Presentar un libro que aún no está editado, puede parecer un chiste, pero no lo es. El libro seguramente estará en las librerías de Buenos Aires y en España, la semana próxima, aunque no se cuando llegará aquí a México. Cuando propuse presentarlo, hace ya casi dos meses, suponía, era lo que me habían dicho, que podría traerlo conmigo en este viaje, mostrárselos, presentárselos y no solo hablar de él. Me interesó presentarlo ya que lo estaba releyendo… ¿se puede decir solo releyendo…? es muy poco decirlo así, porque cuando uno se mete en un curso de J.-A. Miller no solo lee o relee, más bien – es lo que a mí me pasa – me sumerjo en una correntada de la que es difícil salir tal como uno entró. Entonces no es que estaba solo releyéndolo, y además volvía a este curso que había seguido de manera fragmentaria a través de las clases sueltas que llegaban a Buenos Aires, por internet gracias a los amigos. Lo estaba releyendo porque tenía el propósito de escribir algo sobre este curso, algo breve, sucinto y rápido, ya que Graciela Brodsky, que es quien ha hecho el trabajo de establecimiento y revisión de la traducción, me pidió que escribiera algo para la contratapa. En eso estaba cuando Marcela Almanza me envió el intenso programa que tenían preparado para mí en México. Entonces fue muy lógico, por el entusiasmo que me causaba la lectura de este curso, proponer presentarlo para ustedes.
Bien, pero no tenemos el objeto libro con nosotros, será entonces una presentación que los deje con las ganas, al menos de abrirlo, de curiosearlo, de percibir su olor a nuevo. Se quedarán con las ganas aún los que lo hayan leído, estudiado, trabajado, releído… porque siempre está presente la expectativa de que en la edición escrita haya algo más, algún detalle que no estaba, un agregado, un plus. Un libro siempre abre nuevas expectativas. Funciona para cada uno de un modo peculiar. Se extravía en la biblioteca con más delicadeza que los apuntes fotocopiados o las páginas de la impresora abrochadas con un clip. En fin, un libro existe de otra manera. Y por eso una edición merece una presentación. En especial si se trata de un curso dictado oralmente. En el año ’94, la primera vez que viajé para el análisis a Paris, antes de viajar algunos de mis amigos me dieron algunos números de teléfonos reservados, algunas claves secretas y contraseñas, para lograr que un colega francés – si finalmente yo pasaba esas pruebas -, me diera de mala gana y con aire displacente, la transcripción del curso que JAM estaba dando en ese momento, que si mal no recuerdo era Ce qui fait insigne y que luego, al editarse en español, se llamó Los signos del goce. Luego y muy rápidamente, las cosas salieron de ese clima novelesco de traficantes de oro y se fueron difundiendo con más facilidad, hasta llegar al extremo actual en que algunos amigos twittean desde el salón donde JAM está hablando…
Eso me lleva a plantear los problemas que veo en la lectura de los cursos de J.-A. Miller, ya que tengo la oportunidad de reflexionar sobre esto con ustedes, que son, asumo que lo son, lectores de esos cursos y de sus intervenciones. El Miller por twitter no me gusta, no porque no sea moderno y eficaz el método, y aunque podamos criticar su estilo de fragmentación, para mí, insoportable. No es solo eso lo que no me gusta, y no solo por twitter. Lo que no me gusta, y lo digo de esta manera porque parte de un cierto disgusto, es la voracidad por la novedad. La voracidad por la novedad es, a mi juicio, no un problema alimenticio, es una limitación que encuentro entre nosotros. No lo digo porque no me interese enterarme de lo último. Lo digo porque creo que entre nosotros, en nuestra comunidad, hay un déficit de estudios profundos. De lecturas profundas. Devoramos la novedad, como lo hacemos con los diarios. Y como nada hay más inútil y aburrido que el diario de ayer, rápidamente pasamos de una novedad a la otra. De un twitt a otro twitt y así pasamos de un tema candente a otro tema candente, a veces sin solución de continuidad ni lógica. De ese modo muchas cosas en nuestra extendida comunidad, se ponen de moda y declinan un tiempo después… como estrellas fugaces, en el mejor de los casos. A mi juicio, para ciertas lecturas, para ciertos desarrollos, para ciertos estudios, se necesita tiempo. Como para el análisis. Así como hay entre nosotros un elogio de la contingencia, del corte, del instante, que muchas veces nos hace olvidar que sin el automatón de la repetición y el tiempo que debe transcurrir, el análisis no sería posible, salvo extraordinarias excepciones y extraordinarias circunstancias.
Y esa lectura de JAM me parece limitada, o al menos apresurada. Se entiende el deseo implícito allí, y que nos anima a esperar lo que tiene para decirnos el próximo miércoles, o cuando sea que retome su curso este año… podría apurarse un poco, ya se tomó demasiado tiempo… ¿qué hace?, ¿está descansando?… ¿ya no tiene nada para decir? Twitt twitt twitt. Pero, si vemos bien, no es una lectura apresurada la que él ha hecho, y sigue haciendo de Lacan. Es el reproche que ha recibido a diestra y siniestra durante mucho tiempo. Pero no es la suya una lectura en el tren… Y este curso enseña de manera muy explícita como Miller lee a Lacan, en este caso al Lacan del Seminario XXIII «El Sinthome». Volveré sobre esto.
Muy bien, no tenemos el libro aquí todavía, y aunque no lo tengamos aquí sobre este escritorio, este curso no es un Curso inexistente, como llamó J-A. Miller al seminario del que Lacan dictó solo una sola clase, «Los nombres del Padre», luego de su salida de la Asociación Internacional, en el año 65. Como aquél, este curso tiene, ha tenido y a mi juicio seguirá teniendo a partir de su publicación una enorme trascendencia para quienes estamos en la Orientación Lacaniana, y es de esperar para cualquiera que se asome a su complejidad y a su riqueza.
Lo evoco, no sólo porque aquél es inexistente y éste no está aún editado – aunque por lo que sé ya está impreso – sino también porque entre ambos –aquel seminario y este curso- puede trazarse una vía entre la enseñanza clásica de Lacan y la lectura que JAM hace del último Lacan.
Voy a decirlo directamente, «Piezas sueltas» es el extremo de la trayectoria de reducción del Nombre del Padre en la enseñanza de Lacan y en el Psicoanálisis.
Podríamos oponer el Nombre del Padre y Piezas sueltas. Que es una manera de decir que podemos poner en un extremo de la enseñanza de Lacan al Nombre del Padre, al Padre, y en el otro extremo al Sinthome.
Porque al fin de cuentas «Piezas sueltas», las Piezas sueltas que J-A. Miller presenta en su curso nombran el uso, el funcionamiento, de ese fragmento de escritura, de ese trozo de real que es el Sinthome.
El síntoma se ha constituido como concepto «freudiano» aferrado al Padre, prendido del reino del Padre que es el reino del sentido. Fue develado como mensaje cifrado, articulado, dirigido al lugar desde donde el Nombre del Padre sostiene el balance, imposible, del deseo y la ley.
El síntoma, freudiano, es el primero en agujerear con su nerviosidad – por lo que tiene de sexual – la tranquilidad del Padre victoriano, cuyo tiempo ya no era el de un Padre victorioso. Freud lo anunciaba y Lacan en su relevo hace avanzar al síntoma mucho más lejos de lo que Freud lo previó. Lo hace avanzar hasta el «fuera de discurso», hasta hacerlo una suplencia en el lugar del vacío de una «forclusión generalizada». El síntoma-utensilio que no le dice nada a nadie y menos aún al Padre, pero mantiene juntos los registros que sostienen el mundo del sujeto.
El devenir de la enseñanza de Lacan respecto del síntoma y el Nombre del Padre, no constituye una evolución de estos conceptos. Síntoma y Nombre del Padre más que evolucionar, son «reducidos» por la enseñanza de Lacan. Esta reducción vuelve al síntoma un lazo con una función: la del Nombre del Padre. Por su parte, esa reducción, en el caso del Nombre del Padre, lo vuelve síntoma.
Si la reducción del Nombre del Padre alcanza en el final de la enseñanza de Lacan a convertirlo en un síntoma, reducirlo a que sea sólo un lazo con la función de mantener unidos los registros, fuera de sentido y con un uso renovado, es como J.-A. Miller atrapa en este curso la aspiración de Lacan de reducir el síntoma. Lo atrapa como una pieza suelta.
Pero, ¿de dónde sale esto de la Pieza suelta? De Lacan, es verdad, Miller lo señala en la primera clase: «En el seminario La angustia, Lacan aísla la función de la pieza suelta como un módulo de objeto característico de la experiencia moderna. Allí la pieza suelta sirve de aproximación, de esbozo de lo que Lacan elucubra como objeto a.» Hasta ahí la referencia. Pero lo que JAM hace con esa referencia es otra cosa.
J.-A. Miller, muchas veces ha extraído pequeñas frases de la enseñanza de Lacan, algunas pronunciadas o escritas una sola vez, y que al desarrollarlas, al desplegarlas, al llamar la atención sobre ellas, y con eso ha mostrado cómo allí se encerraban profundas consecuencias para el Psicoanálisis. En algunos casos las ha elevado al nivel de conceptos que nos resultan ya ineludibles: el atravesamiento del fantasma, la identificación al síntoma, por ejemplo, sólo han sido dichas una vez por Lacan, y Miller les ha dado un lugar destacado. Al contrario, cuando forjó la pareja «Partenaire-Síntoma», él mismo señaló en algún lugar de ese curso, que eso no estaba en Lacan, eso no está dicho ni una sola vez, no se trata de una referencia posible de situar. Y sin embargo, una vez que él la formuló se hace evidente que esa pareja se deduce de la enseñanza de J. Lacan.
«Piezas sueltas» no es ni una cosa, ni la otra. Esa expresión, como decía antes citando a JAM puede encontrarse en el seminario de «La Angustia», pero aquí es una expresión sacada de aquel contexto y usada para otra cosa, como una – precisamente – pieza suelta, cumpliendo en acto la función novedosa que ha tenido a partir de ese momento en la Orientación Lacaniana. La extrae, la arranca de un momento de la enseñanza de Lacan, incrustándola en otro plano, haciéndola útil para otra cosa, dándole un brillo que la hace notable y volviéndola un instrumento para leer el Joyce que Lacan construye en el Seminario 23.
¿Cómo leer el seminario «El Sinthome»?, es el problema que aborda este curso, ¿cómo leer ese «desconcertante» y «perturbador» seminario «El Sinthome»? JAM es contundente, recomienda dejarse poseer por el seminario… sumergirse en eso, ir más allá de las incongruencias que se encuentran allí y que nos espantan.
Presentación del curso «Piezas Sueltas» de J.-A. Miller»Cuando venía para aquí, me decía que en verdad yo era como Pulgarcito y tenía los guijarros en mis bolsillos para no perderme en el bosque de los nudos.»
Y esta frase en la que se presenta como Pulgarcito frente al gigante Lacan pero también frente al enigma de este seminario, toca un punto álgido respecto de los nudos en la última enseñanza de Lacan.
Es el año 2004, y por qué no decirlo así, ya que lo he escrito textualmente en la contratapa del libro que entregué antes de viajar hacia aquí, en ese año 2004 en medio del furor borromeo, de la confusión y del enredo, Miller, con algunas piezas sueltas muestra por dónde avanza la enseñanza del último Lacan.
¿Y cuáles son algunos de los temas que se abordan aquí?, ¿qué temas ustedes encontrarán desplegados en estas páginas como una indagación y una toma de posición alrededor del sinthome?
Muchos, verdaderamente muchos temas, que han producido una profunda modificación en nuestra manera de pensar el síntoma, el inconsciente, el nombre del padre, para nombrar solo tres conceptos que nos son ineludibles. Pero también ha producido una verdadera modificación en nuestra concepción de la práctica misma del psicoanálisis. Y todos quienes estamos en esta orientación somos deudores de ese giro y de la manera en que JAM las ha trabajado en «Piezas sueltas». La clínica pragmática, el uso del síntoma, salen de aquí. Están en el seminario de Lacan pero son extraídas de allí de tal manera que las hace útiles para la práctica actual de cara al siglo XXI.
No puedo ni quiero extenderme en una enumeración de temas, sólo mencionaré algunos que tienen una incidencia destacada para la práctica analítica después del sinthome, o para decirlo de otro modo, como puertas de entrada a la última enseñanza de Lacan.
Y si hay una puerta de entrada a esa enseñanza es el énfasis puesto por J. Lacan en la nominación en desmedro de la comunicación. Y ese énfasis modifica por ejemplo un instrumento básico en el psicoanálisis como lo es la interpretación.
Lo cito para ustedes cuando en la segunda clase señala:
«Mientras vamos de la mano de Freud, hay formaciones del inconsciente, pero cuando vamos de la mano de Joyce, adquirimos esta perspectiva desde la cual las formaciones del inconsciente no son más que bordados en torno del cogollo de lo real, a partir de allí la meta del análisis es aislar ese cogollo y, para hacerlo, habrá que dejar caer el bordado. Dejar caer el bordado es diferente de descifrarlo, pues descifrar siempre es enlazar.
De Freud a Joyce, de la comunicación a la nominación, del inconsciente al síntoma, del desciframiento a aislar un pedazo de real. Mientras estamos con Freud, mientras estamos en el campo del Nombre del Padre, el síntoma responde ¿pero qué es interpretar cuando el síntoma ya no responde?
Y sin embargo en ese límite, en el análisis usamos el nombre del padre, desciframos, producimos lo que llamamos efectos de verdad, pero al final, vemos que todo eso, todo el campo del sentido se ordena por un real que hay que aislar. Esos trozos de real son las piezas sueltas que JAM presenta de distintas maneras en este curso. La práctica del psicoanálisis se ve así transformada.
Termino estas breves piezas sueltas citando al autor:
«En un psicoanálisis, todo lo que leemos –veámoslo así– converge en algo ilegible que circunscribimos, que ceñimos, que aislamos. Para obtenerlo, para llegar a eso, sin duda hay que trabajar duro, es necesario haber llevado la lectura al límite. ¿Y luego? Pues bien, llegamos a lo que denominaré «el estado Joyce» del síntoma, el estado en el cual ya no queda más que hacer del síntoma una obra. Lacan dio a esta invitación el nombre o el disfraz de pase. El pase no es una salida, es incluso lo contrario: un modo de arreglárselas. No salir de, sino arreglárselas con. Es un arte, es decir, un artificio».
Se trata de un Curso formidable