Extimidad migrante, una aproximación desde el psicoanálisis

Noches abiertas

Manuel Montalbán Peregrín

El mundo que nos ha tocado vivir está atravesado por complejos retos que exigen análisis críticos que trasciendan aproximaciones superficiales o teleológicas.

La consumación de un progreso inaudito (heredero, eso sí, de los avances de al menos tres siglos atrás, pero acelerado en las últimas décadas), con un insistente deseo por parte de la tecnociencia de tocar lo real, ha desatado una cadena de consecuencias todavía difícilmente imaginables. La globalización aproxima, pero también homogeniza expresiones políticas, económicas, sociales, culturales, etc., fortaleciendo modelos de pensamiento hegemónicos con escasa porosidad para planteamientos alternativos.

Es en este contexto, se precipitan las migraciones como un fenómeno global contemporáneo en la última década, tomando la expresión de crisis migratorias con graves derivaciones en esferas diversas, desde las relaciones internacionales a la mera dignidad e integridad física en juego de las personas migrantes. Las causas actuales de las grandes movilizaciones migratorias apuntan fundamentalmente a razones económicas, de seguridad y calidad de vida en la subsistencia cotidiana en los países de origen, los conflictos bélicos, en muchas ocasiones endémicos, que castigan regiones como oriente medio y el África subsahariana, persecuciones por raza, religión, opción sexual, etc.

Últimamente, Europa y México y su frontera con EEUU son los territorios protagonistas del drama migratorio, y de la escasez, también, de respuestas constructivas, y verosímiles, al respecto.

Se trata, como decimos, de un hecho complejo con múltiples niveles de análisis, que, en una lectura experiencial, testimonial, conlleva siempre un largo periplo de inseguridad, temor, angustia, situaciones traumáticas, y en demasiadas ocasiones muerte, y olvido.

El psicoanálisis no tiene respuesta para todos los retos sociales, por supuesto, pero Freud y Lacan nos han ofrecido recursos suficientes para que nuestra voz pueda unirse y hacerse un espacio en el debate contemporáneo. El psicoanálisis puede contribuir, y en ese empeño estamos, a través de distintas iniciativas, foros, movida Zadig, etc., a

superar ciertos callejones sin salida. El psicoanalista-ciudadano tiene herramientas para deconstruir la foto-fija del opinador profesional.

Entendemos que el psicoanalista lacaniano es un interlocutor especial porque no fundamenta su aporte en el universo de las opiniones, sino más bien en el aggiornamiento de interrogantes esenciales, teniendo siempre presentes el legado freudiano y la enseñanza de Jacques Lacan. Una apertura advertida al malestar contemporáneo de la cultura, sin caer en la deshistorización y la desimbolización reinantes.

*Manuel Montalbán Peregrín, miembro ELP y AMP, profesor de antropología social de la Universidad de Málaga, docencia en relaciones interculturales Iberoamérica-Asia, responsable del Observatorio Psi de la ELP-CF.

Fecha: 16/10/2019
Horario: 19:30 Hrs
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL-CDMX

 

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.