Reseña Segundas Jornadas de carteles de la NEL CDMX

Por José Juan Ruíz Reyes

El sábado 1 de septiembre tuvieron lugar las Segundas Jornadas de carteles de la NEL CDMX. De entrada el argumento con el que se anunciaron era ya una interesante provocación:

«Entre continuidad y novedad retomamos la conversación intensiva. De la serie a lo inédito y de la continuidad a la pregunta por su actualidad en nuestra sede ¿Qué nos causa a sostener la experiencia del cartel? ¿Por qué se trata de una puerta de entrada? ¿Entrada a dónde…? ¿Para obtener qué salida, qué asunto, cuál cosa…? ¿Y con qué ganancia? Tres mesas para la elaboración provocada de una jornada en torno al ‘a’ de sus alcances y extensión».

Quedaba pues una mañana de trabajo para verificar si esto se cumplía. La jornada comenzó con la mesa Nociones, saberes y discursos acerca del cartel, en donde la propia Comisión de Carteles fue presentando productos de la experiencia acumulada en este año, bordeando cada uno con su enunciación propia las preguntas del argumento y destacando la problematización que han elaborado a partir de la función del cartel en la Escuela, lo que les ha permitido animar el trabajo de una sede con una interesante gama de carteles de temáticas variadas.

El trabajo continuo con la mesa Experiencia, ganancia y producto del cartel, en donde los participantes dieron cuenta a sus acercamientos a la experiencia del cartel. Los productos presentados compartían una tensión entre el obstáculo inherente a la obtención de saber y de la convivencia con los otros —de la que el cartel no está exento— y la conclusión en un producto o ganancia de formación. Esto dio pie a una animada interlocución con la audiencia que permitió afinar los puntos de cada trabajo presentado, al tiempo que mostraba porque el cartel es una puerta privilegiada para entrar en la Escuela que planteó Lacan.

Para cerrar estas jornadas se presentó la mesa La base operativa más uno, que problematizó esta función a través de la experiencia de algunos de quienes en la sede han ocupado éste lugar, desde quien respondía por primera vez a quien ha contado con varias experiencias. En esta interacción también se partió del obstáculo hacia la obtención del saldo de saber, dejando en claro que la función del más uno, consiste en no cerrar nunca el saber, sino en convocar un vacío fértil que sostenga la elaboración propia, sin abandonar jamás su lugar de extimidad que mitigue los efectos imaginarios del automaton de la deriva al grupo.

El cartel como dispositivo fue siempre fundamental para Lacan en su planteamiento de Escuela, estas jornadas nos ayudaron a mantener una pregunta abierta que vuelve agalmático este funcionamiento que requiere siempre de su constante reinvención. A su conclusión podemos decir que por fin hemos inaugurado una serie, que sostenida por el deseo decidido de la Comisión, los cartelizantes y lo más uno, podemos esperar que continúe creciendo ¡Enhorbuena!

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.