EL PASE DEL AFECTO _TOQUES DE LO REAL

Responsables: Carmen García - Gabriel Roel

“Freud lo plantea claramente: el psicoanálisis se aprende ante todo en el propio cuerpo. Ni intelectual, ni erudito, ni socrático, el análisis es ante todo una experiencia afectiva.”

Christiane Alberti

La clínica inaugurada por Freud aloja un tratamiento inédito del síntoma donde la centralidad que los afectos movilizan parten de un asunto siempre desplazado y, por tanto, nunca sumisos a los designios de la represión con que operan. Entre 1894 y 1915 la intuición analizante ante su corresponsal Fliess, situará una elaboración de los alcances que bajo la forma del afecto la pulsión anoticia. Expresión cualitativa que traduce un “quantum” adherido o suelto de una representación. 

Paradoja de una dimensión ética Lacan lo nivelará al de la reacción terapéutica negativa donde lo “movedizo” y lo “operacional” serán su materia más allá del principio del placer en el campo de la cosa -das Ding-. Precursor del deseo en tanto “señal de lo real” -que no engaña- a la vez que “defensa” que impide a lo inconsciente ser reducido a última palabra -del sentido o sueño cognitivo-. Allí donde como resto no significante hace posible las coordenadas del equívoco trans-estructural e irreductible, permite que el agujero de lo real en lo simbólico produzca una coyuntura en plus bajo transferencia de “la juntura más íntima del sentimiento de la vida”.

Un psicoanálisis llevado hasta el final es un tratamiento de lo imaginario donde el cuerpo y sus nuevos anudamientos con lo sinthomático dirimen esa metamorfosis que los afectos portan como investidura libidinal. Su elucidación será motivo para una inmersión en este seminario de investigación. Alojando así una curiosidad que en este cuarto de siglo XXI la clínica del pase nos enseña. Analizantes del discurso analítico en la contemporaneidad del presente de forclusión, crímenes de odio y cancelación generalizada.

Jano, Ocumichu, Michoacán, México. Graciela Iturbide, 1980. fotografía, copia en papel baritado con emulsión de gelatina y plata. 47.1 x 38 cm. Papel 50.6 x 40.6, Fundación Mapfre
Inicio: 11/09/2025
Finalización: 16/07/2026

Horario: Jueves 17:30 Hrs a 19:00 h Ciudad de México
Encuentros: 11/09/2025 | 09/10/2025 | 13/11/2025 | 11/12/2025 | 15/01/2026 | 19/02/2026 | 19/03/2026 | 16/04/2026 | 14/05/2026 | 18/06/2026 | 16/07/2026  (11 encuentros)

Modalidad: Virtual
Plataforma: Zoom

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IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.