Existe el psicoanálisis puro y el psicoanálisis aplicado. ¿Dos formas de psicoanálisis? A primera vista daría esa impresión. En el Proyecto de la Declaración de los Principios de la Práctica Lacaniana reclamamos “nuevas alianzas entre el psicoanálisis puro y su forma aplicada”, advertimos que “la supervivencia del psicoanálisis depende de su capacidad de transformación, de su avance en el campo social y de su inserción en el campo institucional”, que podemos “practicar el psicoanálisis fuera del discurso analítico en sentido estricto…” Sin embargo J. A. Miller, en su conferencia dictada en Comandatuba, Brasil, señala “…salvo error de mi parte, la diferencia entre los dos psicoanálisis se halla ausente en la última enseñanza de Lacan”
El psicoanálisis puro, podemos decir, es el psicoanálisis. El psicoanálisis, en tanto produce, al final, un psicoanalista, no un practicante; producto que puede ser verificado en el dispositivo del pase. Es con y por el psicoanálisis puro que se lleva a cabo la formación del analista, el advenimiento de un analista a partir de la posición inicial de analizante. ¿Se puede saber, a priori, que un sujeto en análisis devendrá analista al final del recorrido analítico? No. El psicoanálisis puro es la pregunta por lo que es un psicoanalista.
El psicoanálisis aplicado es, como señala Miller, el que concierne al síntoma. Es el psicoanálisis aplicado al síntoma, al tratamiento, a la terapéutica del síntoma. Es el psicoanálisis que plantea la pregunta por la práctica del analista. ¿Dónde, cómo, cuándo y por qué se aplica el psicoanálisis? Hoy, más que nunca, existe el espacio, la oportunidad y la problemática, para comprobar la eficacia de la práctica psicoanalítica aplicada al tratamiento de síntomas que dan cuenta de un real difícil de tramitar.
Es justamente aquí, en este punto, donde el psicoanálisis de orientación lacaniana está llamado a hacer lazo social. Y hacer lazo implica, de entrada, dos lados. Nuestro lado, el del psicoanálisis de orientación lacaniana, viene dado por los principios que rigen la práctica lacaniana y las condiciones de su aplicación. Desde este lado no es posible diferenciar al psicoanálisis aplicado del psicoanálisis puro. Lo fuese, si no existiera la presencia en la experiencia, del analista practicante, en formación.
La clínica contemporánea, las nuevas formas en que se presenta el padecimiento del sujeto, pone a prueba la aplicabilidad del psicoanálisis y confronta al analista ante la responsabilidad, el desafío de responder eficazmente, con formas novedosas, y con el reto de mantenerse dentro de los principios que dan marco a la acción propia del psicoanálisis.
Pero, ¡IMPORTANTE!, ni el puro, ni el aplicado, son psicoterapia.
Todo esto y más, sin duda alguna, merece ser investigado.