La neurosis obsesiva, entre angustia y deseo

Edgar Vázquez

Habiendo realizado un recorrido por la construcción, delimitación y desarrollo de la categoría de neurosis obsesiva en la obra freudiana, nos proponemos interrogar dos momentos en los que Lacan se detiene a examinar la cuestión detalladamente. Esto tiene lugar durante las últimas siete clases del seminario Las formaciones del inconsciente; privilegiando en ellas la oposición demanda/deseo, y las últimas cuatro del seminario La angustia, donde aparece en primer plano la íntima relación establecida por Freud entre angustia y deseo, puesta en juego de manera paradigmática en el síntoma obsesivo, pero que leída a partir del objeto a, presenta novedosas consecuencias sobre todo en lo concerniente a la dirección de la cura.

La orientación de nuestra mesa de lectura no tiene un interés psicopatológico, está en cambio animada por el uso que da Lacan a la categoría de neurosis obsesiva para despejar lo que ella enseña sobre la estructura. A tal punto avanza en la reducción a los elementos formales que una pincelada en el Seminario 12 parece suficiente para echar luz sobre el estatuto de saber contenida en el síntoma de tentativa de engordar del Hombre de las Ratas.

Entre ambos cortes, habremos de destacar que no se trata de construcciones conceptuales estériles o simplemente sofisticadas, sino herramientas con un uso muy preciso en la práctica analítica y que los dos son momentos determinantes dentro de la enseñanza de Lacan, el primero es el punto culminante de la primacía de lo simbólico, en el otro asistimos a la formalización de su «único invento en psicoanálisis», un objeto que no tiene imagen especular y se muestra irreductible a la demanda.

Por último, el interés de esta mesa es doble, en primer lugar delinear las principales aportaciones hechas por Lacan a esta neurosis y que renovaron radicalmente su clínica, para entonces, reconocer la originalidad del pensamiento freudiano, que Lacan supo discriminar y articular con precisión, luego del extravío posfreudiano en este tema en particular.

BIBLIOGRAFÍA:

  • LACAN, J. (19657-58) El Seminario Libro V, Las formaciones del inconsciente, Clases XXII, XXIII, XIV, XXV, XXVI, XVII y XXVIII.
  • LACAN, J.(1962-63) El Seminario Libro X, La angustia, Clases XXI, XXII, XXIII y XIV.
  • LACAN, J.(1964-65) Problemas cruciales para el psicoanálisis, Inédito, Clase del 05/05/1965.

Inicio: 22/08/2018
Finalización: 19/12/2018
Horario:19:30 Hrs
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL Ciudad de México

IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.