Viviana Berger: En principio, en nombre de la Nel-México le damos la más cordial bienvenida a nuestro invitado de Barcelona, de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Miquel Bassols. Estamos muy contentos con su visita y muy agradecidos de que haya hecho un espacio en su agenda, para atravesar el Atlántico y estar hoy con nosotros.
Vamos a compartir, entonces, varias actividades.
En el día de hoy en la tarde, el Encuentro de Biblioteca, a las 19.30 hs. aquí mismo, en la Alianza Francesa, en el que Miquel Bassols nos va a presentar el libro Sutilezas Analíticas, del curso dictado por Jacques-Alain Miller y editado recientemente por la editorial Paidós.
En el día de mañana, a partir de las 11 hs. tendrá lugar el seminario ¿Cómo finalizan los análisis?; en esta ocasión en el auditorio del Orfeo Catalán, en la Colonia Juárez.
Aprovechamos entonces, para invitar a todos aquellos que todavía no se hayan inscripto a sumarse a este trabajo.
Miquel Bassols es psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de l´École de la Cause Freudienne. Docente y coordinador de la sección clínica de Barcelona (Instituto del Campo Freudiano). Ha obtenido el grado de Doctor en el Département de Psychanalyse de la Université de Paris 8. Es autor de múltiples libros como: La psicoanàlisi explicada als mitjans de comunicació (Eolia, Barcelona 1997) – El psicoanálisis explicado a los medios de comunicación -, La interpretación como malentendido (Colección Diva, Buenos Aires 2001), Finales de Análisis (Editorial Pomaire, Caracas 2007), Llull con lacan. El amor, la palabra y la letra en la psicosis (Gredos, Madrid 2010), Lecturas de la página en blanco. La letra y el objeto (Miguel Gómez Ediciones, 2011) y Tu yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia (Tres Haches, 2011).
La conferencia de hoy lleva por título «Psicoanálisis, sujeto y neurociencias», en la que Miquel Bassols nos compartirá en persona, alguna de las ideas que despliega con gran precisión y profundidad en este último texto suyo de reciente publicación que les acabo de mencionar, «Tu yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia» – libro que recomendamos particularmente, no sólo por su contenido sino también por la calidad con que lo transmite, con un estilo muy claro, ameno, y de gran rigor teórico.
Psicoanálisis, sujeto y neuro-cienciasA propósito de esta ilusión de la ciencia de reducir lo humano a los términos de un cerebro, un hombre hecho de conexiones neuronales, el hombre en tanto un sistema cibernético, pensamiento que deja por fuera aquello – justamente – de lo que está hecho el psicoanálisis, el sujeto de la palabra y del goce, recordaba la respuesta que diera Gary Kaspárov cuando se le preguntó acerca del tema del hombre y la máquina.
Gary Kaspárov estuvo hace poco en México para la fiesta de los 100 años de la UNAM, a la que fuera invitado junto con otros tantos grandes maestros del ajedrez, animando un torneo que organizara la universidad para festejar el centenario – entre otras actividades.
En esa ocasión, tuve la oportunidad de asistir a una conferencia en la que habló también acerca de su experiencia de competir contra la máquina. Durante años IBM le ofreció el desafío de competir contra la computadora. Cada año Kaspárov ganaba la partida e IBM usaba esa experiencia para ir perfeccionando la siguiente máquina. Hasta que en mayo de 1997 por primera vez, la computadora – que se llamaba Deep Blue – logró vencerlo. Varios artículos hablaron en su momento de la Imaginación versus el Cálculo. Los expertos habían logrado esta súper máquina a partir de programas ya existentes que fueron perfeccionando vez a vez. Pesaba 600 kilos, tenía 64 microprocesadores que le permitían una memoria gigante y una inmensa potencia de cálculo como para revisar y analizar 200 millones de posiciones por segundo. En una posición determinada, la IBM Deep Blue visualiza todas las estrategias posibles y las posiciones que de ella se derivan hasta un alcance de 24 movidas. En un segundo puede ver 200 millones de jugadas posibles y, por descarte, elige la más adecuada. Ganaba por velocidad.
Algunos comentaban que si Kaspárov hubiera jugado lento su creatividad habría vencido. Es el ajedrecista que destacó por su capacidad creativa y su inventiva.
En la conferencia al evocar esa experiencia, él dijo algo así como que es muy probable que se llegue al punto en que una máquina, internet, etc., tenga todas las respuestas y sepa indicar la mejor alternativa. El punto – él decía – que una máquina no puede y jamás podrá hacer preguntas.
En este sentido, me pareció muy en la línea de ese comentario que hace Miquel Bassols en su libro, en la pág. 80 más precisamente, donde dice: «Diré al pasar que en algún lugar Lacan señala que está dispuesto a considerar la idea de que una máquina piense – lo que ya es toda una apuesta -, pero que no tenemos ninguna constancia de que una máquina sepa algo. De saber, nada de nada».
Entonces, el sujeto, la pregunta, el deseo, el saber – que no es el conocimiento, vale aclarar -irreductibles a un cerebro y un circuito neuronal.
Para explorar estos conceptos, los dejo ahora con Miquel Bassols.
Miquel Bassols: En primer lugar, realmente muy agradecido de esta invitación. Hacía tiempo que habíamos hablado de la posibilidad de encontrarnos aquí con los colegas de la Nel-México, para mí es un gusto haber podido viajar finalmente y estar aquí con ustedes. Por lo tanto, primera cuestión, muchas gracias a la Nel por esta invitación y a ti por esta presentación que viene totalmente a cuento, por supuesto, de lo que voy a intentar desarrollar un poco ante ustedes. Pero también a cuento de lo que vamos a trabajar mañana sobre los finales de análisis, principios y finales de análisis, porque hay que recordar la idea freudiana. Freud empieza un texto suyo sobre este tema diciendo: hay que comparar los finales de análisis y los principios con el juego de ajedrez, se pueden estudiar las aperturas y los finales, luego hay el intermedio que no se sabe muy bien cómo formalizarlo. La referencia al ajedrez, que es una referencia muy freudiana, nos va a ayudar también mañana para el trabajo que haremos durante el seminario.
El dialogo de Kaspárov – diálogo, no, era un monólogo de Kaspárov con Deep Blue, porque en realidad no se puede dialogar con una máquina, cosa que los psicoanalistas debemos saber transmitir siempre, que no se puede dialogar con una máquina. En todo caso hay un monólogo; pero en el trabajo subjetivo de Kaspárov con la máquina de IBM que jugaba ajedrez, que se llamaba Deep Blue (azul profundo), realmente se sacan muchas enseñanzas a propósito de lo que hoy voy a intentar explicar. Empiezo por ahí, porque luego voy a volver para introducir mi esquema. A mí me sorprendió mucho que Lacan dijera que una máquina puede pensar, que está dispuesto a admitir que una máquina puede pensar, pero no que pueda saber; es decir, que un sistema cibernético puede manejar información, incluso que, puede manejar muchísima más información que el cerebro humano, aunque eso no se sabe todavía pues no se sabe qué capacidad tiene el cerebro humano de procesar información si lo entendemos como un sistema informático, como un sistema cibernético. Pero, a lo que Lacan no está dispuesto a ceder ni un palmo es a que alguien diga que una máquina sabe algo, nada, sabe nada, de saber, nada – manejar información no es saber. Google nos da mucha información pero es tonta como un cubo; es decir, no sabe nada, dispone de mucha información que nos puede ser muy útil, pero saber, lo que se llama saber, nada.
En efecto, si Deep Blue finalmente logró ganar a Kaspárov es porque no sabía nada, es porque saber nos complica muchísimo la existencia, nos desadapta muchísimo de la realidad, más de los que suponemos; lo más óptimo para adaptarse a la realidad es tener información, pero no saber demasiado. Cuando uno sabe demasiado empieza a ser peligroso para el sistema, peligroso incluso para el sistema educativo, especialmente para el sistema educativo que reduce el saber a la información, pero sobre todo lo que una máquina no podrá hacer nunca, al menos hasta que tengamos noticia de ello, es gozar y eso todavía nos complica mucho más la vida. Además está la cuestión del saber que no tiene un objeto determinado que, además, nos introduce la duda, la indeterminación, que no llegamos a saber del todo qué sabrá el otro, qué sabrá el otro de mí. Deep Blue no se planteaba ninguna de esas preguntas y por eso ganó finalmente, porque sólo manejaba información sobre aperturas, finales y juegos intermedios y en ese sentido fue mucho más rápido en efecto que Kaspárov.
Es interesante que Kaspárov dijera que, si hubiera podido introducir algo del tiempo de espera, de hacer dudar al otro, de fingir que puedo hacer una jugada que no he hecho todavía, que puedo gozar de eso, que puedo saber algo más de lo que el otro goza. En fin, si pudiera empezar a hacer una pareja, en el sentido fuerte que tenemos en España del uso de la palabra pareja, incluso en el sentido sexual de la palabra; si hubiera podido introducir algo del tiempo del goce y del saber en relación a la máquina, tal vez, tal vez, la hubiera ganado, diríamos. Lo que es seguro que una máquina no puede hacer es dar signos de goce, dar signos de que está gozando.
Hay una película muy clásica, seguro que la mayor parte de ustedes habrán visto, la película de Stanley Kubrick 2001: Odisea en el espacio, donde en un momento determinado el famoso senador Hal, que en realidad tiene sus iniciales una letra anterior cada una de ella a IBM – Hal ya es un código, el nombre mismo de Hal está codificado. Hay un momento muy interesante donde no sabemos si Hal puede llegar a engañar a la tripulación, pero sobre todo, ese es el salto que para Lacan va a ser fundamental: no sabemos si puede llegar a fingir que finge. Luego si puedo comento algo más de esa frase, porque una cosa es fingir; los animales a veces pueden fingir, pueden hacer fintas, pueden mimetizarse con el entorno, pueden hacer camuflaje con el entorno para engañar al otro de alguna manera; esa es una primera dimensión. Lacan dice que para que haya sujeto de la palabra, ese sujeto que ya he escrito en el punto de intersección entre los dos conjuntos de psicoanálisis y neurociencias, ese sujeto tachado del lenguaje que aquí lo puse escrito con una S tachada. Lacan lo escribe para mostrar que es algo más que simplemente el sujeto entendido en su vertiente filosófica, sino que se trata de un sujeto que puede gozar, que puede saber y sobre todo que puede fingir que finge. Todavía no tenemos ninguna máquina, al menos que hayamos llegado a la idea de que pueda hacerlo. Hal, en la ficción de la película de Stanley Kubrick, parece que en algún momento hubiera dado signos de que quisiera hacer algo así, o incluso de que puede llegar a gozar de lo que dice cuando en esa especie de regresión a la infancia empieza a cantar Daisy Daisy, es una secuencia famosa de la película, parece que haya un cierto signo de algún goce, pero nada nos indica que ahí realmente haya un sujeto. Cuando hay un sujeto las cosas se complican mucho, es cierto, el sujeto está profundamente inadaptado a la realidad, por el hecho de hablar, por el hecho de gozar hablando. Y la verdad es que, lo que podemos llamar cultura hoy en día, el sistema simbólico de la cultura y finalmente hay que decir: parece que eso quería decir que era la mejor forma de adaptarse a la realidad y ahora estamos empezando a entender, nosotros, pequeños seres afectados por el habla que tal vez no es así. Que tal vez lo simbólico del lenguaje, como dice Lacan, es algo que carcome lo real de tal manera que puede llegar a hacernos desaparecer de ese real si no vigilamos y todos los indicios de lo que es la civilización contemporánea nos indican eso, nos indican que si adaptarse a la realidad se trata tal vez de ser un sujeto hablante, un sujeto afectado por el inconsciente no sea lo más eficaz.
Que eso vaya para retomar esa referencia de Kaspárov perdiendo ante Deep Blue, pero perdiendo, yo diría, no porque es peor jugador de ajedrez, sino porque es un sujeto hablante, un sujeto que goza, un sujeto que desea y eso nos lleva a una dimensión absolutamente distinta de lo que es el sistema cibernético, el sistema por el cual la psicología cognitiva piensa al sujeto humano – ese es un gran problema. Es un gran debate que debemos saber llevar con las ciencias cognitivas de hoy, para transmitir que el sujeto que habla no puede ser reducido a un sistema cibernético e introduce esa dimensión del sujeto del deseo y el sujeto de la palabra que es el que he escrito en la intersección entre estos dos conjuntos de psicoanálisis y neurociencia. Porque el título que he dado, «Psicoanálisis, sujeto y neuro-ciencias», en realidad pone en serie tres términos que no están en el mismo nivel, diríamos en términos lacanianos, no están en el mismo registro. He puesto neuro guión ciencia, tal vez después pueda decir algo sobre eso…Porque me atrevo a decir, tal vez no sea tan seguro que la neurociencia sea una ciencia con todos los membretes necesarios para decir que algo es una ciencia, que me perdonen incluso los neurocientíficos. Pero hay algunos neurocientíficos que lo dicen también, dicen que en realidad se trata de la bilogía, digo ya algo de entrada sobre eso para que vean que este organismo con el que trata la neurociencia no es nada simple tampoco – se supone que su objeto es el sistema nervioso central, es el cerebro.
A la vez ya, por ejemplo, Antonio Damasio, conocido neurocientífico, lo dice: no es seguro dónde empieza el cerebro, dónde termina el sistema nervioso central y dónde termina el sistema nervioso central y empieza el cuerpo; una cosa no puede ir sin la otra. Nadie ha visto a un cerebro o a un sistema nervioso central funcionar por sí mismo, porque necesita de un andamiaje muy importante. Además, hay que introducir la idea del medio ambiente que hace funcionar todo eso de una determinada manera. Por lo tanto, la unidad, el objeto que toda ciencia debe tener claramente delimitado para constituirse como ciencia, no está tan claro cuál es el objeto de la neurociencia. Pero, sobre todo, el gran problema para el neurocientífico es que se trata fundamentalmente de células nerviosas distinguidas de muchas maneras; pero hay algo que sigue siendo inexplicado y es ¿qué hace que eso sea un ser vivo?, ¿qué es lo que hace que eso esté vivo?
Por ejemplo que, Deep Blue, la máquina, no fuera un organismo vivo sino un conjunto de cableados, qué distingue hoy en día un conjunto de cableados en un sistema informático del sistema nervioso central, en tanto este último está marcado por células que están vivas, cuando digo vivo – y Lacan sabía muy bien que cuando se habla de la vida, se habla de algo que goza – se introduce una dimensión distinta a la que encontramos en una máquina y es esa dimensión del goce, del goce en lo viviente que, cuando está marcado por el lenguaje todavía se complica mucho más. Por lo tanto ¿tenemos neuro-ciencia? – pongo ahí un interrogante.
La biología es una ciencia aunque todavía no ha podido definir del todo qué es la vida, esa cosa aparentemente tan simple ¿qué es lo vivo? Desde la propia biología, con la famosa pregunta que hizo Erwin Schrödinger en los años cuarenta, el famoso físico Erwin Schödinger, en ese texto maravilloso todavía hoy ¿Qué es la vida? Y la biología todavía no ha podido responder a eso, los biólogos serios saben que eso sigue siendo un enigma, que no sabemos qué es lo que hace que algo sea un organismo vivo y por lo tanto la neurociencia en todo caso está bajo el ámbito de la biología. De la biología yo me fío un poco más, de la neurociencia hasta que no me digan exactamente qué es una célula nerviosa, cómo funciona eso, qué la hace viva, para mí debo decir, se acerca más a la religión que a otra cosa. Lo digo directamente incluso para ser polémico en el debate, porque creo que hay que empezar a ser polémicos en ese punto, hasta que no podamos realmente saber qué quiere decir que una célula piensa, cosa tan vaporosa como eso, no sólo que piensa sino que goza; hasta ahí tenemos lo que llamaremos una atribución de saber de sujeto a un organismo del que todavía la neurociencia y la biología no nos han podido decir absolutamente nada. Por supuesto es ahí donde el psicoanálisis puede introducir su interlocución necesaria, muy interesante además cuando se da entre su campo y el de las neurociencias. Pero es un punto de interlocución que sólo puede darse a partir de ese punto de intersección donde se juega la idea del sujeto de la palabra, del lenguaje y del sujeto del goce y donde, en efecto, encontramos ahí dos grandes temas que la neurociencia de hoy está intentando resolver.
Y no hay modo de que avance un palmo en eso y es ¿qué es el lenguaje?, ¿dónde está el lenguaje? andan buscando por todas partes del cerebro y no se encuentra y ¿dónde está eso que se llama conciencia, eso que la psicología desde siempre ha llamado conciencia, eso que las ciencias cognitivas hoy siguen llamando conciencia o cognición a veces también y que el psicoanálisis desde Freud llamó el yo? Finalmente, la conciencia no es todo el sujeto, es una parte del sujeto, es esa parte que se sabe o que se cree consciente de sí mismo y que funciona con una identidad más o menos siempre vacilante. Sabemos que la consistencia del yo es muy vacilante, cuando dormimos desaparece, cuando despertamos medio aparece cuando uno esta con el jet lack – como yo, no les explico cómo estoy, estoy más o menos intermitentemente aquí, intermitentemente en otro lugar. La idea de conciencia es muy vaporosa, pero es muy interesante seguir, lo he hecho, seguir el debate de las neurociencias para localizar esos dos grandes fenómenos fundamentales que son el lenguaje, la palabra y la conciencia. ¿Qué hace que un conjunto más o menos organizado de células finalmente un buen día diga: «soy consciente»?
Tampoco hemos encontrado eso en ninguna máquina todavía, el famoso test de Turing, la famosa caja china de Searle, que yo retomo en el debate, no tenemos idea de que ninguna máquina un buen día se despierte diciendo «soy consciente de mi mismo y me llamo yo», ¡no!. Mafalda sí, Mafalda decía ¿por qué a mí ha tenido que ocurrirme ser yo? lo declaraba profundamente porque es cierto que ser yo, ser consciente en un mundo, nos inadapta muchísimo a la realidad. El problema de Garry Kaspárov frente a Deep Blue es que el era consciente, lo podemos decir así. Cuando hay ese índice subjetivo es lo que empieza a sintomatizar nuestra vida de cuarenta mil maneras, empezamos a preguntarnos: qué soy para el Otro, tengo miedo del deseo del Otro, el Otro me puede devorar, el Otro me puede querer, me puede no querer, me puede abandonar, me puede ser infiel y ahí vas al psicoanalista, no vas a IBM. Vas al psicoanalista, es muy importante en efecto que a partir de ahí se puede formular una demanda de tratamiento y no a partir de tengo un cable que no va.
Psicoanálisis, sujeto y neuro-cienciasHay cierta sugestión, y ahí comienza nuestro tema. Sugestión a partir del cientificismo y no de la ciencia. Hay la sugestión que nos dice, el problema es que tienes un cable que no anda bien, vamos a escanear, vamos a hacer imágenes de resonancias magnéticas, vamos a encontrar exactamente el lugar, ya estamos encontrando dónde el cableado no va bien y podremos manejarlo un buen día, tú no te preocupes, un día vamos a manejar eso y podremos finalmente resolver ese síntoma de tu sufrimiento. Ya se está proponiendo eso con unos rasgos de control social autoritario que, yo diría cada vez más atroces. Es ahí donde ciencia y cientificismo a veces pierden la frontera, a eso llamo yo cientificismo, digamos, a la idea de cierto uso de la ciencia que llegaría a todos los rincones del ser humano para manejar, intentar reparar, intentar prometer un cierto bien bajo la idea de que manejando nuestro sistema nervioso central vamos a conseguir eliminar el malestar subjetivo. Eso que se está imponiendo en determinadas formas académicas de transmisión del saber, eso que llamo cientificismo, no lo llamo yo cientificismo, lo llaman muchos científicos cada vez más. Los científicos están empezando a despertar un poco de ese sueño del objetivismo positivista que entró en un momento en la ciencia y que está produciendo efectos devastadores. Bien, por lo tanto, primera gran distinción, ya he hecho una introducción bastante amplia pero que me parece que da el horizonte de lo que quiero transmitirles hoy.
Primera gran distinción que hay que hacer entre ciencia y cientificismo, les quiero recomendar aquí un libro que de hecho yo no habría podido escribir este libro (Tu Yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia) sin otro libro que está detrás de un científico que he tenido el honor y el gusto de conocer. Un científico que se llama Javier Peteiro, que les recomiendo el libro titulado El autoritarismo científico. Javier Peteiro es un científico gallego, de Galicia; es un personaje, realmente para mí un encuentro inédito; me he encontrado con un científico que piensa, que piensa mucho, ese libro El autoritarismo científico debería ser libro de cabecera por supuesto no sólo de los psicoanalistas que queremos conversar con el campo de la ciencia, sino también de todo científico serio, biólogo o neurocientífico; es un libro excelente sin el cual no habría podido yo realmente escribir este libro. Todo un capítulo de este libro es un diálogo con Javier Peteiro, un diálogo que estaba destinado en principio a ser un diálogo por correo electrónico entre dos personas que se aprecian intelectualmente; pero de ahí surgió un debate muy fructífero y que ahora me parece sumamente necesario. Es muy importante que los psicoanalistas conversemos, dialoguemos con el campo de la ciencia. Por supuesto tienen que ser científicos que tengan cierta idea de qué es el sujeto de la palabra y del lenguaje que Lacan introdujo como fundamental en la experiencia psicoanalítica y que luego regresó con la primera idea sacada de la manga del objetivismo positivista que viene a borrar esa dimensión. Pero incluso en el campo de la neurociencia, me he encontrado estudiando bien la neurociencia actual, me he dado cuenta de que hay una gran división mucho más fuerte de lo que parece. Eric Laurent también se refiere a esa división, siguiendo un poco su orientación, me di cuenta que se podía estudiar muy bien ese mapa, hacer un mapping, diría Antonio Damasio, de las neurociencias actuales y ver que hay una frontera muy fina pero muy interesante entre los que pudiéramos decir que intentan localizar todas las funciones subjetivas en el sistema nervioso central, son reduccionistas a tope; y los no localizacionistas, los que se dan cuenta de que hay algo de la dimensión subjetiva fundamental que no puede localizarse en el sistema nervioso central, que es exterior a él, que actúa como una suerte de parásito al sistema nervioso central y algunos se dan cuenta de que eso es el lenguaje. Que el lenguaje como la dimensión del Otro, que aprendemos con Lacan a situar como el Otro simbólico es una suerte de parásito que parasita el sistema nervioso central modificándolo continuamente, cambiando todo el organismo en un cuerpo. Por eso he puesto organismo del lado de la neurociencia y cuerpo del lado del psicoanálisis, no son lo mismo. El cientificismo oblitera esa diferencia, piensa que todo cuerpo que pueda observar se puede reducir a un organismo; es decir, a un conjunto de elementos reales celulares y, no es así.
De ahí por ejemplo, que podamos leer a veces en los periódicos como una noticia de última hora de la ciencia actual: se ha descubierto el gen de la homosexualidad o se ha descubierto el gen del autismo, verdaderas burradas delirantes. Ningún genetista serio podría aceptar una frase de este orden, pero sobre todo el problema es que eso introduce lo que los genetistas pueden más o menos saber, introduce justamente el borramiento a esa distinción.
Para ser homosexual hay que construirse un cuerpo homosexual, no basta con un organismo, como también para ser heterosexual por otra parte. Lo que descubrió Freud muy pronto, Freud dijo que es tan complicado constituirse heterosexual o constituirse como homosexual, hay que hacer un rodeo enorme, nada en lo real del organismo determina eso, mucho menos un gen, concepto por otra parte de lo más complejo y difícil de situar. No voy a entrar en eso porque nos llevaría todo un seminario, definir y seguir las diversas definiciones que se han dado de gen desde el inicio hasta la actualidad. Pero lo que sí es seguro que no existe, ningún genetista estaría dispuesto a sostener eso, es un gen de, no hay un gen del autismo, no hay un gen de la homosexualidad como tampoco hay un gen del pelo rubio. Hay un montón de cosas entre genotipo y fenotipo, hay un montón de agujeros negros, para tomar una figura de la astronomía actual, que introducen cantidad de discontinuidades en una línea causal que nunca funciona directamente, sino que funciona más bien, como Freud descubrió, con una serie de retroacciones continuas, con una serie de líneas intermedias que nunca dan una relación causal de a a b en una línea directa. Para construirse un cuerpo hay que pasar por una serie de avatares enormes. Hay sujetos que no pueden construirse un cuerpo, por ejemplo, los niños autistas que sufren de eso, de no poder construirse un cuerpo de no poderlo localizar en el espacio tridimensional, eso no tiene una causalidad genética, puede haber predisposiciones genéticas no lo dudamos; pero el andamiaje causal que finalmente produce un sujeto autista no puede entenderse sin ese parásito del lenguaje, del que el autista por otra parte, está dando da testimonio continuamente.
Bien, primera cuestión entonces, distinguir ciencia de cientificismo, voy a decirlo un poco castizamente, no todo lo que se nos vende bajo el modo de ciencia es tal. Yo acuñé incluso un término, el de amarillismo científico, no sé si aquí en México se habla de la prensa amarilla, la prensa de primera página y es lo que desgraciadamente muchos científicos han llegado a creerse: que la ciencia es una especie de promesa absoluta de saber que, en momentos, se puede producir de una manera tan drástica y determinista, como se nos propone. Actualmente es cierto, este cientificismo se apoyaría en dos lugares fundamentalmente donde supuestamente estaría escrito el libro de la vida, una es gen, genoma humano, donde en efecto se ha llegado a avanzar muchísimo, pero donde cada vez que se da un paso más, se descubren cuarenta mil preguntas nuevas que están por resolver. Cualquier buen biólogo, siempre cito a Denis Noble, que es un buen genetista y biólogo, con el que justamente se puede dialogar, ya lo hemos hecho en muchos campos, excelente genetista que tiene muy claro que no hay una relación determinista desde gen a fenotipo; de gen a sujeto sino que hay un montón de retroacciones y que en efecto conviene estudiar los sistemas del genoma, lo que el sujeto humano recibe de su genoma como una multiplicidad de retroacciones de determinación en los que el ambiente juega muchísimo y donde (ese es un gran debate también que el psicoanálisis puede ir llevando a cabo con la ciencia actual) no está claro dónde empieza el individuo y dónde empieza el ambiente. La idea de individuo que puede parecernos tan obvia, que es consustancial a la idea de conciencia, a la idea de yo, en realidad la ciencia actual ha roto esa unidad del individuo por todas partes, no hay individuo, no se sabe dónde está el individuo. El individuo es una célula, el núcleo de la célula ¿dónde empieza el ambiente?, el ambiente empieza fuera de mi piel o el ambiente empieza ya en ese interior que son partes de mis órganos que están ya en contacto con el ambiente y modificándose continuamente.
La verdadera ciencia se hace estas preguntas, no parten de la idea de un individuo ya constituido funcionando como tal con una identidad; en absoluto podemos partir de un presupuesto tal, ahí puedo citar ya a uno de los neurocientíficos con los que estamos trabajando más en diálogo, desde que nuestro colega Françoise Anserment de Ginebra, psicoanalista miembro de la AMP, está llevando a cabo un trabajo muy interesante con Pierre Magistretti, que es un neurocientífico de cierta importancia. Trabajo que forma parte de un proyecto, que es el proyecto de intentar hacer una especie de clon del cerebro humano a partir de sistemas cibernéticos y fue Magistretti quien se dio cuenta muy pronto de que la diferencia entre un sistema cibernético y algo vivo es algo muy complicado. Pero precisamente lo que introduce Pierre Magistretti en su diálogo con nuestro colega Françoise Anserment (he podido en diversas ocasiones conversar con ellos es un diálogo muy interesante), ellos parten de la idea de que el sistema nervioso central es algo totalmente maleable, parten de una concepción que las neurociencias actuales han introducido que es la idea de plasticidad neuronal, que es muy interesante.
La idea de que las neuronas, el sistema nervioso central están en todo el cuerpo finalmente; pero sobre todo que el cerebro es un aparato plástico, es un aparato que se está modificando continuamente, no hay ningún estado cerebral idéntico al anterior en millonésimas partes de segundo. El libro de Pierre Magistretti y Françoise Anserment que también les recomiendo A cada uno su cerebro, no sólo indica que cada uno tiene un cerebro distinto; por lo tanto va a reaccionar de manera distinta a cualquier estímulo, al lenguaje mismo, sino que el cerebro de cada uno es distinto cada día; es decir, me levanto cada día con un cerebro que se está automodificando continuamente, que se está autorecombinando, auto recalculando, si queréis llamarlo así, cada día. Que, por lo tanto, no es un objeto fijo como podría ser un objeto cibernético, aunque éste también puede modificarse, cuidado. Hay objetos cibernéticos y hay ordenadores que pueden irse modificando, pero el hardware permanece. Mientras que el cerebro no, el cerebro es un organismo vivo que se va modificando continuamente y ahí la idea de plasticidad neuronal que Pierre Magistretti y Françoise Anserment introducen y que nos llevan a cuestiones muy interesantes. La primera de las cuales es que el mayor agente de modificación del cerebro, entendido como un órgano, es el lenguaje; no tanto la percepción de la realidad, no tanto los estímulos exteriores, sino el lenguaje.
Cuando hablamos no tenemos ni idea de lo que hacemos realmente como sabe cualquier buen analizante que se estira en un diván, sabe muy bien que cuando empieza a hablar no sabe exactamente que está diciendo ni que va decir; que es lo mejor que puede ocurrir pues es a partir de ahí que empieza un psicoanálisis. Si uno va con la idea de que sabe todo lo que dice no se analiza nunca; pero precisamente lo que nos indica esta observación de Pierre Magistretti y Françoise Anserment es que el lenguaje, las palabras son el agente que más modifica nuestro cerebro un momento después del otro – así que cuando ustedes salgan de aquí tendrán un cerebro nuevo gracias a todo lo que han escuchado…seguramente. Pero eso para indicarles que vivir como vivimos; existir en un campo del lenguaje como existimos sólo los humanos, nos está modificando cada día, nos está transformado cada día de una manera que ningún estímulo físico podría hacer.
Por lo tanto, es un problema enorme que se abre en el campo de las neurociencias al cual los psicoanalistas somos sensibles, es, en efecto ¿dónde está el lenguaje? Ahí no quería extenderme demasiado sin decir algunas cosas que me parecen importantes; ahí hay un gran debate en el campo de las neurociencias que me parece muy fructífero. Hay los de la vertiente localizacionista que intenta localizar el lenguaje en una zona cerebral; de hecho, eso tiene su orígenes en alguien que podemos apreciar muchísimo como es Noam Chomsky, el lingüista que ahora está trabajando en el campo de las neurociencias con muchos neurocientíficos en EEUU, con algunos problemillas que luego podemos comentar, algunos problemas serios incluso con la ley. Pero, sin duda, es Noam Chomsky quien comenzó con la idea del lenguaje como órgano, la idea de que el lenguaje es un órgano y que, además está ya escrito de alguna manera genéticamente, que de alguna manera hay una gramática profunda, para tomar los términos de Chomsky, que estaría escrita ya sea en las neuronas, ya sea en los genes y que hace que seamos sujetos hablantes.
A Lacan le pareció un delirio, lo digo tal cual, Lacan tuvo un encuentro con Noam Chomsky en el año 65 en Estados Unidos, un diálogo muy interesante y muy divertido por otra parte – parece un diálogo surrealista, absolutamente a Noam Chomsky diciendo: el lenguaje es un órgano que está inscrito en… y Lacan le dice: oiga y a todo eso, yo tengo más bien la idea de que pienso con los pies, usted piensa que piensa con el cerebro, pero qué le dice que no piensa con los pies. Chomsky salió absolutamente confundido de ese diálogo y Lacan lo transmitió diciendo: yo a veces, sí, a veces tengo la idea de que pienso más con la frente cuando me doy topes contra la pared y siento algo que puede ser.
Lacan era irónico, pero ¿qué quería decir con eso? Cuando estamos habitados por el lenguaje, cuando vivimos en el campo del lenguaje, cualquier parte de nuestro cuerpo puede pensar; por eso Lacan decía estoy dispuesto a aceptar que una máquina piensa. Ahora ¿dónde esta el saber inscrito en mi cuerpo? ¡ay! esa es otra pregunta. El saber puede estar inscrito en mi cuerpo, por ejemplo, en un síntoma sin que yo lo sepa, es un saber que me habita. Tal como descubrió Freud escuchando a sujetos histéricos, que los síntoma de conversión estaban inscritos, valga la palabra inscritos en el cuerpo, ya no en el organismo sino en el cuerpo diciendo verdades que el sujeto mismo ignoraba. Yo creo que Chomsky, bueno, Chomsky es Chomsky, es alguien que tiene una gran capacidad de pensamiento más allá de su cerebro y realmente es sensible a ciertas resonancias del psicoanálisis como también lo es Antonio Damasio.
Me he detenido en Antonio Damasio para realizar un lectura atenta de su textos porque también sabe que en algún lugar hay un saber en su cuerpo que no se puede resumir en la información de su sistema cibernético neuronal; lo sabe de alguna manera porque sueña. Y lo sabe porque cuando sueña se da cuenta de que, como la histérica cuando tiene un síntoma, ahí se articula un saber mas allá de su conciencia. Por eso con Antonio Damasio se puede dialogar, se puede dialogar con Magistretti, también se puede dialogar con Chomsky como intentó hacer Lacan, aunque también Lacan se dio cuenta de las limitaciones de ese momento, la idea cognitiva del lenguaje. La idea de que el lenguaje está inscrito como un software ya, que lo traemos de fábrica inscrito en las neuronas o en el gen: es una idea absolutamente delirante, es un delirio científico; lo digo tal cual, es un deliro que Freud tuvo. No lo olvidemos, Freud año de 1895 antes de La interpretación de los sueños, Freud escribe ese texto absolutamente maravilloso que es Proyecto de aun psicología para neurólogos que dejó en el cajón, que fue Lacan sobre todo quien finalmente lo recuperó para leerlo como convenía. En ese texto Freud qué dice finalmente: dice que las relaciones con el lenguaje están inscritas en las neuronas y si leen ese texto ahora puede parecer muy cercano a textos de Christof Koch, a textos de Antonio Damasio, a textos de las neurociencia actual; realmente está en sintonía. Por eso algunos neurocientíficos actuales lo están releyendo con sorpresa, porque Freud ahí lo que está diciendo es algo de lo que está diciendo la neurociencia actual, por eso esos textos son prefreudianos. Freud decía: pienso que el lenguaje, las cosas escuchadas, las cosas que han marcado mi vida están inscritas en las neuronas de alguna manera; entonces Freud ahí empieza a hacer toda una serie de jeroglíficos muy interesantes, la neurona a y la neurona b se juntan para producir una condensación y producir un síntoma histérico y habla del símbolo a que está inscrito en la neurona a y que se desplaza y que luego se condensa. Freud, sin saberlo, en ese momento está descubriendo los procesos primarios del inconsciente, pero pensaba que el soporte de todo este asunto era un soporte neuronal, que todo eso estaba inscrito de alguna manera en las neuronas y un buen día le dice a Fliess, su colega, su otro de los balbuceos en el campo de la ciencia: no sé cómo he podido endilgarte ese delirio, todo eso no puede estar inscrito en las neuronas ¡cuidado! Eso lo está diciendo alguien como Giulio Tononi y Gerald Edelman, dos neurocientíficos actuales, que están diciendo que el sistema nervioso no da para tanto, no puede ser que todo eso que recuerdo, que todo eso que pienso y que todo lo que es mi vida esté escrito en las neuronas, no da para tanto, es un problema de espacio ya, no cabe todo eso ahí, no cabe. Entonces Antonio Damasio ha intentado construirse un artilugio interesante por el cual no tendría que estar ya todo escrito sino que, habría ciertas formalizaciones internas al aparato del lenguaje que permitirían que todo eso cupiera en el espacio de mi cráneo.
A mí, eso me evoca un personaje literario, me evoca a Funes el memorioso de Borges. Funes – no sé si saben esa ficción borgeana tan bonita, tan atroz y tan siniestra a la vez. Funes era alguien que no podía olvidar nada. Funes era alguien que desde el primer día que nació, empezó a grabar todo en su disco duro, era un sistema cibernético impecable porque no borraba nada, no había la tecla deleite, todo quedaba ahí marcado. Pero cuando digo todo, es todo: digo ese árbol que un día vi en el bosque, digo esa hoja en el minuto uno cincuenta y tres pero también en el minuto uno cincuenta y tres y un segundo, había ido guardando en su cerebro cada detalle de lo que es lo real. Si uno se detiene a pensar eso; deja de pensar y se angustia porque es algo imposible. Pero algo de esa máquina es la que está intentado construir el Blue Brain Proyect y la neurociencia actual; es decir, un aparato cibernético que pudiera recordar, que pudiera tener escrito, inscrito lo real mapeado con algún sistema.
Psicoanálisis, sujeto y neuro-cienciasLa idea de mapping es de Antonio Damasio, entonces un sistema que permitiera reproducir lo real en un sujeto y permitiera después borrarlo por supuesto, y volver a recuperarlo de alguna manera. Ahí, hay un campo, incluso de psicoanalistas, que han intentado introducir todo el conjunto que he escrito ahí separado (neurociencias) de psicoanálisis, introducirlo por entero dentro de la neurociencia. Quien empezó con eso es un tal Max Sorn, pero se han añadido muchos incluso lacanianos; debo decir que piensan que el futuro del psicoanálisis está dentro de la neurociencia porque la neurociencia iría verificando y descubriendo en su observación los conceptos freudianos de represión, las huellas mnémicas, que todo eso se encontrara en un momento o en otro; su transcripción en el aparato de la neurociencia.
Hay ya el neuropsicoanálisis, que funciona desde hace ya algunos años, pero hay colegas incluso de la IPA, que piensan que el futuro del psicoanálisis está dentro de las neurociencia. Incluso el mismo Etchegoyen en su diálogo con Miller quien le dijo: me está siendo infiel con la más… con la del baile que más te ha seducido. Es cierto, ahí el psicoanálisis no sólo desaparece como tal, sino que además es totalmente infiel a sus principios.
Freud partió justamente de la idea de que el inconsciente freudiano no se deja atrapar en una huella inscrita en el sistema nervioso central ni en cualquier lugar que pensemos, en ningún soporte físico. Y ahí voy a introducir algo que forma parte de nuestra doctrina lacaniana desde un principio, pero que no hay que olvidar: que el sujeto que habla está habitado por lo que llamamos significantes y los significantes no son signos, no son simplemente signos. Daré un breve ejemplo muy simple, pero es el que da Lacan, signos por ejemplo, el humo como signo de que hay fuego. El signo tiene una relación unívoca entre lo percibido y el signo que utilizamos para nombrarlo o para significarlo: donde hay humo hay fuego y eso, al menos hasta el momento parece unívoco, casi diríamos de seguro. Un significante no tiene nada que ver con eso, un significante que es lo propio del lenguaje no es una inscripción en la naturaleza, sea el sistema nervioso central, sea incluso un chip o una parte de un disco duro; sino que un significante, voy a decirlo así, es una huella borrada, sólo podemos funcionar como sujetos de la palabra cuando borramos la huellas. Hay un momento en el que Lacan, en un texto de la década de los 60, Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, primero hace esa simple distinción con el reino animal. En el reino animal hay signos que están inscritos, dejan huellas y también los animales siguen huellas; pero lo que no se ha visto todavía es que los animales borren sus huellas para engañar o para significar algo a otro. Cuando alguien borra su huella, ahí hay un sujeto seguro. Es el famoso ejemplo que toma Lacan de Robinson Crusoe y la huella del pie de Viernes, el personaje de Robinson Crusoe, que pasa por la playa e incluso en la soledad más absoluta en la que se cree viviendo en esa isla. Un buen día, se le ocurre que alguien puede observarlo y lo mejor será borrar su huella y cuando uno descubre que alguien ha borrado su huella estamos seguros de que ahí hay sujeto del lenguaje, hay sujeto del significante, hay sujeto del goce y del deseo también. Ahí entran en serie todos los conceptos que utilizamos en psicoanálisis. Por lo tanto, y ahí es el gran problema de las neurociencias actuales y que Pierre Magistretti y Françoise Anserment se han dado cuenta de que, el sujeto humano no funciona por inscripciones, por huellas, no es que un acontecimiento haya marcado una huella en mi cerebro, y eso lo haga más o menos traumático y haya que modificarlo; sino que el sujeto humano, el sujeto del placer, el sujeto del goce y del lenguaje funciona por huellas borradas. Eso introduce una discontinuidad radical entre un campo y el otro: el campo del organismo de las neurociencia y el campo del cuerpo y del psicoanálisis. Así, cuando hay una huella borrada, una huella que falta, ahí hay sujeto del lenguaje.
Para que no sea tan enigmático, voy a dar un ejemplo clínico que para mí fue de un de valor inestimable, sabrán ustedes seguramente que en Madrid hubo la explosión de unas bombas terribles en los trenes que produjo una experiencia traumática y brutal en toda la ciudad, en todo el país. Cuando algo ocurre así, realmente tiene el valor de lo que Freud llamó el trauma. Nuestros colegas de Madrid montaron una red que se llamó la red del 11M (del 11 de marzo) para atender a las personas que lo solicitaron; no hicieron de psicólogos que en seguida van a sacar la verdad de lo que ha ocurrido en el acontecimiento, sino se ofrecieron como disponibles para aquellos que quisieran hablar de lo que les hacia sufrir. Muchos recurrieron para hablar de su experiencia traumática, y se encontraron con algo que para mí dio a leer algo de lo que es lo específico del psicoanálisis. Empezaron a escuchar que para cada sujeto lo importante, por supuesto había sido la experiencia brutal traumática del momento en que estalló la bomba; pero lo que quedaba, lo que se repetía, lo que volvía una y otra vez, era algo que no había llegado a ocurrir. Es decir, no pude ayudar a la persona que se estaba desangrando a mi lado porque yo mismo no podía moverme, no pude llegar a salir a tal lugar, no llegué a tomar el tren anterior que me hubiera salvado de esa experiencia traumática… Se dieron cuenta de algo que se dio cuenta Freud muy pronto que, lo traumático es lo que no llegó a ocurrir, lo verdaderamente traumático es lo que no llegó a ocurrir y ahora voy a usar una expresión profundamente lacaniana, lo profundamente traumático es lo que no dejaba de no ocurrir.
Quiero detenerme en esa gramática, porque esa gramática ninguna neurociencia podrá desintegrarla en dopaminas o neurotransmisores. Repito: lo traumático no era lo que ocurrió (que también por supuesto eso puede tener un valor traumático), pero realmente lo que aparecía como la clave de lo que había sido traumático era lo que no cesaba de no ocurrir; retornaba como una pesadilla, pesadillas reales del sujeto que se despertaba ante aquello que no había podido llegar a pasar. Ante aquello que no había podido llegar a simbolizar, que no había podido llegar a realizar; esa forma ha quedado como algo que no cesa de no ocurrir.
A Lacan le costó unos treinta años construirla para decir que lo real es eso, lo real no es lo que percibimos, lo real no es lo que pensamos percibir con nuestros ojos, lo verdaderamente real, y ahí la ciencia está de nuestro lado, es aquello que no cesa de no representarse, es aquello que no cesa de no escribirse en lo que recordamos, percibimos, etcétera. Es aquello que está profundamente borrado, pero que retorna para intentar realizarse en cada uno de nuestros pensamientos, en cada uno de nuestros sueños, en cada uno de nuestros síntomas. Esa categoría de lo real, precisamente por eso titulé el libro Lo real del psicoanálisis en la ciencia, porque ese real lo descubrió Freud con la idea del trauma vinculado a lo sexual. Precisamente es en lo sexual donde se nos hace eso más presente – hablaremos de eso después si quieren en el debate. También en el lenguaje se nos hace eso presente, se nos hace presente en nuestra vida de muchas maneras algo que no cesa de no escribirse.
Lacan dirá que si algo fue su síntoma fue eso, es interesante que Lacan diga eso, que su síntoma había sido su sinthome había sido lo real en la medida que finalmente podía escribir algo de eso que Freud había descubierto pero de otra manera. Ahí estamos en otro real que no es el real que la ciencia piensa escanear con sus imágenes de resonancia magnética, ese real no aparece en ningún escáner, ese real sólo puede abordarse a través de la palabra y del lenguaje, sólo a través de las palabras y el lenguaje las personas del 11M pudieron transmitir algo de esa experiencia traumática; les hubieran hecho cuarenta mil escáneres y eso no hubiera aparecido de ninguna manera.
A todo eso, déjenme hacer una pequeña cuña actual sobre el tema, incluso lo escribí, la ilusión cientificista se suele fundar en la certeza de que hay en el cerebelo una escritura que se da a leer, por ejemplo, en las imágenes coloreadas de las resonancia magnéticas. Eso aparece en las primeras páginas de los periódicos, se ha descubierto ya el lugar donde está el sentimiento religioso, vean los colorines azules y rojos ahí está. Cada día, no sé aquí, pero en El País un día tras otro en la primera página del periódico es un cerebro coloreado, porque es muy fascinante todo eso, forma parte de la fascinación que nos produce todavía el hombre máquina, el hombre reducido a cuestiones, a piezas observables que pueden manejarse. De pequeños todos hemos sido fascinados por Mazinger, por todo tipo de autómatas que hacen aparecer algo del orden de lo humano. La ciencia ha estado fascinada por esto.
Curiosamente, la semana pasada, en el periódico de Barcelona apareció algo, algo que voy a investigar por supuesto, les leo: los neurocientíficos podrían algún día ser capaces de escuchar los monólogos internos constantes que tienen lugar en la mente o escuchar el discurso imaginario de un paciente con derrame cerebral o con incapacidad para hablar, según el equipo de investigadores de la Universidad de California Berkley (EEUU). El trabajo llevado a cabo por los laboratorios de Robert T. Knight en Berkley y Edward F. Chang en la Universidad de California San Francisco ha sido publicado por PLoS Biology, esto es de hace quince días.
¿En qué consiste esto?, los científicos han logrado descifrar la actividad eléctrica en una región del sistema auditivo humano llamada circunvolución temporal superior, es algo que está claramente localizado en el cerebro. Al analizar el patrón de actividad de estas áreas fueron capaces de reconstruir las palabras que los sujetos escuchaban en una conversación normal. El tema tiene su enjundia; es decir, observando los pulsos eléctricos producidos a nivel neuronal se podría reconstruir lo que un sujeto ha escuchado, no sólo eso; sino también lo que está pensando lo cual es más ciencia ficción, más seductora, pero estamos en eso.
Las neurociencias actuales están apuntando a este campo, pero fíjense ustedes, ¿cuál es el fundamento de eso? La siguiente observación se refiere a uno de los investigadores Brian Pasley que habla de lo que es la codificación del habla, es decir, del lenguaje. Aquí lo que está en juego: qué es lo que de la palabra deja una huella en el sistema nervioso. Lo interesante es lo que sigue – todavía no lo he hecho en el artículo original, voy a hacerlo porque como les digo creo que conviene que nos informemos sobre cuáles son las cosas que se van haciendo en estos campos. Pasley probó dos métodos diferentes para adaptar los sonidos hablados al patrón de actividad en los electrodos. Los pacientes oían una sola palabra y Pasley utilizaba dos diferentes modos computacionales para predecir la palabra, basándose en las grabaciones de los electrodos. El mejor de los dos métodos fue capaz de reproducir un sonido bastante cercano a la palabra original. Lo que se pudo hacer fue reproducir un sonido a partir de los impulsos eléctricos detectados en el cerebro es decir ¿qué se pudo reproducir? Se pudo reproducir un significante, lo que llamamos significante como materia, soportada en una materia fónica que incluso se podría traducir en impulsos eléctricos, ¡¿por qué no?! En realidad este aparato ya está inventado. Yo qué estoy haciendo aquí, sino transmitir a través de impulsos eléctricos ciertos significantes que están llegando a ustedes más allá de mi cuerpo y tienen un soporte físico muy concreto mediante las ondas fónicas que están llegando a ustedes. Ondas fónicas que un físico todavía está pensando como están hechas. No es tan simple, como tampoco la materia en juego en este asunto es tan simple. En todo caso admitamos que hay un soporte físico que está funcionando y lo que transmite es eso, significantes, pero no significados; transmite significantes, transmite soportes materiales que pueden estar localizados donde ustedes quieran.
Y ahí me gustaría encontrarles un párrafo de Lacan del año 53, que es muy anticipador respecto a eso para entrar en diálogo con estos colegas neurocientíficos. Si no lo encuentro se los voy a dictar de memoria – porque casi me lo sé de memoria. Lacan está haciendo una conferencia justamente como yo aquí y dice: ¿dónde está el lenguaje? Partamos de la lingüística estructural, el lenguaje está hecho por significantes. Bueno, aquí tienen tres kilos de significantes, significantes, los que quieran, se están transmitiendo aquí en su soporte y dice lacan: por qué tenemos la idea de que los significantes están alojados en nuestro cerebro con la excusa de que como no pueden estar en otro lugar tendrán que estar aquí, pero ¡no!. Resulta que el lenguaje, que es el gran descubrimiento freudiano, que Lacan traduce como el inconsciente está estructurado como un lenguaje; es la idea de que el lenguaje está en todas partes, pero ¿por qué? Ahora diré porqué: el lenguaje es el lugar, el lenguaje mismo es el que hace posible que estemos en un lugar y no sólo que vivamos como un cuerpo sin lugar. Si hay lugar simbólico, si el Otro de la palabra existe es porque el significante introduce esa dimensión del Otro del lenguaje como lugar; eso quiere decir que el lugar no hay que buscarlo necesariamente en el cerebro, por supuesto que también hay aparato del lenguaje en el cerebro. Pero Freud se dio cuenta muy pronto el sprache apparat, el aparato del lenguaje, el aparato psíquico me está rodeando continuamente, estamos habitando, estamos viviendo sumergidos en un campo del lenguaje, y pensar que en el cerebro está todo localizado ahí, como Freud dijo, es un delirio. Porque hace abstracción de todo lo que es exterior. Me interesaba decirles que cada vez más neurocientíficos están diciendo esto mismo.
Hay dos autores Edelman y Tononi El universo de la conciencia, se los recomiendo para estudiar los imapasses a los que llegan, publicado en editorial Ariel, mi memoria externa me sirve; voy a citar casi de memoria los textos. Pero van a ver que Edelman y Tononi, después de un largo estudio sobre la conciencia, cuando llegan a la idea de que la conciencia no puede localizarse en ninguna parte del cerebro, que a todo lo más que el hecho de que yo me represente como consciente para mí mismo es un efecto siempre de una relación con el exterior, con la alteridad. Sin saberlo descubren algo del estadio del espejo lacaniano, que sólo hay constitución del yo a través del exterior de la imagen especular. Al final de su texto llegan a decir que la conciencia seguramente no puede ser objeto científico. La conciencia es un objeto que se hurta como objeto científico, en las condiciones actuales de la ciencia, nos introduce algo que en cada persona – la expresión es de ellos -, es comparable a nada. Es decir, no podemos hacer ningún estudio comparativo de una conciencia en relación a otra. Eso es interesante para nosotros, los psicoanalistas, que siempre estamos hablando de la clínica del uno por uno, del sinthome como lo más singular, como aquello que no se puede comparar con nada. El largo estudio de Edelman y Tononi (son de las década de los 2000), como otros que actualmente se pueden leer y hay algunos que están abundando más en esa idea, terminan precisamente diciendo que tanto el lenguaje como la conciencia no son localizables en el sistema nervioso; que en realidad estamos sumergidos en ese universo, más que pensar que lo tenemos localizado en nuestro interior. Interior que, por otra parte, siempre es dudoso. No estén muy seguros que tienen un interior corporal tan claro, muchos sujetos saben que su interior no está tan localizado como nos podría hacer pensar una vana psicología del entorno y el medio.
Bien, en efecto, Lacan de los cincuenta había tenido ya claramente esa idea de que el lenguaje es exterior a nosotros; de hecho, estamos en ese exterior y ese Otro, ese Otro del inconsciente estructurado como un lenguaje por eso es Otro, no es uno. Por eso, está como una alteridad radical a cualquier idea de individualidad que podamos tener y que, es fundamental entonces estudiar los modos simbólicos del lenguaje. Este mismo artículo que les decía, un articulo semejante, una constatación interesante era la de que las mismas áreas cerebrales se disparaban, como dicen ahora, las mismas neuronas se disparaban y se iluminaban cuando yo me quemo con la taza de café o cuando mi pareja me dice que me ha sido infiel. Es interesante eso, es decir, que las dos pueden producir el mismo efecto en lo real. Entonces los neurocientíficos dicen que tenemos que empezar a tener la idea metafórica de daño; es decir, que el daño no es sólo físico sino que el daño que me puede producir una palabra es tan real para el sistema nervioso central como el quemarse con una taza de café. Por lo tanto, hay que empezar a entender por qué vivimos en un mundo metafórico del lenguaje, en efecto, eso es el Lacan de los años cincuenta.
Empecemos por ahí, comencemos a estudiar seriamente lo que es el lenguaje como sistema simbólico, empecemos a estudiar lo que aquí en el libro, retomando una expresión de Jacques Alain Miller llamó las logociencias. A las neurociencias debemos articular hoy como un estudio fundamental las logociencias; es decir, las ciencias del logos, las ciencias del lenguaje, lo que desde los griegos había de llamarse logos y que no es, sino ese mundo del lenguaje en el que estamos sumergidos, que determina incluso cómo observamos y cómo conseguimos nuestro propio organismo.
Y ahí vuelvo a repetir una cita, para concluir ahora sí, que está como exordio en ese libro de Javier Peteiro que les evocaba, es de un poeta – siempre los poetas nos llevan en estos asuntos la delantera, que un poco tú, Viviana, has evocado también en tu introducción y me parece siempre una buena guía para orientarse en este mundo de vínculo de psicoanálisis y neurociencias cuánto saber hemos perdido en conocimiento cuánto conocimiento hemos perdido en información.
Si reducimos el saber a conocimiento cognitivo y el conocimiento a su vez a un asunto de mera información inscrita en un disco duro, perdemos lo más inherente al ser humano que Freud descubrió como el saber inconsciente. Concluyo aquí y espero sus preguntas y sus observaciones.