su necesidad tiene que pasar por el lenguaje (por el significante), requiere demandar, y este paso de la necesidad a la demanda implica la pérdida del objeto natural, de ahí en más el objeto faltará (será un objeto que puede o que no puede estar, es decir un objeto simbólico).

Entonces, no hay la satisfacción de la necesidad para el sujeto humano. El objeto de la satisfacción falta, y esta misma falta es la que constituye el deseo. Es por la vía del deseo que el sujeto intentará encontrar ese objeto, aunque no sea más que alucinatoriamente (fantasías, sueños), y constituyendo a ese objeto perdido en un objeto causa del deseo, que cause ese movimiento de búsqueda. Ahora bien, este encuentro del organismo con el Otro (del lenguaje) adquiere una forma particular para cada uno, fijando condiciones singulares de satisfacción para ese sujeto. Esto es lo que conocemos con Freud como la pulsión. Entonces es por la vía del Otro, del significante, que el sujeto encontrará su satisfacción, intentará recuperar algo de esa satisfacción originariamente perdida.

Bien, ¿de qué nos habla esto? Esto nos coloca claramente en la lógica del deseo y de la falta, el objeto siempre está en falta, y ésta es una lógica negativa, el objeto aparece siempre como lo que no hay…. Y frente a ello se hallan las vías posibles para recuperar algo de lo perdido (objeto a).

Esta lógica implícita en la constitución subjetiva se redobla en lo que conocemos desde Freud como el Edipo y que Lacan va a retomar bajo la metáfora paterna, la operación del Nombre del Padre, Nom du père, lo digo en francés para introducir el equívoco en juego y señalar así de lo que se trata radicalmente con esta metáfora, y no perdernos en el mito. El padre del Edipo es el padre que dice: No, por un lado, No a la madre y No al niño, y por el otro, es aquél que dice que Sí. Al tiempo que le dice al niño, «con ésta no», dice «con las otras sí», él mismo se coloca bajo la ley porque dice: con ésta sí, con las otras no.

Entonces estamos diciendo al menos tres cuestiones:

1- Que el Nom du père pone en juego a la vez el nombre y el No. Da cuenta de la nominación que introduce el nombre del padre, en su función al decir «No». Nomina, acota, pone un límite. Cuando nombramos algo, se acota, se delimita, algo toma forma y deja de causar el sinsentido. Este efecto lo tiene el nom, del nombre del padre.

2- Que el padre transmite una versión (père-version), una versión de esa mujer que es la madre, pero además, y en ese sentido, estamos diciendo también que no se trata sólo de un padre muerto.

3-Que un padre, como dice Lacan en el Seminario 18 (De un discurso que no sea semblante) «si lo que se nombra padre, el Nombre del padre, es un nombre que tiene su eficacia, precisamente porque es alguien que se levanta para responder» es decir, si el padre es eficaz lo es porque, primero, es nombrado, o sea es quien viene al lugar de ese nombre; no es que sea, sino es aquello que representa ese lugar, por eso hablamos de la función del nombre del padre. Es un semblante. Y segundo, es eficaz porque hay «alguien» que se levanta para responder, es decir hay una presencia real y libidinal que sostiene el semblante, que articula el semblante.

No se trata de un «hacer como…» sino de «estar» en el semblante, hacer pasar por lo que «se es», hay que parecerlo, hay que estar en eso que se quiere hacer ser. El semblante materializa lo real, si lo real es un referente vacío, de igual modo el semblante materializa eso real con la presencia.

Si el padre puede hacer de semblante, nombrar, entonces logrará realizar una separación con lo real, introduciendo un límite al goce. Podrá hacer las veces del lenguaje, pero para ello debe ser uno que encarne la ley. Este es el verdadero operador de la castración, que vuelve eficaz el semblante, Esto permite que haya interdicción como efecto de este padre y que conocemos clásicamente como superyó (Superyó como heredero del complejo de Edipo).

Sin embargo y con esto volvemos a nuestros ejemplos: en nuestra civilización los objetos no faltan, están sumamente presentes, dando la ilusión de que no existe lo prohibido, que todo es posible, es decir que hay goce posible. No se trata ya de la lógica de la falta ni de la pérdida, sino de la lógica que introduce el objeto: una lógica de lo que hay.

Es un No a la castración, donde no sólo no funciona el operador que introduce el límite, es decir no hay quien encarne la ley (y que es evidenciado como el declive de la función paterna) sino que además agregamos que ante este declive se evidencia la presencia de los objetos reales, lo que conmueve la relación entre real y semblante. De un lado, en este declive aparece un semblante vacío de referente y del otro, el vacío llenado con objetos. No hay quién se levante para decir: aquí estoy, antes bien en ese lugar surgen objetos que sustituyen esta ley, haciendo creer que es posible acceder al objeto y que efectivamente no falta, diríamos entonces: hacen creer que se puede acceder al goce, a la relación sexual.

Si no opera la castración, la muerte es el único principio de limitación al goce.
Entonces, fíjense, el mundo que estaba regido y organizado por lo que llamamos en psicoanálisis el régimen del Nombre del Padre implica necesariamente Uno que ordenaba diciendo lo que estaba prohibido, Uno que daba consistencia al conjunto, Uno que representaba la ley, que estaba habitado por una voluntad de castración, que dice: ¡no goces!, un Otro que interpone un No al goce. Es lo que se conoce como el goce (edípico), un goce que debe ser rechazado, debe ser prohibido, debe pasar por un No en primer término, para luego ser alcanzado, permitido y en tanto positivizado pone de manifiesto las formas estructurales del deseo: imposible, prevenido e insatisfecho. Se dice No al goce, para después enunciar un Sí de orden superior, recuperar algo de ese goce (se hace entrar el goce en la dialéctica del deseo): «es preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser atendido….». la ley del deseo, es la ley que crea el deseo por medio de la prohibición y por la negación, por lo tanto se debe dar vuelta a esta ley para tener acceso a lo que desde hace tiempo está prohibido.

La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actualHoy, con el sujeto de nuestro tiempo nos encontramos con todo lo contrario, ya no se trata de un objeto y un goce prohibido, donde la ley y la nominación tienen un efecto de corte, de separación con su malestar implícito, sino que el objeto y el goce no están prohibidos, están permitidos. Todo se puede. Conocen el slogan: anything is possible o nothing is impossible.

Antes de sacar las consecuencias de esto, debemos dar una vuelta y avanzar un poco, para acabar de comprender por qué se produce este giro.

Volvamos a esta ley. Esa ley que organiza y que nos permite vivir en comunidad, dando sentido al mundo, que organiza el mundo simbólico para el ser hablante y sus relaciones, estableciendo posibilidades de intercambio humano; es una ley, sin embargo, que no puede recubrir todo el goce, no logra acotar el goce completamente, por lo tanto algo de eso retorna bajo la forma de la demanda insaciable, que adquiere la forma de un imperativo, insensato, ciego y sin sentido. Lo que queda separado (el objeto) aparece en una repetición insaciable, como orden de muerte. Son todas las experiencias pulsionales que aparecen bajo la forma del mandato del cual el sujeto se encuentra separado y que se pone en juego en la demanda misma: ¡come! ¡No comas tanto chocolate, te enfermarás!, ¡te vas a caer!…. Son órdenes.

Entonces tenemos la ley pero también ella es destrucción. Esta ley da cuenta de la estructura del lenguaje, del imperio de lo simbólico en el ser hablante. Por estructura, el lenguaje introduce la pérdida y con ello la repetición incesante, es algo que se repite como orden de muerte. Efecto del lenguaje que podemos nombrar como efecto superyoico, que ya no funciona como prohibición, sino que ordena y pide más y más.

«Presenciamos la transformación de un orden que ya no responde ni al Uno (que ordena) y que funda la jerarquía, ni al principio de nombrar»[2], más bien, como señala E. Laurent se trata de ese «encore» que no cesa: «si uno está feliz, cómo ser más feliz aún»[3]. «Las fuerzas del ideal del yo han sido dejadas progresivamente de un lado en beneficio de un nuevo orden, que no es bueno o malo, bello o feo, verdadero o falso respecto del precedente, sino que es de hierro», como lo señalaba el psicoanalista E. Laurent[4]. Asistimos a la redefinición de la instancia del superyó.

Algo escapa a la metaforización, (en la metáfora siempre hay dos significantes, S1, S2, uno se sustituye al otro, el nombre del padre, sustituye al deseo de la madre), algo escapa a la nominación, dejando ver la otra cara en juego, que no es su cara de prohibición, sino del imperativo y que se pone en evidencia en un mundo donde no falta nada, donde no hay nada para prohibir, porque todo está permitido, no hay nada para transgredir porque como bien hemos mostrado, la ciencia y el mercado ofrecen objetos, múltiples objetos para responder.

No hay más metáfora. Hay el Uno. S1, S1, S1, unos solos.
Entonces, el mundo actual, el funcionamiento social de nuestra civilización aparece comandado por la permisividad, los objetos no faltan ni están prohibidos, lo que nos ubica más del lado del goce que del deseo.

Entonces al contrario de la clínica del deseo y de la falta (de la pérdida), donde es posible dar cuenta de las distintas formas del deseo como insatisfecho, imposible o prevenido; hoy la clínica tiene otra presentación, se trata de una clínica del goce, una clínica que tiene que ver con el goce «del» Otro, otro que dice: ¡goza! Y este es un problema, porque el Otro en cuestión (es un adelanto para nuestro seminario), no es el Otro del goce, entendido como deseo del Otro, sino que el Otro remite al cuerpo, al goce del cuerpo. Aquí se trata de una ruptura con la dialéctica (de la que hablamos arriba, donde era posible hacer entrar el goce en relación al deseo), para hablar de un goce al que se puede acceder por medio de los objetos que posibilita el mercado y la ciencia, goce que no depende de la prohibición ni de su recuperación, goce que no depende del Otro. El goce que no es del orden de la prohibición ni está articulado a la ley del deseo, es del orden del traumatismo, del choque, de la contingencia, es objeto de una fijación.

Se trata de algo más allá de la prohibición, tal como se presentifica en nuestro tiempo, como un goce positivizado, el de un cuerpo que goza. Es aquí cuando Lacan puede hablar del goce femenino, desprendido del penisneid que es una función negativa. Lo que Lacan entiende por este goce especial que está reservado a la mujer, es precisamente la parte del goce que subsiste sin sufrir la prohibición, no sufre la dialéctica, prohibición/recuperación.

Es una clínica que da cuenta de lo que ya nombramos entre nosotros (la orientación lacaniana) como la feminización del mundo, que no es que los hombres se vuelven afeminados y las mujeres masculinas. No. Se trata de la lógica femenina en términos de lo que Lacan introdujo en los años 70, como la lógica del «no todo», en comparación de lo que llamamos la lógica masculina que es la lógica del todo, del todo y la excepción. Esta feminización introduce lo que J.-A. Miller ha retomado de Lacan, en un ya famoso seminario El Otro que no existe y sus comités de ética, para señalar que la feminización es tributaria del estado actual del Otro, el Otro que no existe.

Que no quiere decir que no haya Otro, sino que el Otro existe de una forma incompleta e inconsistente. Incompletud quiere decir que no hay un significante último que termine de completar el conjunto de significantes, falta un significante. Inconsistente quiere decir que esa falta de significante se compensa porque alberga un objeto, dice Lacan, que es de otra estofa que el significante: el objeto a.

Entonces, el «no todo» y la feminización que implica el «sin límite» que son lo contrario del todo y la excepción cuyo régimen introduce el límite, el no goce absoluto, la imposibilidad. En la lógica del no todo, hay un sin límite (podría decir también no hay límite), hay una serie infinita, son los S1, S1, S1 solos, no hay forma de hacer el todo porque no hay excepción que haga un todo, por eso la lógica del no todo es tirana, porque nunca cierra.

Entonces decir que no existe el Otro, no es decir que no hay Otro, sino que es inconsistente e incompleto y en ese sentido da cuenta del fracaso mismo de los semblantes para mantener el reinado del nombre del padre, el fracaso del padre como semblante, es decir como aquello que permitía anudar lo real (goce, satisfacción) y lo simbólico, y que describimos comúnmente como el declive de la función paterna, que ya no es ordenadora del conjunto.

Caído este semblante paterno se pierde la distancia establecida por éste, es decir la diferencia que media entre este hacerse pasar por lo que se es, quedando el referente vacío (lo real) -como era el caso del padre- y lo real; es decir, si ese semblante cae nos enfrentamos a lo real, que aparece como una invitación, para decirlo del mejor modo, porque en realidad es un imperativo, a ese infinito, al no-todo, a que todo se pueda, a que no haya excepción, a hacerlo todo.

Podemos entonces preguntarnos, si lo que viene en lugar de la función de nominación ejercida por el padre, allí donde hay un verdadero declive del padre en tanto que valor metafórico y de nominación ¿es la función del superyó? Efectivamente. Se trata de la ley que no tiene otro objeto que ella misma. Y en ese sentido tiene que ver con lo femenino, porque es una ley que se origina en un mandato caprichoso que no tiene ninguna justificación para legitimarlo, una ley sin razón, sin sentido, y es importante decirlo así, porque nos permite separarnos de la idea imaginaria del superyó como algo malo, o sea emanciparlo de la figura (como señalaba MHB) de lobo malo y feroz, consecuencia del Edipo, para ubicarlo mas allá del Edipo. Esto es: del lado del objeto.

Y esto es precisamente lo que nos señala Lacan en el Seminario 18, De un Otro al otro, cuando se pregunta, ¿qué dice el padre en el ocaso del Edipo?, dice lo que dice el superyó: ¡Goza! La voz como un objeto es la concretización del goce del ser hablante.

El padre de la declinación del Edipo, dice en el mismo seminario, es un padre que no dice no, sino que dice Sí, pero no se trata del si de la autorización, que veíamos hace un momento, y que Lacan describe como el tercer tiempo del Edipo- un Sí que leíamos en términos del padre de la promesa y de la autorización porque para ello se requería del no previo; más bien se trata de un Sí que se interpreta como ¡Goza, sí, tú tienes que gozar!

La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actualNo es el padre de la metáfora paterna ni el padre del Nombre del padre, cuyo régimen es el no, sino el padre que dice sí, pero en el sentido de un sí que autoriza al goce. No tiene que ver con el significante ni con el nombrar, sino con el goce, es el padre del goce. El superyó reemplaza la función de la nominación y la metáfora, el superyó viene al lugar donde falta el poder de nombrar, atribuido a la función de autoridad.

El nombre del padre que implica la pérdida y la castración se sustituye por una función absoluta (Seminario 16), ahí se habla del superyó en términos de función: a ese nombre del padre se sustituye una función que es la de «nombrar para», y agrega, ser nombrado para algo, he aquí lo que despunta en un orden que se ve efectivamente sustituir al nombre del padre, «Salvo que aquí, (agrega Lacan, con la sustitución del nombrar para) la madre se basta por si sola para designar su proyecto y para indicar el camino».

Es una promesa de la madre sola con el niño. Este «nombrar para» implica el uso y no el nombre, es un poder de lo real mayor que el poder del significante.

Entonces para concluir:

«Las modificaciones del orden simbólico de hoy, que van desde la fragmentación del Nombre del Padre, y el avance del orden social de hierro, que se concretiza por el auge de los protocolos cognitivistas y el reemplazo de nombre propio por la función, «nombrar para» hasta la multiplicación de los modos de goce como nominación identificadora[5], deja abierta la pregunta sobre el modo actual de anudamiento[6] esto es, sobre el modo en que incide este orden de hierro en la constitución subjetiva.

Veamos la diferencia. Cuando el simbólico estaba regido por el Nombre del Padre e incluso, por la función de nominación, el malestar aparecía ligado a la interdicción del goce y en ese sentido estaba articulado a la falta. El objeto aparecía bajo la forma de «lo que no hay», confrontándonos con un menos de goce, que por supuesto no impide desear y transgredir para acceder a él. La interdicción del goce responde al deseo del Otro, un Otro habitado por una voluntad de castración, que dice «no goces». Es Otro que interpone un No al goce.

Hoy, al contrario, el funcionamiento social de nuestra civilización aparece comandado por la permisividad, los objetos no faltan ni están prohibidos; lo que nos ubica más del lado del goce que del deseo. Hoy, cuando el mundo ha dejado de tener como punto de capitón el Nombre del Padre, aparece no la faz interdicta del superyó, sino su cara exigente, la ley del hierro que exige gozar y gozar cada vez más. Como lo señala M. H. Brousse «se trata de la promoción del imperativo de satisfacción como regla de la civilización, al estilo del slogan del capitalismo: «dos por uno», «más cosas por menos dinero», «más para más gente»; se rechaza todo efecto de división subjetiva y la anulación de la pérdida, que se suple con la multiplicación de objetos. La vejez, el sufrimiento o la muerte, tienen como respuesta la cirugía, el medicamento o cualquier tipo de gadget».

El superyó viene al lugar de la función de nominación ejercida por el padre. Allí donde falta esa función aparece la voz, la voz que pide más. Mandato insensato que se reduce a una voz que ordena ¡¡Gozar!! ¡tú tienes que gozar! frente a lo que el sujeto obedece dócilmente.

Gadgets (letosas) que llenan el cielo y que dejan al sujeto impotente frente al imposible de alcanzar todo, producen hoy lo que conocemos como la clínica de las adicciones generalizadas. A las adicciones tradicionales – a los tóxicos, a las drogas, al alcohol, al juego- hay que añadir la adicción a internet, los compradores compulsivos, el sexo, el chat, que bien nombramos como work-adict, sex-adicts, shopping-adict, entre otros.

En la sociedad actual todo deviene adictivo, produciendo correlativamente otro síntoma no poco conocido, la depresión, efecto de la imposibilidad de sostener el imperativo de la nueva ciencia de la felicidad, que propone tener lo que el otro tiene. La felicidad ha pasado a ser un nuevo objeto de consumo.

A esto agreguemos, sin temor a equivocarnos, las perversiones como un lazo con el otro, que describe claramente los nuevos desórdenes. «La sexualidad hoy declara sus prácticas sin represión en el Otro y se afirma en un polimorfismo, de modo que para la mayoría, la vida sexual esta liberada de los lazos sociales tradicionales que la contenían: todo el mundo se acuesta con todo el mundo».[7]

Describimos descarnadamente esta «aspiración de un mundo sin real, donde se impone la satisfacción del deseo en lugar del deseo porque «ya nada es imposible».

La oferta desmedida de la ciencia y el capitalismo responden inventando más y nuevos objetos. Estos objetos no son los objetos de la fantasía, son objetos que se vuelven reales. Las cosas toman el lugar antes ocupado por los valores y las pasiones. Allí donde antes están los ideales como lo que ordenaba el mundo, ahora aparecen los objetos de «consumo» como los amos del sujeto y de la época. Es «la política de las cosas», ficción de una época que no requiere de la palabra.

Las adicciones de todo tipo, señalaba hace poco en la presentación del próximo PIPOL: «los trastornos dis (lexia, grafía calculia, ortografia…), los trastornos hiper (sexualidad, actividad), los trastornos de la adaptación, de la personalidad antisocial, los superdotados… todos estos trastornos hipermodernos testimonian de la elevación al cenit de un goce que no se reabsorbe en la estructura. Estamos siempre en el demasiado. Demasiado consumo, demasiada agitación, demasiada inteligencia, demasiado anti, demasiado placer… Esta pérdida de la medida testimonia de cuánto el falo ha perdido su vigor. Notemos que los nombres dados a estas comunidades de seres-hablantes hiper o dis son intentos de clasificar a los sujetos, no a partir de sus construcciones simbólicas, sino a partir del goce que los congrega. Esta necesidad de tomar las cosas por el extremo del goce no escapa evidentemente al psicoanálisis de orientación lacaniana. Pero éste opera en sentido inverso: apunta en cada uno a aquello que del goce les es absolutamente singular, sin ninguna medida común con el goce de ningún otro. Llevando hasta el final las consecuencias del Uno solo, diremos que hay tantas clases como casos.

Eficacia: una terapéutica que no es como las otras.
-El Inconsciente es el discurso del Otro: leer la época, interpretarla. A partir de eso un saber hacer en la clínica que responde a este discurso del Otro, pero –como decíamos- manteniendo una distancia con respecto a él, «siendo anacrónicos».

-El discurso del amo converge con el discurso analítico. Una formación para el analista que le permite saber sobre la inconsistencia del Otro, es saber hacer con eso e inventar un saber hacer ahí, por lo tanto, ocupando ese lugar estará advertido de que allí en el Otro no hay nada, y que los objetos que intentan suplir, no son más que formas de hacer existir la relación sexual. Siempre que el psicoanalista emprenda su tarea a partir de la inconsistencia, a fin de hacer deconsistir al Otro desde luego no sin el semblante, estará advertido de que no puede acercarse a ese real si no es por esa vía, haciendo uso del semblante que se encarne vía la palabra pero también el cuerpo; ya que sabe que en la palabra, el lenguaje causa el goce y que el goce está en el bla, bla, bla. Así pues la presencia del psicoanálisis en el mundo ya sea una oferta o bien una apuesta para el tratamiento de la inconsistencia del Otro deberá ser distinta a aquella que impera en los impasses de nuestra civilización.

-La nominación como una manera de rebajar el poder del superyó, poniendo en el lugar de la voz, el objeto, pero no como objeto de goce, sino objeto como causa de deseo, un deseo nombrado, esto no quiere decir que deje de ser inconsciente, es decir no deja de ser real.

La clínica lacaniana: su orientación y eficacia en el mundo actual-No a lo universal. NO a la homogenización. Es la demanda del Otro contemporáneo, la tarea del psicoanálisis se diferencia de otras psicoterapias porque opera en la vía de hallar la singularidad.

-Encarnar un deseo vivo. La eficacia del analista en su quehacer se produce precisamente porque es quien se levanta para responder, ser nombrado como analista es poder ocupar el lugar del semblante de la mejor manera (que implica también haberlos dejado caer), es decir hay una presencia real y libidinal que sostiene el semblante, que lo articula. Pensémoslo, como decía arriba: No se trata de hacer como… sino de estar en el semblante, hacerse pasar por lo que en realidad se es, hay que parecerlo, hay que estar en eso que se quiere hacer ser. El semblante materializa lo real, si lo real es un referente vacío, igual el semblante materializa eso real con la presencia. Por eso no hablamos de un psicoanálisis por internet, ya que se requiere de poner el cuerpo tanto del sujeto como del analista.

-El psicoanálisis es eficaz porque se orienta hacia lo real. Hacia el goce. Y esto quiere decir que toma al síntoma como aquello que da cuenta de la invención del sujeto frente al encuentro con ese goce, no se trata de un déficit ni de algo que hay que compensar como tampoco reparar; en cambio, el síntoma como invención, como dice Stiglitz, es una producción del sujeto a partir de los restos con los que cuenta y que le sirven para algo. Esa solución construida con lo que se oyó y con lo que quedo de las palabras del Otro, si bien puede causar malestar e insatisfacción es una solución que no hubiera sido la mejor, habría quizás una peor. Dicha invención que además de producir menos malestar al sujeto es causa también de cierta satisfacción.

-La clínica psicoanalítica anuda el cuerpo y el goce, por un lado, y por otro lado, la palabra que viene del Otro que incluye la interpretación. El anudamiento entre ambas dimensiones constituye la posibilidad del psicoanálisis. La clínica, reafirmó Graciela Brodsky, no es la práctica del psicoanálisis, sino el saber, la elucubración de saber que se extrae de la práctica. Y la clínica psicoanalítica se define por la inclusión de la respuesta del analista frente al síntoma; es en ello que se distingue radicalmente de la clínica psiquiátrica o cualquier otra clínica. Se trata de dar a los cuerpos un destino distinto del marcado por la bilogía y por las clasificaciones. Un destino singular en el que la responsabilidad subjetiva cobre su cuota.

A la interpretación desde el nombre del padre que da sentido, se substituye un nuevo manejo del goce del Uno solo, que está fijado al cuerpo. El analista, que era descifrador del inconsciente, deviene el pragmático por su presencia y la de su cuerpo, conversa, anuda, desanuda, afloja, consolida… Un bricolador que opera con el inconsciente real que hay, antes que con el inconsciente transferencial que sabe.

Notas

  1. G. Dargenton, (Conferencia sobre adicciones)
  2. Brousse, MH. Hacia el VIII Congreso de la AMP: El Orden Simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era. ¿Qué consecuencias para la cura? Brainstorming, Virtualia 21.
  3. Laurent, Eric. Freudiana 59.
  4. Indart, Juan Carlos, Orden de Hierro,. Scilicet, El Orden simbólico en el siglo XXI
  5. Brousse, MH. «Inconsciente». Scilicet. Hacia el VIII Congreso de la AMP: El Orden Simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era. ¿Qué consecuencias para la cura? Brainstorming..
  6. «Anudamientos»: «Qué es lo que se anuda en la constitución subjetiva? El goce del viviente, la imagen especular y lalengua». Stiglitz, G. Scilicet. Semblantes y sinthome. Silicet. Hacia el VII Congreso de la AMP.
  7. M.H, Brousse, Nuevos desordenes, op, cit.

Fecha: 09/12/2012
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL CDMX

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.