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Comer: la enfermedad del siglo

Comer: la enfermedad del siglo

Patrick Monribot

Viviana Berger: Inauguramos, entonces, con esta conferencia el ciclo de actividades que nuestro invitado proveniente de Francia, específicamente de la ciudad de Burdeos, Patrick Montribot, desarrollará en el seno de nuestra delegación – la NEL-México.

Como les decía, es un ciclo de actividades que está conformado por esta conferencia primera; luego le sigue por la tarde, a las 18.30 hs, en este mismo salón, el Encuentro de Biblioteca, que en este caso va a ser muy especial, por lo novedoso y vanguardista de la presentación que tendremos. Pues Patrick hará la presentación de un libro muy particular, que es el libro Vida de Lacan, de Jacques Alain Miller, que acaba de ser editado en Francia en septiembre – pero del que también ya tenemos la versión en español – y es, podemos decir, una de las «perlitas» del huracán del «septiembre lacaniano» francés – pero que también ha tenido sus repercusiones en el mundo, a propósito de cumplirse los 30 años del fallecimiento de Jacques Lacan. Ya conversaremos en detalle sobre todos estos aspectos en la tarde y seguramente, Patrick sabrá transmitirnos su vivencia in situ de todo esto, a más de su puntuación, claro está, sobre el texto.

El trabajo continúa el día de mañana, con un Seminario, en el cual PM abordará y trabajará en detalle un tema fundamental de la clínica psicoanalítica y el diagnóstico diferencial, que es La neurosis obsesiva – actividad que se llevará a cabo en el auditorio de la Casa Refugio Citlaltepetl, en la Condesa.

Patrick Montribot es médico psiquiatra, psicoanalista en Burdeos (Francia). Es miembro de l’École de la Cause Freudienne (ECF), de la New Lacanian School (NLS) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Fue AE de la ECF desde 1999 hasta 2002. Miembro del consejo de la ECF entre 2002 y 2004. Y autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas.

Nos va a hablar entonces, en la conferencia de hoy sobre: «Comer, la enfermedad del siglo».

El título me produjo un «choque» bastante fuerte – pues presenta el COMER como una ENFERMEDAD.

A propósito de lo que les comentaba, del septiembre lacaniano estuve en Francia recientemente para vivir de cerca algo de esos eventos y participar de las Jornadas de la Escuela de la Causa Freudiana – donde por cierto, tuve la oportunidad de conocer entonces, a Patrick, antes de su llegada a México. Y debo decirles que una de las cosas que me llamó muchísimo la atención, más que otras veces – y fuera de lo vivido profesionalmente -, una de las cosas que más me llamó la atención, ya más del orden de eso que uno vive como extranjero -, y que me encontré repitiendo muchas veces en mis relatos respecto del viaje, fue la pasión, el gusto, podría decir, el deleite francés con la comida. No sólo en lo exquisito, en lo gourmet del paladar, y de los manjares que se comen en los bistrots, en los locales de comida, en la forma en que presentan cada cosa, como si fueran «joyerías, las chocolaterías, etc. Sino que además, del paladar, hay un gusto también en el hablar de la comida, de las recetas, de las combinaciones de los elementos, los sazonados, los vinos que acompañan los platos, etc.

Entonces, me pregunto, ¿cómo es que eso que es, sin duda, un deleite oral, que pasa por degustar el objeto y por hablar del objeto, se transforma en una enfermedad?

Patrick propone en su título, un enfoque de todo esto en relación al siglo. O sea que habría algo del nuevo orden simbólico del siglo XXI (que será el tema del próximo congreso de la AMP, para abril del 2012 en BA) que tiene que ver con este desplazamiento del comer como un placer oral al comer como una patología. Lo cual nos lleva a una reflexión sobre las características del discurso imperante de las tecnociencias y las consecuencias del desfallecimiento del Otro como lugar de la palabra, en su dimensión de lo simbólico, a nivel del sujeto.

Veremos entonces, cuál es la propuesta del psicoanálisis en tanto respuesta al malestar de la civilización y en tanto «cura» para la anorexia.

 

Comer: la enfermedad del sigloPatrick Monribot: En nuestro siglo, el vínculo social ha cambiado por múltiples razones. De hecho, el « malestar en la cultura » descrito por Freud, ha tomado otra cara, modificando a su vez la clínica « psi ». Dicha clínica trata el malestar que, recordémoslo, no afecta sólamente a la cultura de manera universal, sino que también causa estragos en el corazón de cada sujeto.

Precisemos nuestro propósito: el sujeto, en tanto que sujeto del inconsciente, constituye una respuesta del ser hablante frente a ese estrago. En el fondo, con el sujeto, se trata de una especie de defensa, de autotratamiento subjetivo más o menos bien logrado. En efecto, tener un inconsciente, tener una subjetividad, es ya una defensa frente a lo peor… Excepto que la respuesta es también problemática. El sujeto es a la vez remedio y sufrimiento.

Nuestra sujetividad en tanto que defensa es entonces plástica: varía en función de la época para afrontar las nuevas formas de lo imposible de soportar, para afrontar lo que los analistas llaman lo « real ». He ahí por qué la clínica del sujeto evoluciona con su tiempo. Cuando el malestar cambia, la clínica es a su vez modificada. ¿Cuál es ese cambio? (o ¿En qué consiste este cambio?)

A partir de 1938, el Doctor Lacan observa una decadencia de la « imago paterna ». Dicho de otro modo, la función paterna ya no está en el cenit del orden social. El famoso significante del « Nombre-del-padre » que organizaba la sociedad desde hacía siglos –como lo hizo valer la religión católica –pierde su gran influencia. El orden simbólico ya no es lo que era antes, por ejemplo, entre otras consecuencias, tenemos la decadencia de los Ideales. Esto da el extraño sentimiento de que los valores que formaban nuestro mundo ya no son operativos.

La pertinencia del psicoanálisis
La pertinencia concreta del psicoanálisis de hoy exige comprender el punto siguiente: si la función del ideal cae, el objeto toma la delantera en la escena, principalmente el objeto de consumo. La gran ceremonia de la semana ya no es la misa del domingo sino el supermercado del sábado, e incluso en domingos señalados están abiertas las grandes superficies como «El Corte Inglés» (por lo menos en España).

En particular, el objeto oral siguió esta pendiente hasta tal punto que comer se ha convertido en la expresión de un sufrimiento moderno. En sí, el asunto no es nuevo, pero lo que sí es nuevo es la verdadera epidemia de « trastornos del comportamiento alimentario » que se convierte en un problema agudo de « Salud pública ». Aquí, empleo a propósito una serie de términos bien anclados en el discurso de la modernidad – « trastornos », « comportamiento alimentario », « Salud pública ». Se trata de desglosarlos con el fin de reintroducir una complejidad para que la falsa evidencia de un uso banalizado no termine por ocultar. ¿Qué hay detrás de un « trastorno alimentario » ? ¿No se trata más bien únicamente la dimensión simplista de un error de comportamiento? Y sobre todo, ¿qué consecuencias prácticas tiene eso sobre el tratamiento? ¿Cuál es la incidencia sobre la eficacia? Para ilustrarlo, como siempre en psicoanálisis, tomaremos un caso particular.

Voy a hablarles de una joven anoréxica que después de haber recibido una cierta variedad de asistencia médica poco eficaz, se presentó a un analista. El interés de este caso es el de permitirnos un enfoque crítico –en el sentido noble del término- del tratamiento de los trastornos alimentarios.

La propia denominación –« trastornos alimentarios »- plantea ya el problema del sujeto: no se trata un trastorno alimentario como un abceso dental. Tomar en cuenta al sujeto es esencial en la empresa. Por otro lado, un trastorno como ese no se trata como en medicina –es una constante en psicopatología. ¿A qué llamamos un sujeto ?

El Doctor Lacan le dio un estatuto preciso. No es ni la persona ni el individuo. Es el sujeto del inconsciente, en tanto que una parte de nosotros mismos nos tiende una trampa –y nos la tiende aún más puesto que se nos escapa. Somos víctimas de nuestro inconsciente, y ese « efecto sujeto » complica la cuestión del tratamiento.

Cierto, lo hemos dicho, las manifestaciones subjetivas tratan ya un insoportable –veremos cuál es en este caso preciso-, pero son ellas mismas la causa de un sufrimiento redoblado, lo cual es una buena razón para ir a tocar a la puerta del analista. Se trata de saber hacer con ello, pues el sujeto es ante todo el principio activo del tratamiento esperado. Hay que pasar por el sujeto para curar. Resultado: la terapia no es reductible a una simple rectificación ortopédica de conductas erróneas ni al arreglo cerebral de un flujo molecular estropeado. No estoy hablando de un desprecio, ya que las medicinas son con frecuencia indispensables para ciertos estados, en ciertos momentos, y sabemos utilizarlas cuando es necesario. Pero ello no podría ser suficiente para un resultado durable. La eficacia peremne exige la movilización del sujeto y la resolución de su deseo enigmático.

Ahí está precisamente la dificultad de nuestro trabajo. El sujeto no se atrapa con una astucia técnica enseñada en los libros: primero, el sujeto debe mostrar la «punta de su nariz» en la transferencia, implicación siempre singular, que no se parece a ninguna otra. En segundo lugar, es un asunto de respuesta del practicante. Es un asunto de tacto y de invención siempre renovada –lo que vale para uno no vale para el otro y tampoco valdrá en la sesión siguiente.

De ahí la dificultad de generalizar el acto psicoanalítico, a hacer de él un método. Cada vez se trata de una creación que apunta a despegar el sujeto que sufre de un goce tóxico –en este caso, oral. Comprendemos que ese tipo de intervención, cada vez inédita, sea un problema frente a la exigencia moderna de los protocolos formateados. La cosa es inherente a la esencia misma de nuestra eficacia. Hay reglas en una cura, cierto, pero el acto analítico no puede ser codificado por adelantado como una referencia técnica. Reposa en lo imprevisto, lo inesperado, la invención. En este sentido, es asunto de ética como los filósofos lo saben desde hace tiempo. En cierta forma, podemos decir que la ética del acto descompleta la técnica de la acción. La invención singular no es una aplicación en cadena.

Esto trae una dificultad suplementaria a nuestro campo. Desde el punto de vista empírico, la eficacia debe ser mostrada cada vez. Digo bien « cada vez » : los efectos de una cura deben ser siempre considerados caso por caso. No podemos apoyarnos en la garantía gratificante de las validaciones estadísticas pre establecidas –a causa de las razones que he dicho. Es agotador, comenzando por nosotros, los analistas, ¡pero es así! Nuestra legitimidad es construida sobre el testimonio renovado, uno por uno, sin cesar –y no sobre la validación estadística.

La función del síntoma
En un caso como el que vamos a examinar, ¿cuál es la estrategia apuntada en la cura analítica?

Eso depende evidentemente de la estructura del sujeto. Una histérica que rechaza comer no tiene nada que ver con una persona psicótica no desencadenada que intenta prevenir la explosión de su psicosis mediante una anorexia. Los analistas saben bien que el fenómeno aislado, en tanto que trastorno, no vale nada sin un saber sobre la estructura de donde surge. Muy frecuentemente, ese saber no es dado en un primer momento. Se revela únicamente en una clínica de la palabra, y la mayor parte de las veces, gracias al color de la transferencia. Con frecuencia, observé que el diagnóstico se precisa no antes sino durante el tratamiento. A veces incluso, se esclarece en forma tardía: se hace gracias a pequeños detalles transferenciales.

Una vez establecida esta localización, es esencial apostar sobre la función del síntoma. Si el psicoanálisis no es hoy obsoleto, si responde concretamente al malestar contemporáneo, a una clínica en la que el objeto de goce inmediato reina–lo que es verdad en los trastornos alimentarios-, es porque se apoya en el síntoma. Esto merece una breve explicación antes de los trabajos prácticos.

Es crucial no eliminar demasiado rápido un síntoma, (salvo por supuesto si la vida de la persona está en juego en lo inmediato). ¿Por qué? Porque la dificultad no tardaría en volver a venir bajo la forma de recaída o bajo otra mascara aún mas grave. Primero, es necesario el tiempo para que el trastorno del comportamiento deje de ser considerado como una simple desviación del individuo, para que tome el valor de un síntoma psíquico. Es complicado. El analista debe poder intervenir en el buen momento con el fin de hacer aparecer dicho trastorno por lo que es: una respuesta activa del sujeto frente a un enigma que llama a la elaboración de un saber. Un acontecimiento que implica al sujeto.

Entonces, solamente con esta condición, podemos decir que la anorexia hace síntoma para el sujeto. Dicho de otro modo, a partir de entonces, el sujeto es puesto en juego en lo que le ocurre de otra forma que mediante una simple culpabilidad. Es una etapa crucial pues el síntoma –y no el trastorno de una conducta– es el único material sobre el cual podemos trabajar para tener resultados durables.

A partir de entonces, la etapa siguiente consiste en imponerle cierto metabolismo: pasar del síntoma como disfuncionamiento al síntoma como funcionamiento. Eso, ¿qué quiere decir? El síntoma de la salida de análisis ya no es, por supuesto, el mismo que el de la entrada, ¡felizmente ! Se trata de una formación sintomática diferente, menos costosa en término de dolor… Dicho de otra manera, no es un síntoma en el sentido médico del término. Pero es indispensable que algo perdure de la función sintomática para tratar el goce incurable –aquí, para tratar el objeto irreductible de la pulsión oral. Pues bien, para ello es necesario el tiempo de una cura. Se trata de obtener a modo de conclusión un nuevo síntoma que no sea una cruz a cargar como un Calvario, pero que sea un motor para avanzar en la vida.

Guardemos esto en mente : la función curativa del síntoma transformado hace de él una necesidad de estructura. Orienta la práctica analítica moderna que no es exactamente igual que la de los tiempos de Freud. En el fondo, el síntoma no es únicamente un parásito a erradicar cueste lo que cueste! Puede a veces ser una manera de vivir mejor y de otra forma, por poco que haya sido puesto a trabajar en el análisis.

Por ejemplo: Tomen el caso del niño que se pone en peligro, que sufre de una angustia espantosa, que golpea, que no fija la atención, y que nadie más lo soporta. Después de varios meses de trabajo analítico, un síntoma nuevo aparece, mucho menos soportable para la mamá: se hace pípí en la cama – él que fue muy limpio desde muy temprano. Al mismo tiempo, curiosamente, se pacifica en el vínculo social hasta el punto de no parecer tan loco como se hubiera pensado al principio. Pues bien, ese niño construyó un síntoma enurético, un bricolage que le permite un amarre de sus pulsiones, y la instalación sobre su cuerpo de un lugar de inscripción para su libido en exceso. Es un acontecimiento del cuerpo donde se condensa el goce loco –ese que invadía sus comportamientos.

A pesar de la insistencia maternal (legítima), el analista evitará, por lo menos al principio, reducir cueste lo que cueste ese síntoma que es ya, él solo, un progreso, un hallazgo del niño, un tratamiento del estrago pulsional que lo asediaba. En ese caso, la erradicación demasiado rápida de esta defensa sería una catástrofe. Hay que saber esperar.

He ahí el conjunto de razones por las cuales elegí presentar un caso muy contemporáneo que someto ahora a su reflexión. Por supuesto, propongo desplegar la lógica del caso y mostrar cómo trabaja un analista.

Lo oral
Curiosamente, la hija no vino a ver el analista a causa de la anorexia que alimenta la preocupación familiar, dicha anorexia no hace síntoma para ella en lo absoluto. Viene a consultarme a causa de la crisis de angustia que los medicamentos ansiolíticos no logran reducir, verificando así que el tratamiento de la ansiedad no es el de la angustia.

Las primeras sesiones son por otro lado consagradas a hablar de la angustia, bajo una forma divertida cuando conocemos su problemática anoréxica. Los días de fuerte angustia, comienza las sesiones con un frase invariable, muy utilizada en francés, muy popular, para describir su estado: «Hoy, no estoy en mi plato» –lo cual quiere decir: «hoy no es mi día, o no estoy en mi salsa, (haciendo referencia a la comida, es decir, la salsa que está en el plato). Por casualidad, la expresión francesa hace resonar lo oralidad… Dicho esto, ni una sola palabra sobre su anorexia.

Sin embargo, es cierto que no come casi nada y que ha adelgazado mucho. Incluso ha seguido un curso conductual en el hospital en el que desde entonces ella consintió al viejo negocio clásico – «Tu cepillo de dientes contra un kilo, un permiso para salir a cambio de una comida completa, etc.» El problema del contrato es que solicita en el sujeto una instancia feroz, el superyó, del cual conocemos el pronóstico: un kilo ganado hoy, dos perdidos mañana de ¡manera segura!

El panorama es el siguiente. Ella es hija de carnicero, hermana de un fiambrero, su madre vende pan, y ella es anoréxica. Pero no es un síntoma para ella.

Más bien, se queja de estar dispersa en sus elecciones de vida: es también una razón para venir a verme. Se encuentra en una errancia en el plano afectivo y profesional. Estudiante en sociología, no encuentra allí lo que quiere. Un día, después de varios meses de cura, aprueba el examen escrito. Falta sólo pasar la prueba oral para ser admitida. Algunas horas antes de la hora fatídica, pide verme con urgencia, la recibo pues una angustia importante transpira en su voz. En efecto muy angustiada, no puede decir casi nada en el curso de esta entrevista improvisada, sino solo una frase repetida a propósito del examen. Ella repite «El oral me angustia!». A lo cual yo respondo: «Muy bien! Eso está bien dicho, es suficiente hoy…» Fue una sesión corta.

La interpretación es simple: subraya la calidad de su «bien decir» bajo la forma de un equívoco aparecido en sus propósitos. En efecto, una dualidad emerge en su corta frase entre inquietud y angustia: el examen oral la preocupa excesivamente, lo cual debe sin duda situarse en el rango del trastorno ansioso, pero acaso ¿no está, primero que todo y desde siempre, angustiada por lo oral, en el sentido de la pulsión oral? «Lo oral me angustia»…

Esta interpretación minimalista es válida en psicoanálisis pues introduce un corte semántico. Pone en valor otra cosa que lo que el sujeto quiso decir. Es muy distinto que decirle, por ejemplo : «Pero no, querida amiga, todo va a salir bien, el examen no es tan terrible, usted estudió mucho. Repita entonces veinte veces: «lo voy a lograr, lo voy a lograr…» – lo que sería la solución conductual del asunto. Aquí, no se trata de eso.

Justo al salir, parece más tranquila, podríamos haberlo dejado allí. Sin embargo, me viene la idea de querer darle ánimos. Cedo entonces a una tentación caritativa que sin embargo denuncio cada vez que puedo… Estrechándole calurosamente la mano -y este gesto es importante para lo que seguirá -, la invito a defender sus intereses universitarios, dirigiéndole una frase de apoyo, bajo la forma de una expresión popular muy utilizada en francés: «Pues bien, digo, ánimo! Defienda bien su bisteak!» («Defender su bisteak», es una expresión muy usual….) Evidentemente, es una frase particular cuando sabemos que ella no come y que su padre es comerciante de bisteak. Su respuesta fue inmediata y pertinente: «Eso es el colmo para una hija de carnicero!» Finalmente, metió al padre en el asunto.

Esta intervención ¿vale como interpretación? En el momento, la consideré como un error, un resbalón hacia el apoyo psicológico. Sin embargo, las palabras empleadas a pesar mío, tendrán una eficacia incalculable: hacer entrar su anorexia en la escena analítica, después de varios meses de tratamiento.

En psicoanálisis, hay que saber ser paciente. Más exactamente, ella va a poner en la escena de la cura el cuerpo, de diferentes maneras.

En primer lugar, una primera respuesta se presenta de forma muy real. Ella ya no podrá ni querrá estrecharme la mano ni al principio ni al final de la sesión. No sabe por qué – (Recordemos: fue estrechándole la mano que yo le había dado ánimos). Es un rechazo del cuerpo, que ella actúa en el nexo con el analista, allí donde ella no puede hablar claramente de su transferencia negativa. ¿Qué ocurrió?

Comer el bebé
En la sesión siguiente, trae otra respuesta a mi intervención bajo el modo «el inconsciente interpreta», según la fórmula de Jacques Alain Miller, es decir, con una formación del inconsciente. Tuvo un sueño de comida que la intriga, otra forma de traer el cuerpo en la transferencia –mediante el sueño. Está sentada en la mesa con sus padres. Después de haber comido las entradas, su madre le dice: «Ve a buscar el bebé en la nevera». Ella obedece y lo trae en una bandeja. En el momento de cortar como se cortaría un ave, el bebé se lanza sobre ella para comérsela. La angustia la despierta brutalmente y la paciente piensa: «Me mordió». Podemos hablar de una primera asociación a propósito del sueño.

¿Qué nos enseña este sueño?

En efecto el inconsciente interpreta, pues el deseo que sostiene esta formación del inconsciente no es otra cosa que la interpretación del deseo del Otro -aquí del analista- del cual el mensaje («Defienda su bisteak») se le devuelve en el sueño, bajo una forma invertida; como si ella me dijera : «Quieres un bisteak? Muy bien! Es ese también mi deseo! Hago un sueño que no dejaré de traértelo…»

Ella nos enseña que el deseo inconsciente del sujeto analizante está siempre construido a partir del deseo del Otro, verificando el aforismo lacaniano: «El deseo es el deseo del Otro».

Este episodio es también una enseñanza sobre la estructura de la paciente, y más precisamente sobre la lógica histérica. En efecto, si el Otro, el analista, nombra algún deseo soltando un solo significante, – bisteak-, aunque haya sido dicho rápidamente, justo en la puerta, el sujeto histérico lo transforma inmediatamente en demanda por parte del Otro. Ella carga a sus espaldas esta demanda supuesta: hace un sueño. Esto para señalar el poder de sugestión del significante.

Excepto que el bisteak del sueño es un poco particular. Es un bebé regalado al Otro –el Otro bajo todas las formas posibles.

Primero, el Otro parental hambriento, en particular la madre que reclama su plato favorito. El bebé es regalado a su glotonería –en el sueño es la madre quien le pide ir a buscarlo.

Luego, es regalado como respuesta al analista quien milita por la defensa del steak: es por ello que este sueño es ante todo un sueño de transferencia.

Sin embargo, su gran ventaja es que deja ver la posición subjetiva del analizante: el «bebé-bisteak» regalado en la transferencia, es ella. ¿Qué es lo que permite afirmar eso?

El final del sueño, en el que «es mordida aquella que creía morder»! El bebé que todos iban a comer se precipita para devorarla, a ella. Es el comedor quien es comido. Recuerden su frase para explicar su malestar cotidiano: «No estoy en mi plato»… Pero que encontramos en el plato, en la bandeja? El «bebé-bisteak» como parte de su ser. Vemos conjugarse eso que Lacan llama la «gramática de la pulsión»: morder, ser mordido, hacerse morder, etc. No hay duda: ella es el bebé prometido a la voracidad del Otro maternal. En el fondo, este sueño denuncia un punto de estrago entre la madre y la hija, y de una cierta forma, ese punto emerge en la transferencia, puesto que, no lo olvidemos, se trata de un sueño de transferencia…

A la pregunta «¿Qué me quiere el Otro?», la respuesta es así doble: hay un lado significante y un lado objeto, con una diferencia entre los dos.

El lado significante puede nombrarse mientras que el lado objeto – «¿Qué objeto soy yo para el Otro?» -, no puede decirse por definición, y escapa al significante.

Del lado significante, el Otro quiere «bisteak», se lo dice en la puerta, él mismo le surte el significante amo -el S1 como dice Lacan.

Del lado objeto –ese que ella es para el Otro-, se propone, como lo muestra su sueño, en tanto que bebé como objeto de consumo, como objeto a minúscula.

Detrás de un significante tomado prestado al analista –bisteak-, ella propone su cuerpo a la glotonería del Otro. Encontramos aquí las dos vertientes del inconsciente subrayados por JA Millar: el inconsciente transferencial, compuesto por los significantes, y el inconsciente real, es decir la pulsion. Así, como lo quiere la estructura, ella responde al enigma del deseo del Otro con un fantasma fundamental inconsciente, del cual nos da una idea: «El Otro quiere comerme…»

Del fantasma a la pulsión
El fantasma dice mucho sobre el vínculo al Otro maternal. En ese caso, el fantasma fundamental puede aparecer porque está articulado a la transferencia –con este sueño que el fantasma inspira. El sujeto aloja allí una parte de su ser y de su goce inconsciente.

Del lado de su ser, es: «Soy un bebé».

Del lado del goce pulsional, se trata de: «devorar – ser devorada».

Pero la totalidad de la actividad pulsional no está capturada dentro del fantasma fundamental. El inconciente real no puede alojarse en el fantasma. El escenario del fantasma no contiene todo su ser de goce, su ser pulsional. Una parte de ella misma permanece así inasimilable en el fantasma.

En efecto, una parte del ser y del goce desborda del cuadro regulador del fantasma. Es una parte no representable en el escenario del sueño, pues es una parte que, por definición, hace un agujero en las representaciones psíquicas, incluso en las del sueño. Ese agujero, es lo que Freud llama el ombligo del sueño y lo que Lacan llama el objeto a. Frente al agujero irreconciliable con el sujeto, la paciente se despierta. El sueño se transforma en pesadilla: se despierta cuando encuentra un real irrepresentable.

Es el contrario del sueño que es el «guardián del dormir» como dice Freud. Lo irrepresentable que la despierta, qué es? Es eso que el sujeto es de más real para el Otro y para el goce del Otro: ella es esa que devoran, reducida al puro objeto de la pulsión. Y cada vez que ustedes están reducidos a un objeto pulsional, es irrepresentable -incluso en un sueño. Es sin embargo ese real que organiza su «causalidad psiquica», que es el núcleo de su vida psíquica, a sus espaldas.*

Todos tenemos un núcleo de real que nos habita y que causa nuestro deseo, que organiza nuestra neurosis. Ahora, ¿cómo vamos a tratar este punto de angustia? pues es, psíquicamente, impensable. Respuesta: no puedo deducirlo mediante mi pensamiento, sino a partir del vínculo con el analista.

Comenzamos entonces a captar la lógica de la angustia y de la anorexia: ella no come nada –o más bien, ella «come nada», como dice Lacan en el Seminario V sobre Las formaciones del inconsciente– puesto que el objeto oral mordido y devorado, es siempre ella. Mejor tragar la «nada» que el objeto oral –pues ella misma es el objeto oral. La «nada», decididamente, ¡es «algo» para ella!

Por otro lado, tuvo un sueño mas reciente en el que perdía sus dientes al mismo tiempo que su madre perdía los de ella. Mas allá de la castración imaginaria, materializada por la perdida de un pedazo de cuerpo, es verdaderamente un sueño de defensa frente a lo real pulsional que la amenaza, frente al «hacerse comer». Si la madre pierde sus dientes, no podrá comerla!

He ahí pues lo que nos enseña este sueño de principio de cura: un fantasma de devoración recubre lo irrepresentable. No hay que confundir su fantasma de devoración puesto en juego en el guión del sueño y su «ser devorado», su ser en tanto que pequeño a, que se manifiesta en el momento preciso de la interrupción del sueño.

Ahora bien, la ficción de un fantasma fundamental no es nunca una casualidad. Freud indica que el sujeto lo elabora a partir de situaciones vividas, vistas, o escuchadas.

No queda más que, en los meandros del camino sinuoso del análisis, encontrar todos esos pedazos de historia que participan en la construcción del fantasma, con el fin de acercarse, más allá del fantasma, al famoso núcleo pulsional de este asunto. Ese núcleo pulsional es el objeto causa que nos interesa en el tratamiento eficaz de esta anorexia y de la angustia.

Lo graso y lo flaco
La continuación de la cura permitió ese trabajo al igual que el aislamiento de las coordenadas significantes e históricas en juego.

Ella fue en el pasado la víctima infeliz del goce del Otro. Siendo niña, se identificó realmente al bisteak, el de la madre. Cuando tenía dos años y medio, hizo un paso en falso que se parece mucho a un acto fallido, se tropieza y se cae en una olla de aceite caliente, yendo así junto a los «patos grasos» que la madre cocinaba.

Una precisión: la escena se sitúa en el Sur Oeste de Francia, en donde hay una tradición del pato engrasado y cebado dos veces por día con un embudo en el fondo de la garganta para fabricar el «foie gras» y el «magret » de pato –una especialidad culinaria de este región.

Ella se hace entonces el «foie gras» de la madre. La hija cebada y cocinada por la madre es un nombre del estrago, aquí en lo real del cuerpo escaldado y quemado. Largas hospitalizaciones, múltiples operaciones, cicatrices indelebles sobre el cuerpo magullado, fueron la marca de este dramático accidente.

Vemos que hay razones para apartarse de lo graso para siempre! Es por otro lado uno de los principios de su anorexia: no asimilar lo graso. Lo graso está eternamente ligado a la madre, a su cocina. La hija tenia dos años y medio…

La diferencia hoy, veinte años después, es que desde entonces ha atravesado los desfiladeros del edipo, es decir, lo que Lacan llamó la metáfora paterna. Resultado: en veinte años, ella pasó del «magret» de pato no sexualizado de la madre -una forma real de objeto pequeño a– al bisteak de carne erotizado, ligado a la figura paterna, a la puesta en juego de la metáfora paterna, con sus efectos de significación fálica –lo que no se podía en época del accidente. Eso, ¿como podemos afirmarlo?

Podemos afirmar un tal desplazamiento a partir de los elementos clínicos y transferenciales que la cura permitió despejar. He aquí los hechos.

Su anorexia comenzó en la adolescencia, cuando el abuelo paterno se divertía pellizcándole el pecho emergente en las comidas de familia del domingo. Desde entonces, su apetito comienza a disminuir.

Las cosas se agravan cuando un chico se atreve a sumergir una mano en su braga: era un primer flirteo. Este chico le gusta mucho, pero después de ese gesto audaz, los ciclos regulares de sus menstruaciones se paran. Desde ahora, ella cesa de flirtear pero su real belleza fascina a los hombres para quienes ella encarna «un falo un poco flaco», como dice Lacan en los Escritos, respecto a la anoréxica. Un falo un poco flaco, es decir un pocomagro. Desde entonces, este encuentro con lo sexual traumático radicaliza su síntoma anoréxico más allá de lo graso. Pescados y carnes magros son, desde entonces, rechazados.

Pero a la inversa de lo graso, lo magro (o lo flaco) está relacionado al padre. En un sueño recurrente, en efecto, lo ve manipular un cuarto de carne, escena vista tantas veces en la carnicería. Y, como ella dice muy bien: «la carne, es algo magro!». Aquí, más que nunca, el gesto intrusivo del novio, la fija a una identificación nociva, correlativa del falo magro, del falo flaco: ella es el pedazo de carne del padre.

Sin embargo, esta identificación con efectos anorexigénicos es ya en si un tratamiento de la angustia, pues calma una posición mucho más difícil de tratar: ser el graso de la madre.

Así, la anorexia es de naturaleza «compuesta» con dos vertientes. Hay una parte sintomática, ligada al padre mediante el significante «magro» (o «falo»), y esta parte es uno de los componentes que intenta tratar al otro componente que hay en el asunto : la parte «estrago» ligada a la madre por el significante «graso» –una parte igualmente en juego en esta anorexia.

Seguimos la evolución. Al odio de lo graso, relacionado con la madre bajo la vertiente del estrago, se agrega un asco de lo magro relacionado al padre abajo la vertiente del síntoma. Y por fin, sabemos que ella misma se vuelve cada vez más magra, más flaca, por identificación al objeto por el cual el padre se apasiona: la carne, de la cual él hace su profesión.

Esta identificación al «falo flaco» sostiene la organización de su deseo inconsciente, con el cual ella juega en la relación de seducción con los hombres – ya que su dimensión de «falo un poco flaco» atrae los varones. Es el revés de su asco alimentario por lo magro.

Lo magro (es decir lo flaco o delgado) es el significante que nombra el deseo del padre: a la vez ella rechaza absorberlo, ese magro, y a la vez no cesa de identificarse a él. La cura trabajó con éxito para deshacer esta identificación mortificante al falo flaco que ella es para el padre.

Resulta: esta «desidentificación» permite actualizar la otra cara de este asunto, más allá de lo sexual y mas delicado de tratar, una cara que se llama: el estrago. Lo que planteo la pregunta: ¿Cómo evitar ser devorado por el Otro materno?

Comprendemos mejor ahora porqué en las sesiones, ella evitaba mi mano, puesta en serie con todas aquellas que codician el bisteak: la mano del abuelo que manosea, la del chico que acaricia, la del padre que amasa la carne, hasta la del analista que quiere salvar el bisteak, estrechándole su mano.

De hecho, a partir de unos acontecimientos transferenciales, esta historia de steak le permitió «deshuesar» los significantes de la metáfora paterna –lo graso y lo magro, lo gordo y lo flaco. Eso le permitió ponerlos en tensión y en oposición, allí donde se atascaba en el estrago maternal, del lado de lo graso.

Por suerte, felizmente que en la puerta, el analista no le dijo, en lugar de «defienda tu bisteak!», otra expresión muy popular en francés, y perfectamente equivalente de un punto de vista semántico: «Defienda tu pedazo gordo!» En castellano, se también se dice: «Defienda tu olla!». No habría sido tan equivalente del punto de vista de su subjetividad! Ella habría tirado la transferencia inmediatamente del lado de la grasa es decir del estrago… Con el riesgo de ruptura que sabemos, antes mismo de que pueda desplegarse la cadena significante. Hay una parte de contingencia en la cura….

Sea como sea, este caso nos enseña que el tratamiento de la angustia no es en lo absoluto el mismo que el del trastorno ansioso. A partir del punto de angustia que condujo a esta paciente hacia el analista, es necesario formalizar y poner en orden un síntoma. Se trata de hacer pasar un trastorno alimentario de la dimensión médica, a la dimensión del síntoma psíquico.

Lo cual viene a ser lo mismo que articularlo a la transferencia con el analista –ocurren muchas cosas con esta joven que rechaza estrecharme la mano! Es también lo mismo que articularlo al fantasma –aquí, a partir de un sueño de transferencia. Es lo mismo que explorar todas las vertientes de la metáfora paterna: ¿en qué el síntoma está ligado al padre? ¿En qué está ligado al estrago «madre-hija» –un estrago que Freud consideraba como estructural? En fin, ¿en qué está ligado al objeto de la pulsión irrepresentable para ella, si no es a partir de escenarios en donde se trata de «hacerse comer»?

Todos estos momentos de la cura no se producen espontáneamente: es necesario un analista y el acto analítico.

El trabajo con el síntoma y sobre el síntoma, es la verdadera llave de la terapéutica de la angustia, ya que ese trabajo toca a lo real del objeto pulsional.

Es una otra postura, y un otro nivel que un protocolo acéfalo de terapia cognitiva! Es sobretodo mucho más eficaz y menos peligroso, en la medida en que el sujeto ha encontrado una solución a sus impases, a sus callejones sin salida -una solución que no consiste en borrar el síntoma, sino en transformarlo. La continuación de la cura fue la demostración de ello: concluiremos en este punto, en forma de epilogo.

Epílogo
En efecto, luego de algunos años, el análisis se acaba en una salida sintomática inédita, ligada a la elección profesional. No se volvió psicoanalista pero ejerce una profesión «psi» cuya vocación es curar y cuidar. En francés ambos –curar y cuidar- se dicen «soigner»; es la misma palabra. Es ahora su síntoma: curar y cuidar a los otros. Con esto, ella forjó una alternativa al rechazo alimentario, incluso si le quedó una delicadeza irreductible con lo graso. Rellenó su errancia.

Sobretodo, anudó una defensa diferente a la angustia, frente a lo real de la pulsión: al «hacerse comer», ella opone un «cuidar a los otros».

Con la lógica de este caso, captamos cómo es difícil reducir esta joven a un perfil estadístico como lo quiere la medicina moderna. Lo que queda «inevaluable» e incomparable en este asunto, es el laberinto de su deseo y la singularidad de su solución. Esta solución es inexportable, no es una receta generalizable a una comunidad sintomática.

Tal es la dura ley del psicoanálisis: la soledad del camino de la salida. Sin embargo, es una terapéutica durable de la angustia por el síntoma –el síntoma entendido aquí no como disfuncionamiento, sino como funcionamiento. ¿De qué síntoma de salida se trata? …De su solución profesional: «Cuidar a los otros», dice ella… No escapó a su perspicacia la ambigüedad del término elegido, para nombrar su solución: cuidar, es alimentar.

«En el campo, dice ella al final de la sesión, cuidábamos los animales de la granja y cebábamos los patos. Durante mucho tiempo, confundí los dos – cuidar y cebar. Pues bien ¡no!, Ahora yo lo sé,… no es en absoluto lo mismo!»

Fue esa, ¿lo creerán ustedes?, nuestra última sesión.
Muchas gracias por su atención.

Notas
* Psiquiatra, Psicoanalista en Burdeos (Francia). Miembro de la École de la Cause Freudienne (ECF), de la New Lacanian School (NLS) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). AE de la ECF desde 1999 hasta 2002. Miembro del consejo de la ECF entre 2002 y 2004. Autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas.

Fecha: 21/10/2011
Modalidad: Presencial
Lugar: Facultad de Filosofía y Letras UNAM

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Sexualidad de consumo Una lectura desde el psicoanálisis de un síntoma de la época

Sexualidad de consumo Una lectura desde el psicoanálisis de un síntoma de la época

Xavier Esqué

 

Viviana Berger: Inauguramos, entonces, con esta conferencia el ciclo de actividades que nuestro invitado proveniente de España, Xavier Esqué, desarrollará en el seno de nuestra institución – la NEL-México.

En el día de hoy tenemos, luego, por la tarde, a las 18.30 hs, el Encuentro de Biblioteca, en este mismo salón, cuyo tema será la Sexualidad de consumo; y en el día de mañana, tendremos la oportunidad de trabajar en el marco ya de un Seminario, un tema fundamental para la clínica psicoanalítica, que es Acto analítico y práctica de la interpretación – actividad que se llevará a cabo en el auditorio de la Casa Refugio Citlaltepetl, en la Condesa.

Entonces, en primer lugar, les presento a nuestro colega Xavier Esqué, que es psicoanalista proveniente de Barcelona; ha sido reconocido como AME de la ELP (Escuela Lacaniana de Psicoanálisis) – de la cual también fue su presidente -, y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis). También fue AE de la Escuela Una entre los años 2003 y 2006. Asimismo es docente de la Sección Clínica de Barcelona. Es Jefe Clínico del Centro de Salud Mental «9 (Nou) Barris» Sur (Barcelona). Y es autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas. Entre ellos, está el libro ¿Amar al padre o al sinthome, editado por Grama Ediciones, donde se publicó una Conferencia pública que dio en la NEL-Caracas hace unos años, y el Seminario que dictara oportunamente allí, La función del sinthome.

Menciono en particular este texto, pues es un texto que personalmente yo trabajé en detalle con mis alumnos en uno de los seminarios que di el año pasado, y que me gustó especialmente por la enunciación de su autor, porque en el texto se transmitía un desarrollo teórico pero desde un sujeto, que además presenta un estilo muy llano, pero a la vez sumamente riguroso conceptualmente.

Ahora, aquí, tenemos también a la persona del autor, y la oportunidad de escucharlo en vivo y en directo. Uds. sacarán su propia impresión.

Finalmente, unas palabras en relación al tema y al título de la conferencia. Se llama A MENOS DESEO, MÁS DEPRESIÓN, un planteo curioso porque es una presentación en los términos de un enunciado lógico que articula dos proposiciones, y que dice

que la segunda es consecuencia de la primera. Algo así como que a consecuencia de la disminución del deseo, lo que se incrementa es la depresión. Establece una relación de lógica consecuente, una relación de consecuencia lógica.
Propone a su vez, una cuestión cuantitativa, de medición, de MENOS y de MÁS – e interrelacionadas; baja de un lado / aumenta del otro.

Aparentemente, un título pensado desde la lógica fálica, que contabiliza y compara – y hace cálculos.

No obstante, creo que aquí el término «DESEO» resulta clave para no engañarnos. Lacan dice algo así como que no hay afánisis (es decir, desaparición) del deseo – el deseo siempre tiene origen en el sujeto. Lo que está en afánisis es el sujeto, que es justamente, lo que está amenazado de desaparición en el discurso contemporáneo y con lo que el psicoanálisis trabaja.

Cito en la presentación que nos hace de la conferencia Xavier Esqué: «Tanta presencia (del objeto) parece extraviar al sujeto moderno, quedando a la deriva del imperativo superyoico que exige más y más satisfacción, sin tener el espacio ni el tiempo necesario para vivir la falta y el deseo».

– Veremos pues, qué nos dice Xavier Esqué respecto del deseo y la época, y sus consecuencias para el sujeto. En mi caso, personalmente, me lleva a reflexionar muy seriamente respecto del compromiso aun mayor para los psicoanalistas en este contexto. En el que el discurso psicoanalítico (como en algún momento se dijo, en tanto la «religión del deseo») adquiere una relevancia que ahora sí es de vital importancia para, en primera instancia, salvaguardar al sujeto del yugo del discurso del consumo; y luego, un paso más allá, quizás más ambiciosamente, para que el sujeto pueda conducirse y vivir su vida en función del único punto, donde puede atarse a un destino singular.

 

Xavier EsquéXavier Esqué: El tema que abordaremos hoy gira en torno a lo que el psicoanálisis puede decir sobre el amor, el deseo y el goce, tres registros que animan nuestra existencia de seres hablantes. Entonces, ¿cómo vivimos el amor, el deseo y el goce en nuestro tiempo?, ¿de qué forma incide la civilización sobre los vínculos amorosos y las prácticas sexuales? Con ello trataremos de ver también qué es lo que no cambia, qué es lo que más allá de la época permanece, incluso insiste de forma invariable.

La sexualidad es para el ser hablante su parte más opaca y patógena, es por ello que la cultura siempre ha tratado de encuadrarla, de domeñarla. A lo largo de la historia, la sexualidad ha experimentado múltiples cambios según la época, el lugar, las creencias religiosas y morales. Freud y el psicoanálisis marcaron un antes y un después de la concepción de la sexualidad en el mundo, demostrando la influencia que ésta ejercía en la economía libidinal del sujeto. Por otra parte, con el psicoanálisis la sexualidad y la moral se separaron sustancialmente.

El título, como habrán podido observar, juega con un sintagma que se utilizó en los años 60 para expresar lo que inauguraba una nueva época de la civilización que, entonces, denominábamos «sociedad de consumo». Hay que decir que, en estos momentos, este sintagma se ha quedado corto, incluso tiene algo de naif, es un poco ingenuo¿Por qué lo digo? porque ahora la cosa es bastante más fuerte, más dura. Ahora podemos decir con más propiedad no solo «sociedad de consumo» sino «vidas de consumo».

En efecto, el Dr. Jacques Lacan anticipó ya, hace más de 40 años, que entrábamos en una época en la que el objeto, el objeto pequeño a, asciende a lo más alto del cénit social. ¿De qué manera entenderlo? Se trata de ver, en cada momento, como las transformaciones de una época vienen dadas por un cambio de orientación en lo que la gobierna. De este modo, hemos pasado de una época gobernada por lo simbólico, por el Nombre del Padre, a una época, la actual, regida por el goce. Gobernada por el imperativo de goce, un imperativo superyoico que empuja al sujeto a gozar siempre al máximo.

Por otra parte, y en este mismo sentido, el espacio de lo privado y de lo íntimo ha sufrido una importante transformación. En primer lugar, haciéndose público, es decir, saliendo a la luz y después transformándose en mercancía preparada para el consumo. Con ello se ha consolidado también un nuevo imperativo, el de la transparencia, todo se puede decir y mostrar, de este modo lo que se obtiene es la pérdida de la vergüenza del sujeto. Como muestra significativa de ello no hay más que ver determinados programas de las cadenas televisivas o los escándalos crecientes, sacados a la luz, de las vidas privadas de los políticos y demás personajes públicos. Hay que saber, entonces, que todas estas transformaciones tienen importantes consecuencias en la civilización, en la cultura, y también en nuestra subjetividad.

Otro signo de nuestro tiempo es la falta de enganche entre las palabras y las cosas. Entre lo dicho y lo hecho cada vez hay mayor distancia. Una impresión se va generalizando: la impostura se dispone a regir el mundo.

El neo-capitalismo liberal y la ideología de mercado avanzan de un modo nunca visto. El consumo se impone por encima de cualquier otro valor e ideal. En efecto, correlativamente al declive del Nombre del Padre el objeto ha ascendido al cénit social. El objeto tecnológico se ha convertido en nuestro partenaire, de él nunca nos separamos, salvo para sustituirlo por uno nuevo, más moderno. Todo esto transforma nuestras vidas sin que necesariamente seamos conscientes de ello.

Lo importante de captar es que este nuevo objeto no entra en el registro del don o del intercambio, y por tanto no está vinculado al deseo y a la falta sino que por sus características deviene objeto de goce, objeto de satisfacción inmediata. No hay más que observar cualquier escena de la vida cotidiana, ya sea en la calle, en la terraza de un bar o en un aeropuerto, para ver que la gente vive conectada, cada uno conectado a sus objetos, conectado a sus pantallas: móvil, mp3, ipod, ipad, tableta, ordenador, etc. La relación que cada uno mantenemos con dichos objetos nos convierte en sujetos cada vez más autistas. El sujeto queda solo con su objeto de goce, partenaire inédito que inaugura un nuevo campo de adicciones y dependencias diversas. Más aún, estos nuevos objetos envuelven cada vez más nuestros cuerpos, el cuerpo del sujeto gira alrededor de ellos, convirtiéndose en una suerte de prótesis.

Por otra parte, en esta ascensión del objeto a al cénit social, el cuerpo ha devenido también un objeto más de goce. Los cuerpos se evalúan como puros objetos. Toda una industria médica y cosmética se está desarrollado al respecto. Es esta pregnancia de la imagen del cuerpo, en la época de decadencia de lo simbólico, la que lleva a tratar al cuerpo como un objeto más de goce y de consumo.

La sexualidad que nuestra civilización propone en estos momentos es acorde con todo lo que hemos venido señalando hasta ahora, por tanto, es una sexualidad más bien separada del amor, donde el otro se convierte en un simple acompañante, desechable.

El pensador y sociólogo Z. Bauman ha destacado la fragilidad de los lazos sociales en las sociedades modernas contemporáneas. En efecto, las relaciones entre los seres humanos se caracterizan hoy por su precariedad e incertidumbre constante, las sociedades ya no tienen una forma sólida, sino líquida, cambiante, irreconocible. El sujeto deviene objeto consumible y por tanto desechable, evaluado en función del rendimiento que puede dar de acuerdo al cruel índice «coste-beneficio». Existe una sensación de inestabilidad permanente, asociada a la desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. De este modo se diluye la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad. La crisis económica actual europea, y mundial, es una buena muestra de ello, todo el mundo económico se queja de la falta de confianza de los mercados.

Desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, desde hace ya algunos años, llamamos a esta época, la del Otro que no existe (pueden ver a este respecto el extraordinario Seminario dictado por J.-A. Miller y E. Laurent en París, durante el curso 1996/97, que está publicado por Paidós). Esta falta de creencia en el Otro, este descrédito del Otro, deja un agujero que los nuevos síntomas sociales vienen a colonizar. El discurso sobre la liberalización de la sexualidad es uno de los síntomas sociales que despliega un amplio circuito pulsional de grandísimo alcance.

Decir de entrada que, en efecto, nos encontramos en una sociedad muy permisiva ante la sexualidad, todos podemos observar como «lo sexual», hoy en día, se despliega por doquier, el sexo forma parte de la industria y por tanto del consumo, y se distribuye ya como una mercancía más por todas partes. La sexualidad que durante tanto tiempo perteneció al ámbito de lo privado y de lo secreto, se encuentra ahora en el aparador del mercado. Ya no se trata del intercambio entendido como un don, sino de la satisfacción de consumir al otro como producto. En efecto, la sexualidad, antes velada, se ha convertido ahora en un fenómeno absolutamente publicitario, todos podemos observar como el sexo, hoy en día, es tratado como un anuncio de TV, como un producto más, como una mayonesa cualquiera.

El psiconálisis no se opone a los cambios, tampoco dice que todo esto sea censurable desde el punto de vista moral. Nuestra posición no es moral, es decir, que los psicoanalistas de orientación lacaniana no decimos, ni mucho menos, que haya que volver atrás, aunque tampoco alentamos ni aplaudimos estas transformaciones. No obstante, sí podemos anticipar algo, podemos señalar con claridad que este camino pocos beneficios va a traer. Con el psicoanálisis lo que tenemos es una forma de pensar el malestar en la cultura sin quedarnos capturados, hipnotizados, por los fenómenos contemporáneos de la tecnología, el consumo y el espectáculo. Lacan nos transmitió la manera de encontrar siempre la estructura y reconocer su diferencia con el fenómeno. Desde esta perspectiva se puede ubicar la subjetividad de una época. Se trata, entonces, de sostener una distancia advertida.

Todos estos fenómenos que acabamos de enumerar nos indican, tal como adelantábamos al principio, que las formas contemporáneas de las relaciones entre los sujetos están marcadas por un empuje al goce. ¿Qué queremos decir con empuje al goce? Decimos empuje al goce cuando «lo permitido se convierte en obligatorio», dicho de otro modo, cuando el mercado es el del goce. Como señalaba hace poco, en una entrevista, E. Laurent: El sujeto contemporáneo no puede levantarse por la mañana sin preguntarse a sí mismo como puede hacer para gozar más. En efecto, con la liberación sexual de los años 70 se produjo un cierto alivio del peso de las prohibiciones, pero es que ahora estamos en una suerte de pornografía generalizada.

Entonces, esta es una época en la que casi todo está permitido y facilitado. Existe una legitimación del goce a gran escala que muchas veces entra de lleno en la obscenidad y en la pornografía generalizada.

¿Qué decir desde el psicoanálisis sobre la sexualidad, sobre el amor, el deseo y el goce?

La sexualidad ha sido un tema clásico en el psiconálisis, fue Freud quién destacó la gran importancia que ésta tenía en la subjetividad humana.

Existe una suerte de maldición sobre el sexo debida a que el ser hablante, a diferencia del animal, no sabe arreglárselas con el sexo anatómico. Como señaló Freud, y el genio de Almodóvar ilustra en su último y fantástico film La piel que habito, la anatomía no es el destino.

La sexualidad es un enigma. A pesar de que el sexo se encuentra a la vuelta de cada esquina, a pesar de mostrarse, divulgarse, promoverse como nunca por todos los medios técnicos disponibles, pues bien, el psicoanálisis sostiene que la sexualidad sigue siendo para el ser humano, para el sujeto del deseo inconsciente, un gran enigma. La reducción de la sexualidad a producto, mercancía, conocimiento, la reducción de la sexualidad a lo genital, a lo orgánico, biológico y genético, no consigue borrar la dimensión extremadamente subjetiva y problemática de la sexualidad. Dimensión que, por supuesto, contraría la idea positivista que supone la existencia de un fin armónico y de complementariedad entre los sexos.

En relación al goce, decir que, para el sujeto hablante, como ya decía Freud, la experiencia del placer implica siempre un más allá, se trata del más allá del principio del placer freudiano. En el campo de las adicciones esto se puede captar muy bien, tomen la adicción que quieran, el sujeto nos cuenta como empezó su relación con el objeto como una experiencia placentera, pero también vemos que la cosa no se quedó ahí, sino que en cada una de las adicciones y dependencias podemos observar que hay un más allá. Este más allá es el goce, es la pulsión de muerte.

En relación al deseo, el psicoanálisis constata que no hay sexualidad sin enigma, que no hay deseo sexual si no se mantiene el enigma en el lugar del deseo del Otro. El deseo surge por necesidad, por estructura, de una falta. Es por esta razón que el deseo es incompatible con el todo, sabemos que cuando todo se enseña el deseo no se causa, no se suscita. De ahí la importancia de la función del velo en el deseo (no mostrar todo, no enseñar todo, no decir todo): se trata de preservar la función del falo como significante del deseo, símbolo de una falta.

La falta, que es la causa del deseo, el sujeto la vela mediante el fantasma, la vela con una imagen narcisista, una imagen ideal que captura el deseo pero que siempre es tramposa respecto a la verdad del enigma de la sexualidad. En este sentido, el fantasma engaña.

Por otra parte, la condición del deseo es la ley, la prohibición. Por esto el deseo es transgresión. O sea, que nada que ver con la idea común de que es la ley, la prohibición, la que impide el deseo. No es así. El levantamiento de la prohibición no da un deseo mayor sino todo lo contrario. Nuestra época nos lo muestra, en el tiempo en que se han levantado como nunca las prohibiciones, no se puede decir que andemos sobrados de deseo, ni mucho menos. Lo que vemos en la clínica es mucha apatía, aburrimiento, desinterés, que es la antesala de la angustia o de la mal llamada depresión. Por tanto, deseo y ley son indisociables, son dos caras de la misma moneda.

El psicoanálisis enseña que hay una disyunción entre el deseo, el amor y el goce. La disyunción entre el amor y el goce puede formularse de esta forma: ¿Cómo hacer para gozar de lo que amo? ¿Cómo hacer para amar de lo que gozo? El deseo se coloca entre los dos elementos introduciendo la falta necesaria para que subsista tanto el amor como el goce. Sin esa falta no se puede amar, y entonces el goce se puede volver impotencia. El discurso amoroso es un límite a lo excesivo del goce. El imperativo del superyó: ¡goza! puede ser frenado por el amor. La disyunción lógica entre amor y goce que impide su completa conciliación, hace que no se pueda gozar del todo del objeto amado. Por eso decimos que el discurso amoroso es un límite al goce.

Lacan en el Seminario XX, Aún, escribió las fórmulas de la sexuación para dar cuenta de la posición masculina y femenina frente al goce. Digamos que hay dos modos de satisfacción posibles en función de lógicas distintas. El goce de los sujetos en posición masculina es todo fálico. El goce de los sujetos en posición femenina es no-todo fálico. Tenemos, entonces, el universal por un lado y el no-todo por el otro. Hay que subrayar que la posición masculina y femenina son resultado de una elección y no de una determinación biológica.

La lógica del todo fálico implica un Otro que emite la ley pero que queda excluído del conjunto al que la ley se aplica, es un Otro que ocupa el lugar de la excepción y, por tanto, también de la garantía. De ello resulta un conjunto cerrado y consistente. Por el contrario, la lógica del no-todo fálico, la lógica de la posición femenina, implica una figura distinta del Otro, es un Otro que emite la ley, sí, pero que también está incluido en el conjunto sobre el que la ley se aplica. Esto da un conjunto abierto e inconsistente, que no se puede cerrar. Si con el Otro de la garantía propio de la lógica fálica estamos ante (A), con la lógica de la posición femenina del no-todo fálico estamos ante S (/A).

De esta lógica se deduce el célebre aforismo de Lacan La mujer no existe, las mujeres existen una por una, porque ellas no están del lado del universal. El patrón fálico no alcanza a reducir el heteros femenino, la mujer no se deja definir en el orden simbólico, ella objeta la uniformidad. De ahí que la feminidad sea un enigma fecundo para todos, tanto hombres como mujeres.

Digamos que nuestra época, la del Otro que no existe, está más en consonancia con la lógica de la posición femenina, es decir, que tenemos que vérnoslas con las consecuencias de la inexistencia del Otro. Por esto las condiciones de regulación del goce han cambiado, y también los vínculos de amor. La regulación del goce ya no es asunto del Otro sino del mismo sujeto, éste queda a solas consigo mismo. Por eso decimos que hay una prevalencia del goce que no se dirige al Otro, prevalencia del goce autista y esto repercute en el amor. El amor requiere que el goce pase por el Otro. Por eso Lacan extrayendo las consecuencia de esta encrucijada anticipó el ascenso del objeto a, del objeto de goce, al cénit social.

El psicoanálisis muestra que el enigma del sexo es particular de cada sujeto. No hay resolución estándar de este enigma. Cada sujeto encuentra la lógica de este enigma particular en su fantasma. El fantasma es un escenario construido por el sujeto que le permite fijar un objeto para la pulsión. Lo que el fantasma no alcanza a construir, lo que el fantasma no puede capturar de la pulsión, se convierte en síntoma.

Es preciso señalar que por el lado femenino, debido al estatuto que aquí tiene el amor, hay una gran disponibilidad para adecuarse al fantasma masculino, ello comporta que en la clínica veamos relaciones fuertemente marcadas por el estrago en las que una mujer puede no tener límite en lo que ella está dispuesta a dar a un hombre: su cuerpo, sus bienes, hasta su vida.

El amor, hoy en día, aún cuando parece depreciado se presenta, en realidad, bajo otros semblantes. Es verdad que muchas mujeres reivindican su derecho a gozar de simples encuentros sexuales, al estilo de los hombres, y que hacen de éstos últimos un medio de goce. Ante ello, algunos hombres retroceden. Ya no hay hombres, se dice. Lacan en 1945, en relación al caso Hans, ya lo señalaba, haciendo referencia a la figura del hombre pasivo que espera que la mujer «le baje los pantalones».

Del malestar entre los sexos se habla en las consultas psicoanalíticas. Las mujeres se lamentan de que ya no hay hombres y estos últimos se quejan también de los nuevos comportamientos de las mujeres, de los nuevos semblantes que ellas encarnan y de los síntomas que ellos sufren a partir de este nuevo escenario. Mientras tanto el discurso social, la moda y demás a lo que tienden es a una homogeneización de los goces, tratando de borrar la diferencia entre los sexos, intentando eliminar el enigma de la sexualidad mediante repuestas estándar.

Pero la salida de las mujeres no se encuentra del lado masculino, el anhelo de hacer como un hombre, la identificación imaginaria al hombre, es un impasse, y no es sin sufrimiento, sin síntoma.

Sabemos que una historia de amor sigue siendo un deseo femenino primordial. Y las historias de amor precisan de las palabras, palabras de amor. Las mujeres necesitan ser seducidas por la palabra, porque para ellas el amor está tejido en el goce y es preciso que el hombre les hable, y si es con palabras de amor mejor aún.

Del lado del hombre, el goce está más unido al silencio. El fantasma del hombre opera satisfactoriamente en silencio. Del lado de la mujer, por el contrario, es necesario, que el partenaire le hable. Una mujer precisa ser envuelta con palabras. Para la posición femenina la palabra es necesaria al goce.

El amor tiene que ver con la contingencia, con un encuentro contingente con el fantasma del Otro causa de la elección. Lacan así lo destaca: el amor tiene que ver con la contingencia de un encuentro de dos saberes inconscientes. Sin embargo, en la actualidad, tal como hemos estado viendo, lo que prima por encima de todo es la oferta de goce, un goce absoluto, imperativo y efímero.

Es en este punto que nos orientamos por lo que Lacan señala acerca de lo que la experiencia analítica permite, en efecto, la experiencia psicoanalítica permitiría encontrar un amor más digno. ¿Y qué sería un amor más digno? Es aquel que no rechaza lo que resulta discordante con el narcisismo de uno. Un amor capaz de no ignorar, y por tanto de encarar, el malentendido radical entre los sexos. Un amor que toma en cuenta el saber inconsciente y que, por consiguiente, incluye la falta de proporción sexual. Es decir, que la experiencia analítica no solo no pretende acabar con el enigma de la sexualidad sino que lo mantiene abierto.

Sabemos que hay encuentros, desencuentros y reencuentros en el curso de toda relación amorosa. Ninguna respuesta universal podrá jamás suturar la falta esencial a cada sujeto, la respuesta es singular y se encuentra localizada en su historia, en sus identificaciones, en su posición viril o femenina. Cada sujeto, uno por uno, hará con ese bagaje algo diferente.

http://www.franceculture.com/player?p=reecoute-4324055#reecoute-4324055

El imperativo de goce, tal como hemos visto, toca a lo real del cuerpo, al cuerpo como un objeto de consumo más. La época nos confronta, entonces, a inéditas formas de degradación de la vida erótica. En este sentido, el psicoanálisis lo que brinda es una vía para tratar de resolver lo que cada uno puede hacer con su cuerpo, sin tener que someterlo a grandes sacrificios, ni a mortificaciones extremas.

Del psicoanálisis se espera, finalmente, hacer llevadero el modo de gozar, siempre singular, de un sujeto, y ello de la manera más placentera y menos alienada posible.

Notas
* Psicoanalista en Barcelona, AME de la ELP (Escuela Lacaniana de Psicoanálisis) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis), AE (2003-2006). Docente de la Sección Clínica de Barcelona. Psicólogo Clínico. Jefe Clínico del Centro de Salud Mental «9 Barris» Sur (Barcelona). Autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas.

Fecha: 23/09/2011
Modalidad: Presencial
Lugar: Facultad de Filosofía y Letras UNAM

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2011 Actividades Internacionales Archivo Conferencias y Mesas redondas

La pareja: satisfacciones y malestares

La pareja: satisfacciones y malestares

Jorge Chamorro

 

Viviana Berger: Inauguramos con esta conferencia la serie de actividades que hemos diseñado a partir de la visita de nuestro invitado internacional Jorge Chamorro – que viene de Argentina. Tenemos la conferencia ahora, al mediodía, el Encuentro de Biblioteca a las 18.30, y el día de mañana un seminario en el seno de nuestra delegación.

Me gustó pensar esta introducción – quizás influida por el trabajo que estoy haciendo en mi seminario -, como algo del orden del «acontecimiento», de la ruptura en el interior de nuestra regularidad.

La Delegación NEL-Mx, sostiene su trabajo regular de escuela, cada día de la semana, en un horario determinado, una actividad: los seminarios regulares, las conferencias, los Encuentros de Biblioteca, el Cine, etc.

Entonces, en el contexto del automatón que conforma nuestra agenda, en el seno de nuestro orden «supuestamente invariable», se inscribe con la llegada de nuestros invitados internacionales, una discontinuidad, un corte.

Así, pues, con la estructura, entonces, del «lapsus» recibimos a los Otros analistas, que vienen de Otros países, de Otras Escuelas Estas visitas-acontecimientos inscriben de alguna manera, un hiato, no sólo en nuestra agenda sino particularmente, en nuestra formación y enseñanza. – Claro que también tenemos otros acontecimientos, por ejemplo, el Encuentro Americano – próximamente, en Río de Janeiro, el Congreso de la AMP – que será en abril 2012 en BA, las jornadas de la NEL en su conjunto.

La experiencia es que estos «acontecimientos» producen efectos, dejan un saldo, – que seguramente podrá ser significado apres coup. Pero que, en principio, y por su misma estructura, podemos decir que tienen un poder – que está de algún modo garantido. Y que es el poder de operar una «separación», de interrumpir nuestro automatón y separarnos por ejemplo, del S1 del «enseñante» que encarnamos en nuestras propuestas, nos previene de alguna manera, en cuanto a ser absorbidos por el S1 del «enseñante», al que podemos quedar identificados.

JA Miller dice en Los usos del lapso, pág. 204: «La enseñanza del psicoanálisis, por supuesto, no escapa a la promoción de S2 en posición de semblante (recordemos, el S2 es el saber), pero me parece que para enseñar válidamente aquello que concierne al psicoanálisis, es necesario enseñarlo en el borde entre S2 y S1″…

Ubica así, una enseñanza en el borde entre S2 y S1, en el borde de la ignorancia. Hay varios recursos, varias posibilidades, para preservar ese borde que, como señala Miller, en cuanto a la transmisión del psicoanálisis es esencial. Recibir nuestros invitados del «afuera», es una forma.

Me toca entonces, a continuación presentarles a Jorge Chamorro. Es Fundador de la primera Escuela Lacaniana en la Argentina junto con Oscar Masotta. Encuentro con el Campo Freudiano en Caracas 1980. Fundador del Simposio del Campo Freudiano. Fundador de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Primer Director de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Partícipe de la fundación de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Fue miembro del Consejo de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Miembro del Consejo Estatutario. Miembro del Comité Cientifico del Instituto Clínico de Buenos Aires. Miembro del Comité Iniciativa del Instituto Oscar Masotta. Cuenta con múltiples publicaciones: Colección Qué Será?, Clinica de las psicosis. Las mujeres…, Ecos entre el psicoanálisis y la literatura.

En fin, esto habla de su trayectoria formal, un tanto quizás anónimamente. Son datos objetivos.

Sin embargo, para las «orejas» más «entrenadas», salta rápidamente a la vista que hay un rasgo esencial que se repite en estas líneas. Fíjense, dice: «fundador» muchas veces. Dice: «primer director». miembro del Consejo de la AMP, del Consejo Estatuario, del Comité Científico, del Comité Iniciativa del Instituto Oscar Masotta.

Con esto, aunque uno no esté demasiado interiorizado respecto de qué son estas instituciones, su historia, su origen, etc., resulta evidente que estamos ante un analista que tiene la singularidad de «fundador», lo que podemos decir lacanianamente, un «S1» a partir del cual se crearon estas instituciones. Pero es un S1 analista – lo cual tiene su particularidad.

Muchos ya han tenido la oportunidad de conocerlo, a través de sus libros, de sus artículos. Han sido «lectores». En esta ocasión, con J. Chamorro de «cuerpo presente» se nos hace posible la oportunidad de su transmisión del psicoanálisis pero «en vivo», con todo lo que ello implica. No leer ni verlo por pantalla o grabación, sino escuchar y participar in situ de una experiencia de transmisión de psicoanálisis con nuestro invitado.

 

La pareja: satisfacciones y malestaresJorge Chamorro: Gracias por la presentación, y por la invitación de la NEL-Mx, que me da la oportunidad de estar acá.

Después de toda esa presentación me siento un poco exigido… Con respecto a las fundaciones, me pregunto y me preguntan por qué estuve en todas las fundaciones de la Argentina. La verdad es que no las busqué, me ocurrió. Estuve en la coyuntura donde se supone hay que estar, sin buscarlo; quedé vinculado a esos hechos fundacionales con todas sus consecuencias y me encontré incluido en el proyecto. En ese sentido me parece bien la fórmula que Lacan usa mucho mediante la cita de Pablo Picasso: yo no busco encuentro. El proceso que describe Viviana, podría decir, tiene algo que ver con eso. Ojalá durante toda mi vida hubiera encontrado sin buscar.

El neurótico tiene la vocación por excelencia de buscar y no encontrar, todo un lema para la neurosis. De hecho, esa es la forma mediante la cual muchos neuróticos demandan un análisis, «quiero esto y no lo logro»; el problema del analista es no alojar eso, ayudándolo a que lo logre. El analista no responde a eso que se llama una demanda de «querer y no lograr». Pero, ¿dónde nos ubicamos entonces? Nos situamos del lado de por qué quiere lo que quiere. O sea, el síntoma del neurótico es «querer», no es no «lograr». No lograr es la consecuencia de querer lo que no tiene, el síntoma está del lado del querer. Por eso cuando un neurótico viene diciendo «quiero esto y no puedo»; lo primero que hacemos es interrogar por qué quiere lo que quiere, visto que, querer es una críptica y una insatisfacción de lo que tiene y quiere otra cosa.

Esto en la pareja ¡ni qué hablar! Es el tema candente. Les decía esto como una primera y pequeña aproximación a qué es el psicoanálisis, ante todo, el psicoanálisis de orientación lacaniana, una particularidad dentro del lacanismo, y además mi interpretación del análisis lacaniano. Después iré al tema que nos ocupa, la pareja. Primero, definamos qué es el psicoanálisis. Entendemos, un trabajo metódico y sistemático contra el comprender. El psicoanalista lacaniano parte de no comprender, y cuando no comprende ejerce entre muchas otras cosas lo que les decía «quiero hacer tal cosa y no puedo», por qué lo quiere, «quiero tener pareja y no lo logro» – para decirlo en términos del tema que nos ocupa. No en la India, no sé aquí, pero en Argentina muchas mujeres quieren tener pareja y no lo logran. En la India no sucede así no porque hay un exceso de hombres; antes bien, los matrimonios son arreglados entre los padres, una excelente combinación por fuera del amor, y parece ser muy eficaz. Interrogué a veinte universitarios cuyos padres habían arreglado los matrimonios, después de años ya con hijos, etc. Les pregunté: cómo andan, «muy bien —respondieron—». Esto es lo que hay que hacer, hay que terminarla con el amor! Porque estaban muy contentos con esos arreglos.

Entonces cuando digo psicoanálisis trato de precisar un par de cosas introductorias para diferenciarlas de cuestiones que, no despreciamos de ninguna manera ni subordinamos al psicoanálisis, sino queremos establecer la diferencia. Mi desafío no es decir, el psicoanálisis es mejor ni el psicoanálisis es esto, o bien, esto tiene que ser ejercido por un psicoanalista. Por ejemplo, hay muchas respuestas en el campo de la clínica de las parejas ¡ni qué hablar de la amplia gama de respuestas de las psicoterapias! Se dice: hacer psicoterapia de pareja. Hay una distinción muy clara entre qué es el psicoanálisis y qué es la psicoterapia. El psicoanálisis es una cosa y las psicoterapias son otra, ni mejor ni peor: en efecto, diferentes. ¿Por qué? En este punto no podríamos hablar de una psicoterapia, tal como se habló, de corte psicoanalítico; o es una psicoterapia o es un psicoanálisis. Y ustedes me pueden preguntar, pero cuál es la diferencia tan contundente. La diferencia habría que desarrollarla un poco, pero la anuncio, es una problemática del sentido. El psicoanálisis va en contra del sentido y la psicoterapia usa el sentido, son dos caminos inversos. Si ustedes quieren avanzar con este particular, no podré hacerlo hoy, tienen que leer tres capítulos de un seminario, La hermenéutica del sujeto, de Michel Foucault, quien transmite con toda claridad qué es un fantasma obsesivo pero desarticulado. ¿Esto qué quiere decir? Foucault en estos tres capítulos trabaja la famosa frase socrática escrita en las paredes del templo del Delfos: «Conócete a ti mismo». Bien, ¿qué dice un obsesivo cuando nos consulta?, «quiero conocerme, quiero saber qué quiero»; no se da cuenta que querer saber qué quiere o bien querer saber por qué le pasan las cosas son el pantano de la solución de sus problemas. Es decir, de nuevo el problema empieza por querer y el obsesivo quiere saber qué le pasa. Quienes se preguntan sobre esto, analistas o analizantes, pueden hacer la prueba e interrogar: «Usted, por qué quiere saber por qué le pasa esto?» «Si sé por qué pasa dejará de pasarme» —responderá el obsesivo—». El psicoanálisis responde que no es así, que el alimento del síntoma es saber por qué le pasa lo que le pasa. Ya sea explicar o responder inclusive con el Edipo freudiano; con el padre, con la madre, que esto, que aquello, «que no quiero ser igual a mi papá, que eso lo hago igual que mi mamá…» Todas esas cosas alimentan el síntoma. El psicoanálisis va contra todo eso. ¿Qué quiere decir? ¿que no lo usa? Sí lo usa, todo paciente hoy habla de papá y de mamá pero el psicoanálisis no avala eso, sino que a partir de eso va hacia otro lugar que, en una de esas veremos de qué se trata. Por eso una de las diferencias entre psicoterapia y psicoanálisis consiste en que el psicoanalista no suministra sentidos, los escucha; pero los relativiza, los desarticula, los desarma para crear algo que tiene mucho que ver con la constitución de todo sujeto humano y de toda pareja. Esto es, que en el fondo del fondo de nuestra constitución toda, hay un vacío. Freud llamó a ese vacío la represión primaria, y Lacan vacío constitutivo. Por eso todo lo que hacemos, pareja incluida, son respuestas a ese vacío. Si hubiera una consistencia fundamental, en términos psicoanalíticos, se llama castración. Entonces son ficciones que armamos, el amor, el deseo, el goce y las satisfacciones son formas de vérnosla con ese vacío.

En consecuencia, tenemos un vínculo muy íntimo, como hablaré esta tarde, con respecto a la relación entre la literatura y el psicoanálisis porque nuestro motor, el del psicoanálisis, es la ficción y la escritura; es decir, que tenemos este nudo. Hay una frase de Lacan Cuídense de comprender. No me pongo en el lugar del otro, por ejemplo, una persona hizo una carrera y quiere terminar sus últimas tres materias y no lo logra, entonces yo le pregunto, ¿por qué quiere terminar? No es obvio – interrogamos siempre el querer. Recuerden que detrás del querer está la voluntad y los ideales que, normalmente, desconocen las satisfacciones más profundas de un sujeto. Entonces, un sujeto puede tener los ideales por allá y las satisfacciones por acá. Esto metido en una pareja implica un gran esfuerzo de construcción de qué es una pareja en cada caso.

Les mencioné el texto de Foucault, Conócete a ti mismo, en el cual dice con respecto a conocerse a sí mismo que no es un tema del autoconocimiento, no es autoconocerse, esto es el fantasma del obsesivo. Conócete a ti mismo es una ascesis y Foucault marca dos vías y yo marco la tercera. La primera vía es la histórica, o sea, ascesis son las distintas formas planteadas por la Escuela histórica a fin de llegar a la verdad; la segunda vía, la ascesis cristiana cuyo diseño era el camino hacia la posibilidad de contacto con el dogma; y la tercera vía, la ascesis psicoanalítica cuya finalidad es la purificación del sentido que nos conduce a un punto central que denominamos final del análisis: una certeza de ser. Así, orientados por el camino de la ascesis de sentido, nos despojamos de todos los sentidos aún edípicos, papá, mamá y todo eso.

Hay un filósofo italiano contemporáneo, un referente para todos los intelectuales en algún nivel, Giorgio Agamben, quien ha escuchado y trabajado muy cerca de Heidegger, escribió La desnudez, libro que ha sido publicado en la Argentina, muy interesante para pensar el tema de lo femenino. En el seminario del cuerpo tomaré algunas referencias que he trabajado, pero retomo algunas frases de Agamben para pensar esta combinación del psicoanálisis y lo contemporáneo. Agamben formula que lo contemporáneo es lo intempestivo, lo que irrumpe, en el psicoanálisis se llama el acontecimiento. Entonces lo que irrumpe es lo que irrumpe de lo real, Freud lo llamaba el trauma, es toda una clave. Si las cosas están en homeostasis no hay problema, el problema comienza cuando las cosas irrumpen en una pareja o en una persona; cuando eso irrumpe el psicoanálisis ahí está convocado. El síntoma es una de las formas clásicas de la irrupción en todos nosotros que afecta nuestro equilibrio y nuestra homeostasis. Freud decía, esto es el trauma y el aparato psíquico, el psicoanálisis trabaja para la reinserción de eso traumático en la vida de un sujeto. Un trauma también puede ser una muerte, Freud plantea todos los temas del duelo, etc. Agamben indica que un rasgo contemporáneo es lo intempestivo, me parece que el psicoanálisis allí converge.

Piensen ustedes cuando entre las parejas se dice: «si me pasa esto jamás lo perdonaría», antes bien ¡estamos cansados de perdonar!… Es así, uno lo escucha todos los días. Todos perdonamos cuando hay razones. En cambio, cuando aprovechamos para romper no perdonamos nada, pero que perdonemos o no perdonemos no responde a ideales, responde a satisfacciones, a inclusiones, a lazos existentes. También a veces responde a síntomas.

¿Por dónde irrumpe lo imprevisto en las parejas hoy? Por el teléfono celular, los mensajitos de texto, arrolla por el facebook… Esos pasionales encuentros con el compañerito de la nursery, que hace a encuentros increíblemente amorosos y pasionales con aquel chico que tenía cuatro años cuando se conocieron y desencadena amores a los cuarenta, a los cincuenta años con aquello que había quedado como lazo. Por supuesto, frente a los imprevistos hay parejas en las cuales se relanza el proceso y hay otras en las cuales se desarma. Pero, cuando hay mucho conflicto hay que separarse, yo lo recomiendo, no es sólo separación geográfica sino toma de distancia con los síntomas del otro, toma de distancia del objeto, esto no quiere decir por fuerza divorciarse. La toma de distancia relanza el proceso.

Sin demostrarlo aún, después hablaré un poco cómo entiendo la respuesta psicoanalítica a una pareja. La otra frase de Agamben que empleo habla de la identidad sin persona, el deseo de ser reconocido por los otros como inseparable del ser humano; o sea, el deseo de reconocimiento, un nivel de lo que les transmitiré de la pareja. El deseo de ser reconocido es un tema con el deseo, pero nosotros vamos a agregar a éste dos planos más: el plano del deseo, el plano del amor y el plano de la pasión como tres niveles distintos mediante los cuales una pareja se combina bien, mal, en equilibrio o en desequilibrio, etc. Agamben sigue un poco una formulación hegeliana; Hegel plantea el deseo como deseo de deseo, y cuando uno dice deseo de deseo el tema no es el sujeto en cuestión, ese señor o esa señorita, esa combinación; sino lo que se desea no es al otro sino se desea el deseo del otro sobre mí. Es decir, cuando el psicoanálisis alojó a Hegel, el deseo como dialéctico, podemos decir entonces que la madre no desea al niño; la madre que desea al niño tiene un trastorno, dice Freud. La madre no quiere nene, quiere el falo. Si en cambio, quiere completar algo de su posición subjetiva, el nene tiene que ir al lugar de eso que la madre quiere, si no tiene condiciones para ir a ese lugar, por tanto el nene no tiene alojamiento. Lo mencionó tanto con respecto al psicoanálisis de niños como con las ganas de tener niños en las parejas, el esfuerzo y el sacrificio de algunas parejas de tener un niño que no aseguran para nada el deseo de niño. Piensen ustedes en la lucha científica, la fecundación in vitro, el alquiler de vientre, etc. El tener muchas ganas de algo puede ser justamente una disputa con el rechazo a tenerlo con el rechazo del deseo.

Así distingamos qué es el deseo, no es obvio, pero sepan que el deseo no tiene que ver con las ganas. Las ganas son ideales, voluntad, quiero esto o quiero lo otro, hay ejemplos en todos los niveles. Una persona vino a un control: «Vengo porque no puedo sostener a mis pacientes, tengo muchas ganas de atender y de ser psicoanalista, tengo unos cuantos pacientes, diez más o menos, me angustio con todos, me angustio, me angustio, no podía ni controlar». Esto necesita un análisis no un control, obvio. Cuando un síntoma irrumpe en el analista no con un paciente sino con uno, con el otro y con el otro; esto es un tema del análisis, no del control. En el análisis esa persona quería ser psicoanalista, tenía los ideales para ser psicoanalista, había hecho la carrera, una formación, etc. El psicoanálisis la llevó, primero, a ser una cantante, significativa del jazz, y ahora canta y vive del canto en una comunidad judía en California. Las ganas quieren hallar; el deseo y las satisfacciones quieren hallar, de ahí que el psicoanálisis no debe montarse sobre el querer y las ganas, ¡ojo! esto no lo compartimos, por ejemplo, ni con el cognitivismo ni con los psicólogos deportivos.

¿Qué hace un psicólogo deportivo? Por ejemplo, Locovich, decidió ser tenista a los siete años, lo acompañaron sus padres sin presionarlo mucho, hasta que consiguió ser tenista profesional en Europa, etc. En un momento, algo en él empezó a hacer síntoma. Todos los tenistas tienen un tic ¿lo vieron?, por ejemplo, el caso de Rafael Nadal, se acomoda el calzoncillo antes de sacar; Björn Borg, hacía así en la nariz; Gisela Dulko, antes de recibir el saque hace girar cuatro veces la raqueta en la mano. Si los observan cada uno tiene su pequeño tic. ¿Eso es un síntoma? No es un síntoma porque no altera sino que acompaña la voluntad. ¿Qué hace un psicólogo deportivo? Un psicólogo deportivo trata de limar eso para que pueda seguir jugando. ¿Qué hace un psicoanalista? Considera que los síntomas encierran una verdad y eso le está diciendo que no al tenis; eso no lo invento yo ni Lacan, lo inventó Freud. El síntoma encierra una verdad que hay que desplegar; a este chico le viene como imperativo desde los siete años, vaya a saber por qué. Sus ganas estaban ahí, sus ideales estaban ahí, pero el síntoma venía a decir: Señor, no al tenis. Lo sacó del tenis y lo mando a otro mundo.

Si el síntoma es una verdad que nosotros no manejemos, ataca nuestra voluntad y nuestros ideales; entonces el síntoma es una verdad que nos enseña otra cosa del sujeto. El psicoanálisis responde a la verdad de ese síntoma sin considerarlo un disfuncionamiento que hay que ajustar para no tenerlo. En la medicación, por ejemplo, los psiquiatras dicen esa fórmula tan ridícula de «última generación», con la velocidad en la que va la última generación, los antipsicóticos de última generación, al menos eso se decía hace seis meses, así que ya son de anterior generación; ya vienen los otros que son de última, última generación. Dicen los psiquiatras con quienes comparto muchos trabajos que recomendaban el medicamento al neurótico cuando se desencadenaba — recuerden que los neuróticos se descompensan cuando padecen síntomas que los afectan, los angustian o les alteran su vida—. Los antipsicóticos que compensan a neuróticos funcionan como el cognitivismo que debilita el síntoma para que el sujeto pueda hacer lo que él quiere, ejercer su voluntad. La pregunta es si la neurosis es o no algo que daña la vida de una persona. La neurosis es el silent killer, como a los norteamericanos la hipertensión, mata sin gritar. Digamos que arruina y anula el deseo y vacía de sentido una vida a la larga o a la corta. Por eso no estamos muy contentos de compensar neuróticos, sino de aprovechar la descompensación para desarticular la neurosis que mata sin gritar.

Una última frase de Agamben que podemos relacionar con la pareja: el arte de vivir es la capacidad de mantenerse en relación armónica con lo que se nos escapa. Esto no sólo es crucial para el psicoanálisis lacaniano en particular, sino también para la filosofía, para Roland Barthes, para Michel Foucault para todo un contexto que parte de muy lejos en la historia de la humanidad, del pensamiento occidental y también del oriental. Lo que se escapa es un dato crucial para entender la construcción de una pareja.

Armar una pareja no es fácil, conlleva sus complejidades. Si pensamos las complejidades de lo que implica una mujer, y las que implica un hombre. Ese dato natural con el que todos vivimos, inclusive, en la llamada sociedad burguesa de la actualidad. Si ustedes leen la historia de la sexualidad de Michel Foucault, van a orientarse con respecto a que, la sociedad matrimonial no pertenece a la historia de la humanidad, sino a una historia particular: la sociedad industrial, capitalista y burguesa que ha alojado a la sexualidad en el matrimonio con todos los síntomas que convergen en ese punto.

Así pues ¿cómo se arma una pareja? Una pareja se arma por muchas razones; en los libros o en la novela rosa se habla del amor, y de otra cosa. En algún momento se hablaba del amor para toda la vida, uno se casaba para toda la vida. Pero, poco a poco va mostrando los signos que, no son del lado del amor sino cada vez más contingentes. Contingentes quiere decir que tienen una permanencia no tan obvia de cómo la gente proyecta su futuro. Me da la impresión de que el mundo actual ataca la idea del encuentro para siempre, hasta que la muerte nos separe.

Me parece que hoy no es así para nada. Tengo un paciente que dice: « ¡otro fracaso más!» Otro fracaso ¿de qué? «Me vuelvo a separar, es mi tercer matrimonio, ya tengo cincuenta y pico de años, no tengo más chance de fracasar». Y ¿qué fracasó? Su matrimonio vivió bien diez años, los dos últimos de terror, pero diez años bien, ¿eso es un fracaso! Eso sostuvo y contuvo muchas cosas en él. Lo que fracasó es la idea de inmortalidad, de que las cosas no mueren, que la pareja es inmortal. Tenemos parejas en las cuales se articulan ciertos fantasmas del para siempre y además con todo dentro. Algunas parejas que se programaron para toda la vida, duran un año; aquellas que iban a incluir todo, rápido dejan el sexo de uno de ellos fuera o el de ambos, pero no como fracaso sino como complementación. A veces surge la pregunta sobre la infidelidad ¿es un síntoma o no? Para mí no es un síntoma en términos generales porque no somos moralistas ni estamos en el campo ideológico, puede serlo para alguien. En el campo del psicoanálisis que no abarca todo sino abarca sólo alguno, un síntoma es lo que me hace sufrir, el síntoma es repetición y sufrimiento. Si no hay repetición y sufrimiento enganchado ahí, no es un verdadero síntoma. Por lo tanto hay infidelidades que son un síntoma, y no infidelidades que también lo son.

Entonces, hay tres planos de la pareja, si pensamos que la mujer como tal tiene sus complicaciones particulares, y el hombre las suyas. Las complicaciones no sólo de orden sintomático, sino de sensibilidades distintas, de rasgos distintos, etc. No está de más preguntar ¿cómo es que hay parejas?, ¿cómo se hace para que eso combine y, muchas veces, dure toda la vida? Sabemos los altos costos de esa duración de por vida. Así pues en el caso de que los hijos registren como hecho traumático la separación de los padres, si bien es cierto que hay un traumatismo, no decimos que esto es la liviandad. Pero ¡ojo! también hay traumatismo de la angustia de los padres, de los conflictos de los padres, del sufrimiento de los padres, esto no es poca cosa, toca. De hecho, no hay daño más grande que provoque a los hijos que la angustia de los padres, y especialmente la de la madre. Una madre angustiada que demanda a sus hijos a cubrir su propia angustia, produce enormes daños que, a lo mejor no tendría si hubiera conseguido desarticular esa tortura de dos sujetos que se han unido en el horror y no en el amor, el deseo o el sexo.

Como ustedes saben, hay distintas combinaciones, hay una cuestión que incluso interroga lo que decimos de la sexualidad o de la sexuación femenina y masculina en el campo del psicoanálisis. ¿Qué se dice en el psicoanálisis en la enseñanza de Lacan? Se dice: lo femenino es hacer converger el amor y el deseo en una misma persona, eso es femenino. Y para el hombre es la divergencia o la separabilidad del objeto de amor del sexo – esto es un clásico que plasma bien la neurosis obsesiva en la cual siempre hay dualidad entre el amor y el sexo. No estamos pensando el amor en términos de sentido común, el amor comporta sofisticación. En particular, el enamoramiento funde las cosas, reúne todo, con frecuencia une el sexo, el deseo y el amor. No siempre. Escucho parejas que dicen: «Con él, nunca fue bueno el sexo y siempre pensé que esto iba a mejorar y al día de hoy y veinte años después nunca mejoró». Esto también ocurre.

También ocurre que hay buenos encuentros sexuales, pero desde el punto de vista amoroso hay una fragilidad. O sea, que con cada pareja uno podría hacer una jerarquía, esta pareja está unida centralmente ¿por qué?, por el amor; el sexo está, no descompensa a la pareja pero acompaña pobremente, puede ocurrir. El deseo, esto es, todo lo que tiene que ver con la forma de vivir, de dialogar, de más pleno. Pero en el tema de lo amoroso no saben si se quieren, expresan que son buenos amigos, establecen un intercambio intelectual como acompañamiento al desarrollo de uno de ellos, son buenos compañeros, no podrían vivir sin eso; y el sexo no está pero hay el esfuerzo por realizarlo. El esfuerzo de realizarlo se logra de muchas formas, cuando una persona no tiene el sexo como motor de su pareja, hace esfuerzos de realización; si mediante estos esfuerzos lo consiguen aceptablemente, se alivian que ya pasaron la prueba y hay que esperar los próximos quince días.

En el mundo de las parejas hay distintos tipo de combinaciones. Uno dice ¿cuál es buena y cuál es mala? Nuestra respuesta particular es, hay síntoma o no. ¿Qué quiere decir? Una pareja que está en equilibrio más allá de lo que nosotros podamos opinar sobre las intensidades en juego, no hace síntoma con eso y, en cambio otra pareja con menos desequilibrio hace de eso un síntoma. Cuando una pareja hace síntoma eso lo alojamos a veces como respuesta psicoanalítica a una pareja. Pero ustedes podrán decir, pero esto ¿se desequilibra al mismo tiempo en la pareja? No. Normalmente esto se desequilibra por uno, es muy difícil el coro. Con frecuencia, la vacilación viene de uno de ellos, ya sea por los movimientos de sustracción de uno o por el comienzo de un tratamiento del otro que cuestiona ese equilibrio. ¿Qué quiere decir esto conceptualmente? Quiere decir que las parejas no son una complementación natural, sino que se unen por síntomas, hay unos que combinan y otros que no.

Hay otro nivel de la cuestión, el otro nivel se llama goce. Cuando ustedes quieren trabajar el tema del goce en la pareja hay dos niveles. Para ello, primero, hay un Curso de Jacques Alain Miller El partenaire síntoma, en cuyo contenido encontrarán cómo se hace una pareja. Y, segundo, hay un seminario entero de Michel Foucault, Cómo vivir juntos, en el cual aborda los equilibrios de las comunidades hombre-mujer y biorrítmicas, es decir, con ritmos diferentes y cómo articulan esa combinación. Tercero, y fundamental para abordar la combinación de goce entre la pareja, hay un texto clásico de Georges Bataille, El erotismo, en cuya combinación puede apreciarse la gran articulación respecto a muchas cosas que pensamos en el psicoanálisis y comprometen la relación entre el hombre y la mujer.

Para George Bataille hay una relación entre erotismo y muerte, entre erotismo y crimen, entre erotismo y violación. A fin de definir el erotismo se alude a la ausencia de erotismo en los animales, antes bien, están inmersos en el instinto sexual y de reproducción. En lo humano, lo erótico es todo aquello que escapa a la función reproductiva, y se vincula con actividades del orden sexual que no tienen funcionalidad de ningún orden. El erotismo extrae cualquier función a la sexualidad; es decir, le quita pragmatismo, extrae lo que Jeremy Bentham llamó el utilitarismo, la eficacia y la funcionalidad. Así como también en el campo del arte Marcel Duchamp desarrolló el erotismo, entre muchos otros, al extirparle a los objetos su funcionalidad para darles otro estatuto. Hacer esto representa lo humano en el campo simbólico ¿Qué hace Marcel Duchamp? Coloca un inodoro y lo constituye como una mesita de luz, le quita la funcionalidad. En otro nivel, erotismo es darle función erótica a distintos lugares del cuerpo que se llaman zonas erógenas, no por fuerza zonas erógenas predeterminadas, sino zonas erotizadas por el deseo. O sea, el cuerpo erótico es un cuerpo constituido a partir de deseos, sexuales, es cierto, pero mediante el deseo sexual que interroga y hace una anatomía singular del cuerpo vinculada del todo a lo erótico sin ninguna función.

En este sentido, como ven, el erotismo se acerca mucho al fetichismo, en tanto, fetichizar un tobillo destaca eróticamente un dato del cuerpo, por lo cual son formas de erotizar zonas que remiten siempre a otra cosa. La función erótica descompone de una forma distinta lo que llamamos la anatomía del cuerpo. Podríamos decir que hay un plan erótico en cada uno de nosotros. ¿Cómo se arma el plan erótico? Se arma de diversas formas, se arma por supuesto en el ejercicio de la sexualidad, en el ejercicio que Freud inauguró en el desprejuicio y en la ruptura de las inhibiciones. Pero, ¿cómo se rompen las inhibiciones? Las inhibiciones se desgajan por un fuerte deseo erótico. Hay algo muy pragmático en esto, el erotismo interroga, despliega, se reproduce. Diría que, casi es el único lugar donde el goce es dialéctico, debido a que el goce es autoerótico siempre. No obstante, en el campo erótico es dialéctico. Nuestro cuerpo erótico está construido sobre el fondo de las marcas de las personas que erotizaron nuestro cuerpo en todos los términos. Cuando alguien ha padecido de un cuerpo sin erotizar en el sentido que vengo diciendo, puede ser por falta de un partenaire, falta de sensibilidad o por identificación al lado hombre que hace obstáculo a lo femenino. Un hombre centrado en sí mismo y en su placer, es un hombre que no es bueno para la sensibilidad femenina. Cuando quieran interrogar esto, hay un texto sobre la sexualidad femenina, Memorias de una cantante alemana, donde se desarrolla la femineidad de una mujer al límite de los límites. De ningún modo quiere decir que toda sexualidad se desarrolla de esa forma. Dado que en el libro se dicen las cosas de frente, produce un efecto casi pornográfico. Con todo, es un libro del erotismo femenino.

Por otra parte, el cuerpo del amor se acerca mucho al amor en términos de la imagen que vemos en nuestro espejo, armónico, amado como total con efectos del lado de la estética, etc. El cuerpo del erotismo es un cuerpo que no está del lado de la estética. Es más, podría decir, que a veces la estética hace obstáculo al erotismo del cuerpo. Si uno está fascinado con la estética, el cuerpo erótico encuentra un obstáculo para desarrollarse. Una mujer bella puede o no estar identificada a su belleza; pero si lo está, eso será un obstáculo para su erotismo y para el de su partenaire.

Esto se ve dramáticamente. Conocí una mujer que era una mujer espectacular. Vestida de negro, botas, rubia. El marido tenía un problema, pues ella no le atraía sexualmente. Él tenía una amante, una vieja horrible. Sus amigos le decían: cómo puedes con la mujerque tienes, cómo puedes estar con esa vieja horrible. Y —él decía—: «Con ella no me pasa nada, esta es para los amigos, para que me envidien; yo quiero estar con la vieja día y noche». ¿Cuál es el problema? Lacan dice: la mujer que es femenina no es esa con botas, una mujer muy fálica, una amazona, aquella que no se baja del caballo. Aunque puede serlo en su posición sexual (si se baja del caballo, por así decir). Conceptualmente la mujer femenina es la que se posiciona como objeto causa del deseo cuando es convocada por el deseo del hombre. En cambio, una mujer fálica cuando es convocada por el deseo de un hombre a ocupar el lugar de objeto causa, siente que eso es ser usada, maltratada, no ser respetada. Esa consistencia llamémosle, bella fálica, que hace obstáculo para alcanzar la posición femenina. Entonces, ser: o bien falicismo, en el sentido de lo que llamamos la amazona, o objeto causa del deseo.

La posición fálica encarnada en la mujer bella hace obstáculo a la feminización y es un símbolo femenino social. Antes bien, el ejercicio de lo femenino no tiene nada que ver con esto. Si ustedes leen el erotismo según George Bataille en cuyas páginas formula que consiste en entregar el ser propio al desfallecimiento que combine acerca de la muerte. Recuerden que Lacan en el Seminario de la angustia dice que en el límite del orgasmo está la angustia en juego, esto es, el desfallecimiento del ser y combina con algo de la muerte. El orgasmo masculino tiene algo de más trivial, sin importancia para el psicoanálisis, es de un empirismo banal. El orgasmo femenino sin consistencia, escapa y convoca a otra cosa. Por eso George Bataille llama al orgasmo y en particular al femenino, la pequeña muerte. Es decir, hay un límite entre el orgasmo, el desfallecimiento del ser, entrega, lugar del objeto, todo lo que hace obstáculo a esa entrega, lo hace también al erotismo.

Hay un librito que escribí, un seminario sobre por qué los hombres —en la historia de la humanidad y del pensamiento occidental desde Hipócrates pasando por los griegos y la mitología griega— maltrataron a las mujeres, esa es la teoría. Hay algo de lo femenino que amenaza al hombre, es la teoría central de ese libro. En mi libro menciono a Schopenhauer debido a que establece una teoría de que la pareja matrimonial tiene una sóla función que es mantener la especie. Y en esa pareja cada uno debe cumplir su función, todo lo que altere esa función está muy mal visto y condenado por él. Entonces dice cosas como esta: el hombre aspira al cambio, la mujer a la fidelidad; el amor del hombre decrece con la satisfacción y el de la mujer crece; la fidelidad es artificial en el hombre y natural en las mujeres, por esto el adulterio de la mujer es menos perdonable porque altera la función de la especie —Schopenhauer afirma— el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni materiales, paga su deuda con la vida por el sufrimiento, el parto. También teniendo que obedecer al hombre, su vida puede transcurrir insignificante, aptas para educar porque permanecen pueriles, inútiles y limitadas en la inteligencia. Y remata con esto: la mujer es un perro en su esencia y hay que tratarla como tal, lo peor que hay de esto es la mujer europea, la dama europea, es lo que está más lejos de la perritud que debe encarnar la mujer para cumplir su función filogenética de sostener la especie; o sea, dice estas cosas: el hombre que se casa comete una imprudencia, salvo que haga un casamiento brillante. La poligamia de hecho existe en todas partes; hay que organizarla, es justo que al hombre se le obliga a cargar con diversas mujeres, se le obliga a cargar con diversas mujeres, por naturaleza la mujer está destinada a obedecer, necesita un amo; si es joven toma un amante, si es vieja un confesor.

Bueno una cosa más, hay una novela que les recomiendo, es una novela japonesa del siglo XI de una mujer Shikibu Murasaki, la mujeres en Japón no tenían acceso a la escritura, ella sí la tuvo. Escribió La novela de Genji cuyas páginas sonde una sensibilidad extrema para aquel que gusta de lo oriental. Lo oriental va de la mano del psicoanálisis, recuerden, porque va contra el sentido, va contra la explicación y va a favor de la meditación. Si ustedes quieren o precisan la meditación, en particular, la meditación zen es tomar una frase durante meses y darle vueltas y vueltas hasta quitarle todo el sentido; eso en psicoanálisis se llama fantasma fundamental. Al principio les mencioné las ascesis del sentido en el psicoanálisis y la experiencia de la meditación zen, esta novela toma esta posición del hombre y sus amantes. Los japoneses eran poligámicos en aquella época, ahora lo son de otra forma y cada hombre, príncipe Genji, con todos los ideales encarnados de belleza, capacidad y bondad, era un hombre que había alojado y sostenido en su palacio a cada una de sus amantes. Schopenhauer dice algo de esto, a su vez, para Lacan alguien como Schopenhauer podría encarnar el fantasma del don Juan, Schopenhauer describe algo de eso. Lacan dirá que no es un fantasma masculino es un fantasma femenino. El fantasma de que a la mujer le gusta sufrir es un fantasma masculino, cuando la mujer goza con el sufrimiento es un fantasma masculino. Lo que yo agrego allí, es que hay muchas histéricas que tienen amplia relación al sufrimiento, que engañan al otro que cree que es la mujer, y era la histérica; es decir, aquella que está más compenetrada con el sufrimiento.

Notas
* Psicoanalista, AME de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis). Fundador de la primera Escuela Lacaniana en la Argentina junto con Oscar Masotta. Encuentro con el Campo Freudiano en Caracas 1980. Fundador del Simposio del Campo Freudiano. Co-Fundador y primer Director de la EOL. Miembro del Consejo Estatutario y del Comité Científico del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA). Miembro del Comité de Iniciativa del Instituto Oscar Masotta (IOM). Autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas, y de los libros: Colección Qué Será?, Clínica de las psicosis, Las mujeres, Ecos entre el psicoanálisis y la literatura.

Fecha: 27/05/2011
Modalidad: Presencial
Lugar: Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

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2011 Actividades Internacionales Archivo

El silencio de las drogas

El silencio de las drogas

Luis Darío Salamone

Agradezco enormemente a la Nueva Escuela Lacaniana de México la invitación que me han cursado para compartir con ustedes una serie de actividades.

Cuando me invitaron, entre otras cosas, a dictar esta conferencia, como se acostumbra a hacerlo, comenzamos por pensar el título. La cuestión del silencio me pareció que resultaba apropiada para nombrar ciertas cuestiones que se juegan en relación a la problemática con las drogas. No recordaba que lo hubiéramos trabajado en el Departamento de Toxicomanías y Alcoholismo del Instituto Clínico de Buenos Aires, por lo que supuse que esta oportunidad que me han brindado con esta invitación, era una buena razón para hacerlo.

1-El silencio de la represión y la supresión tóxica
Sabemos sobre la actualidad que tiene el tema de las problemáticas con las drogas. Por más que sea un tema del cual se habla y mucho, que aparece todo el tiempo en los medios de comunicación, hay que decir que cierto manto de silencio recubre esta cuestión del consumo de tóxicos. Podemos pensar en muchas razones, en el dinero que mueve esto, en cuestiones de poder, en cosas que me parece que se piensan más bien a nivel de la política.

Pero hay algo que resulta estructural y es por lo que precisamente nos vamos a interrogar nosotros, y es esa relación que el sujeto puede mantener con una sustancia tóxica. Hay algo del silencio que se juega a ese nivel y resulta estructural porque el sujeto puede, a partir de una droga, acallar cierta problemática, de una manera tan contundente, tan radical, que hace que, por mucho tiempo, incluso en el psicoanálisis mismo, no se haya hablado demasiado de estas cuestiones.

Para que el sujeto no hable no necesita de drogas. Por un lado tenemos eso que acalla la represión, el mecanismo que está en la base de cualquier neurosis. En el caso Schreber, que es un caso de psicosis, Freud nos dice que el proceso de la represión se cumple mudo. Se cumple mudo y lleva a cierto mutismo. Theodor Reik en uno de los mejores textos que se han escrito sobre el tema, titulado «En el principio es el silencio» (1926) plantea que el paciente entra en la situación analítica rompiendo el silencio; hasta entonces ha callado sobre sus experiencias, emociones, por más que haya hablado mucho de sí mismo, no ha mostrado ese costado que aflora en un análisis. (Cómo dice Nietzsche, hablar mucho de sí mismo también puede ser una manera de esconderse).

Reik se refiere a un paraje llamado «zona de silencio» que se encuentra cercano a la isla de Vancouver, en el Océano Pacífico. En esa zona muchos navíos que se estrellaron sobre las rocas reposan en el fondo del mar, es una zona callada, ninguna sirena es capaz de advertir a los capitanes del peligro. El sonido del exterior no llega al navío. Reik compara esto al material reprimido. Cuando el sujeto llega a un análisis y comienza a hablar, esos primeros rumores, apenas perceptibles, tienen su eco en esa zona de silencio. Al principio puede hablarse con dificultad, el sujeto se enfrenta a una situación extraña, comienzan a aflorar cosas que no quiere o le resulta difícil decir, nos encontramos en un momento de incomodidad, no tardará en mostrar su costado de imposibilidad.

Con el consumo de drogas se busca también dejar de lado algunas cosas, pero no sólo se apela a la represión para llevar a delante esta situación, hay sustancias tóxicas que son muy eficaces para borrar cosas resultan intolerables, al menos en un principio, podríamos decir que los recursos tóxicos sirven de auxilio. Como lo plantea Freud en «El chiste y su relación con lo inconsciente», sirven para aligerar la instancia crítica que impide el placer del disparate. El alcohol, por ejemplo permite una alteración en el talante, dice que por eso no todos pueden prescindir de ese veneno. Ese talante alegre es generado por vía endógena o tóxica, rebaja la inhibición, la crítica y permite el resurgimiento de un placer sofocado.

Resulta interesante que alguien puede embriagarse para desinhibirse, para aligerar el superyó, sin embargo éste no tarda en tomar el comando de este recurso y es el que lo empuja al sujeto a gozar.

Los contenidos molestos, esas cuestiones que la represión no termina de desalojar, encuentran en las drogas un poderoso auxiliar para hacerlo. Esta es una forma de silencio que puede resultar más eficaz que la obtenida por la represión sin el tóxico como auxiliar.

Pero lo que se pone en juego tiene sus consecuencias, no hay represión sin retorno de lo reprimido, no hay cancelación, por más tóxica que sea, sin que eso de alguna manera vuelva. En oportunidades ese retorno puede ser silencioso, en otras no tanto. Pero hay que decir que las pulsiones de muerte también son silenciosas en su accionar, hasta que su murmullo pueda tornarse estridente.

Aún cuando el sujeto logre una «supresión tóxica» eso rechazado retorna. Y como suele ocurrir, no se sabe de qué manera.

Estamos planteando la cuestión en el marco de suponer que una sustancia tóxica aparece, como dijimos, como un auxiliar, en un sujeto con una estructura neurótica, poniéndose al servicio de ese mutismo que es característico del proceso de represión.

2- El silencio de las pulsiones y el del yo
Lacan va a tomar una diferencia existente entre dos términos: taceo y sileo. Taceo nos remite a ese silencio que es una consecuencia directa de la palabra no dicha, un silencio tácito, tiene que ver con el hecho de callarse; sileo lo podemos vincular, en cambio, a ese silencio que resulta estructural de las pulsiones. Hay una diferencia entre lo silenciado, aquello que deliberadamente queda en las sombras y lo silencioso, eso mudo, imposible de poner en palabras y que Lacan identifica con lo real.

Vemos cómo tenemos la posibilidad de pensar un silencio que es de otra naturaleza. En Freud hay muchas referencias que nos remiten a esta otra forma de silencio ligado a la pulsión de muerte. Por ejemplo cuando encuentra un parentesco entre la mudez del sueño y una figuración de la muerte (en el texto «El motivo de la elección del cofre») o cuando plantea en la «Presentación autobiográfica» que la pulsión de muerte, o de destrucción, trabaja sin ruido.

Vamos encontrando otro terreno, la represión apunta al silencio, pero también hay un goce callado, que no pasa al campo de la palabra, que guarda relación con la pulsión de muerte, en este terreno lo mete al sujeto, en muchas ocasiones, gracias las drogas.

El término que se había popularizado hace unos años, antes de se formara el TyA, el Departamento de Toxicomanías y Alcoholismo, era precisamente el de adicción, sin dicción, y resultaba bastante apropiado desde esta perspectiva, si optamos por el término toxicomanías, era porque el significante adicciones estaba muy desgastado, los tratamientos de las adicciones partían de identificar al adicto con ese término y procuraban reforzar esa identificación para lograr un control yoico. Este tipo de tratamiento primero se implementó con los alcohólicos para luego generalizarse en todos los casos de adicciones y luego en otros tipos de problemáticas.

No vamos a poner en duda la eficacia de este otro tipo de tratamiento, la tiene, podemos pensar en de que orden es. El psicoanálisis propone otra cosa. El de orientación lacaniana sabe que la apuesta por el yo, a la corta o a la larga, resulta nociva. Tenemos una idea freudiana del yo, es decir que el yo, puede parecer por momentos muy fuerte, pero es sumamente endeble. Y con respecto al goce, este no se deja manipular, ni tan fácilmente ni por mucho tiempo.

Alimentar el yo puede resultar problemático. Para Lacan «el yo está estructurado exactamente como un síntoma» (Sem 1. Pág. 31), afirma que es el síntoma privilegiado en el interior del sujeto, el síntoma humano por excelencia, su enfermedad mental. Por su puesto que no resulta extraño que una persona realice una apuesta de ese orden, lo llamativo es que se había olvidado dentro del psicoanálisis, por no haber leído correctamente «El yo y el ello», donde Freud nos dice que el yo se forma a partir de identificaciones, es decir que en su base lo que se juega es algo del orden de la alienación. Además Freud nos presenta su difícil relación con el superyó. Freud dice que «Es el monumento recordatorio de la endeblez y la dependencia en que el yo se encontró en el pasado, y mantiene su imperio aun sobre el yo maduro.» (Freud. El yo y el ello. Pág. 49). El yo está sometido al imperativo categórico del superyó.

Es interesante porque en muchos abordajes que se hacen de adictos se busca deliberadamente reproducir estas coordenadas. Para muchos psicólogos las toxicomanías nos muestran el paradigma de lo que sería un yo débil, un yo que no resiste la tentación de volver a consumir y que sería necesario reforzar. Procurar que el sujeto tenga un yo fuerte, para esto se pasa una temporada internado con un superyó exterior que le machaca con lo que tiene que hacer o dejar de hacer, hasta que el yo se vea fortalecido y, fundamentalmente aprenda.

Se llega a postular a la terapia de refuerzo yoico como una suerte de prótesis psíquica.

Para decirlo de una manera clara, siempre tengo la impresión de que la mejor representación que nos muestra como pensaban al superyó algunos analistas pos freudianos es ese personaje de Pinocho llamando Pepe Grillo, que era la conciencia de Pinocho, el responsable de guiarlo por el buen camino, y se quedaron algunos con la impresión de que el superó le dice lo que tiene que hacer al sujeto, que allí encuentra la ley. Pero esa ley, como lo vamos a ver, tiene su contracara.

Se pretende reintroducir por este camino algo del orden de la ley. Pero Lacan ha planteado muy pertinentemente que el superyó es la ley y su destrucción. Freud decía que el superyó tiene una afinidad con el ello, podemos decir que tiene una afinidad con la pulsión de muerte, lo digo en palabra de Freud: es el «cultivo puro de la pulsión de muerte», es cruel con el yo y sabemos que hay tratamientos que pueden resultar crueles. Freud hace todo un listado de cuestiones asociadas al superyó, la reacción terapéutica negativa, el sentimiento de culpa, la necesidad de castigo (asociada al mismo), que encuentra su mayor grado de manifestación en la melancolía, pudiendo llegar hasta el suicidio. Podemos agregar a esta lista el consumo de drogas, ya que el trabajo analítico nos muestra que se encuentra asociada a estas cuestiones. El yo es presentado por Freud como una pobre cosa sometida a servidumbres, del mundo exterior, el ello y el superyó. El yo es un adulador, oportunista y mentiroso, pero está sometido a los vasallajes del superyó y no tarda en convertirse en un almácigo de angustia. De esa angustia de muerte que se juega entre el superyó y el yo.

Resulta increíble cómo los psicoanalistas desconocieron estos postulado freudianos que resumo, en el texto pueden encontrar aún más cuestiones a partir de cuales nos podemos dar cuenta de porque pretender reorganizar esta relación entre el yo y el superyó es una tarea inútil, incluso arriesgada, Lacan nos advierte al respecto, nos dice cómo, sin quererlo, o incluso queriendo hacer el bien, podemos conducir a alguien hacia lo peor. Podemos entender porqué él nos decía que el superyó empuja al goce. Y el goce es el camino que nos conduce a la pulsión de muerte. Hacia un silencio definitivo.

Pero antes de llegar a él, hay una forma de silencio que tiene que ver con el yo, que se hace el distraído frente al accionar del superyó. No resulta extraño, ya que como Lacan se encargó de dejar bien claro en el principio de su enseñanza, resulta evidente que el yo tiene una función de desconocimiento y, cuando se apunta a él, aunque este pretenda que lo hemos vencido, no tarda en reabsorber esa enseñanza para seguir mintiéndonos. Porque el desconocimiento es su función fundamental. Vamos a una demostración clásica, hay sujetos que son alcohólicos, jugadores, o tiene cualquier adicción, de forma evidente y notable tanto para él como para el resto de las personas, pero cuando son confrontados a que padecen esta problemática, simplemente la niegan, no se dan por enterados y se dirigen alegremente al casino o a servirse una copa de vino, se pueden plantear que son mentirosos, pero sucede que, como decíamos, la función por excelencia del yo es el desconocimiento, es decir que es un embustero.

¿Conocen la fábula del sapo y el escorpión?, creo que es una historia africana.

Un sapo estaba en la orilla de un lago descansando en una roca mirando el cielo, un escorpión lo observaba atrás de unos arbustos, se acercó al sapo y le dijo «¿Me ayudas a cruzar al otro lado del lago? Yo me subo arriba tuyo y me llevas.» El sapo le dijo que no, que lo podía picar y moriría. El escorpión intentó convencer al sapo: «Yo no sé nadar, si te pico en el lago tu hundirás, y moriré junto contigo» Al sapo le pareció razonable el argumento y accedió. El escorpión subió en el sapo, y cuando ya iba por la mitad del lago sintió un picotazo en su cabeza, inmediatamente se detuvo y le preguntó al escorpión: «¿Por qué me picaste?, moriremos los dos». «Discúlpame -dijo el escorpión-, no quise hacerlo, pero no pude evitarlo… esa es mi naturaleza».

Esto pasa cuando uno se dirige al yo, tiene sentido común, puede ser razonable, puede incluso tener buenas intenciones y realizar el mejor esfuerzo, pero es muy probable que nos hundamos a mitad de camino, no puede con su naturaleza, su función de desconocimiento es algo a lo que no puede renunciar por mucho tiempo, el yo no está para aceptar la falta, la puede soportar a duras penas por un momento, pero volverá a ese rechazo, toxico o no, antes de llegar al terreno del deseo. Y esa parte diferenciada llamada superyó muchas veces resulta más venenosa y mortal que el escorpión. El superyó, nos dice Lacan tiene relación con la ley, pero se trata de un ley insensata, a tal punto que implica su desconocimiento. Era insensato, para el escorpión mismo picar al sapo, pero era su naturaleza, así actúa el superyó en el neurótico. Es la ley y su destrucción, un imperativo que llega a ser lo más devastador, Lacan nos dice que es una figura feroz.

Insisto en esto para que veamos la inutilidad para alguien de que nos convirtamos en una especie de superyó exterior auxiliar a partir de cual se le dice qué es lo que le conviene hacer. Me parece que acá convendría que recordemos cuál es un silencio que al sujeto puede convenirle: el silencio del analista, es sobre ese fondo que se reencontrará con su decir, es allí donde podrá encontrar los ecos de ese real que lo determina, y es en ese silencio donde se juega esa función de objeto el analista cumple para que el sujeto pueda racionarse de otra manera con lo real.

El psicoanalista no está para prohibir que el sujeto se drogue, sabe, a partir de lo que hemos planteado, que realizar un pacto con la parte sana del yo resulta inútil, simplemente porque no hay parte sana del yo.

3- El silencio en la cura
Cuando un analizante comienza su análisis puede suponer que ese silencio del psicoanalista le es ajeno a él, no tardará en percatarse de que es lo que tiene de propio, se trata de lo más íntimo, con lo cual trabajará para relacionarse de otra manera. Se encontrará con el silencio del analista para poder relacionarse de otra manera con el silencio estructural de las pulsiones. El semblante del analista está para que el analizante se relacione de manera diferente con lo que le resulta problemático.

El neurótico irá saliendo así de ese silencio propiciado por la represión, redoblado por el consuma de sustancias, volverá a encontrarse con el lenguaje para poder enfrentarse finalmente al silencio de las pulsiones sin sepultarlo como lo había hecho.

El sujeto pondrá en juego en el tratamiento un silencio que es una forma de resistencia, el analista tendrá que maniobrar para no alimentarla, pero que aparezca, resulta algo lógico. En principio el adicto no reconoce su adicción, no quiere concurrir a un tratamiento. Más tarde puede verse llevado a él, entonces quizás aparezca esa resistencia que no cae directamente sobre es silencio estructural, sino sobre lo conflictivo, entonces hablará a partir del síntoma. Resulta común que cuando un sujeto decide dejar de consumir aparezcan los síntomas, a partir de allí no es que el psicoanálisis se allane, pero se sigue el camino particular que pueda tener cada análisis, en verdad esto se jugó así desde el principio. Eso que permanecía acallado, que hablará en el síntoma para ser interpretado, lo pone al sujeto nuevamente en relación a ese Otro de la alienación, que habrá que desmantelar, pero de otra manera.

El sujeto irá, si hace un tratamiento analítico, de una posición cínica, cuando rechazaba al Otro, al inconciente, ayudado por los tóxicos; a un saldo cínico que podrá encontrar al final del tratamiento al comprobar que ese Otro con el que en su neurosis se relaciona, no existe.

Antes, cuando eligió el silencio de las drogas, siguió el camino del rechazo de lo simbólico, del rechazo del Otro que se le tornaba problemático, del rechazo del inconsciente, luego del trabajo analítico uno sabe de los límites de lo simbólico, de que se Otro es una construcción neurótica y que frente a las pulsiones uno puede tomar decisiones, que es responsable de cómo elige gozar y, en definitiva, vivir.

Enfrentarse a ese otro silencio implica que el sujeto se relacione con aquello que con las drogas pretendía obturar, con una falta que al taponarla lo sumía en un goce mudo y mortífero.

Quisiera tomar algunas referencias de otro muy buen texto que se ha escrito sobre el tema que se llama «El silencio primordial», habla del silencio en la cura, pero ha sido escrito por un filósofo argentino Santiago Kovadloff, nos dice que «el silencio terapéuticamente eficaz arrebata al paciente la ilusión de que sabe lo que dice y lo acerca a la intuición de que dice lo que debiera saber» (Pág. 53). El psicoanalista calla y le entrega al sujeto «el indescriptible paisaje de su alteridad», entonces «lo medular silenciado irrumpe y se deja oír». Kovadloff nos dice que curarse implica hacerse responsable, pero ¿de qué?: «Del preguntar como lo huérfano de respuesta. De la existencia asumida como el perpetuo interrogar por el sentido ausente». No se pregunta para responder sino porque no es posible hacerlo. Es decir se llega a un extremo donde ya no se busca, el silencio recorta un vacío frente al cual, por un lado se puede estar tranquilo, pero a la vez impulsado por un deseo que ya no encuentra los obstáculos propios y que procura hacer algo con los ajenos. Estar intoxicado al sujeto entonces ya no le depara ninguna ventaja, en el intento de mantener anestesiado el sufrimiento el sujeto metió en la misma bolsa su propio deseo. Y puede encontrar satisfacción en un recorrido que antes no aparecía en su horizonte.

Theodor Reik va a concluir su trabajo clásico sobre el tema con una referencia a Mahler que en una oportunidad dijo: «En música, lo más importante no se encuentra en la partitura», lo mismo sucede con el psicoanálisis. Reik ha sido uno de los psicoanalistas que no han reducido el silencio a una defensa. Abraham pensaba al silencio como una defensa frente al erotismo anal, Fenichel como una defensa frente a un deseo de felación. Reich recomendaba responder a ese silencio de defensa con otro por parte del analista, pero Reik no era tan rígido, pensaba que mucha veces el discurso escondía y el silencio revelaba, pero para eso hay que lograr salir de ese silencio provocado por las drogas. Se llega a otro puerto, Heidegger dijo que «sólo el discurso verdadero hace posible el silencio auténtico».

El analista es, como dice Miller, ese silencio en nombre del cual el sujeto habla, hasta ese punto en el que ya no hay nada para decir, hasta obtener ese silencio que no es defensa, de una intoxicación que busca tapar la falta, llevando a u goce autista, solitario y silencioso, un silencio que no se opone al acto, podríamos decir, un silencio, en nombre del cual, el sujeto actúa.

4- Desolación y silencio
Hay un texto de Freud que se llama «De guerra y muerte», allí dice «Hemos manifestado la inequívoca tendencia a hacer a un lado la muerte, a eliminarla de la vida. Hemos intentado matarla con el silencio». Hay sujetos que intentan hacer a un lado la muerte intoxicándose. Es muy frecuente escuchar en la clínica que sujetos que, de alguna manera se estaban matando con el consumo, procuran escaparle a la muerte. En muchos de estos casos la muertes una puerta, de entrada y de salida. El temor, el intento de negar la muerte, lo lleva al sujeto a entrar en el consumo, percatarse de que se están matando lo puede llevar a querer salir».

Ustedes saben que Edgar Allan Poe que tuvo problemas con el alcohol, también fumaba opio, algunos de sus cuentos fueron escritos bajo los efectos de esta sustancia. Hay uno entre ellos que fue catalogado como metafísico en las ediciones que ha traducido Julio Cortazar que lleva por nombre precisamente «Silencio»[1]. En este cuento, que es presentado como una fábula, el demonio nos habla de una lúgubre región donde no hay calma ni silencio. Todo funciona de una manera muy extraña, las aguas de un río azafranado no corren hacia el mar sino que palpitan tumultuosamente bajo el sol, un desierto de grandes nenúfares que suspiran son su marco. Más allá, en una floresta la maleza se agita y los árboles hacen ruido, sin que haya viento. En medio de ese clima raro en una roca se lee la palabra «desolación», también se ve un hombre cansado, triste, disgustado con la humanidad y con ganas de estar solo. Pero el hombre temblará en esa soledad, una y otra vez. El demonio maldijo y ese lugar siniestro fue víctima de una espantosa tempestad, lluvia, rayos y viento y el hombre seguía sentado allí. Entonces el demonio se enojó lanzó la maldición del silencio, todo se acalló, cesaron los murmullos, todo se apagó y en la roca se podía leer «silencio». El hombre se puso pálido, no escuchaba nada, se estremeció y huyó a toda carrera. El demonio le cuenta esta fábula a quien escribe el cuento y se rió, pero no pudo hacerlo.

Por tratarse de una fábula resulta más bien extraña. Peor me parece que eso que no puede callarse, que hace un ruido a tronador puede ser una buena metáfora de la pulsión de muerte. Ese hombre que se aleja de los humanos como un representante de la escuela cínica y que vive en su desolación, es maldecido por ese demonio, como lo hace con cualquiera de nosotros nuestro propio superyó, desea acallar lo pulsional hasta que llega a un silencio que ya no soporta, hasta que el real hace su eco más perturbador y huye.

De la desolación, en medio del murmullo permanente, a ese silencio intolerable, ese puede ser el camino que lo empuje a un sujeto que consume drogas, a un intento de rearmarse con otro estilo de vida. Cuando llegue a ese límite, a ese silencio que consiguió con las drogas, donde la cuestión se le torna insoportable y busque otro camino.

Notas

* Lic. en Psicología. Dr. en Psicología Social. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AE 2007-10). Co director del T y A (Toxicomanías y Alcoholismo) y Asesor de ENLACES, departamentos del Instituto Clínico de Buenos Aires. Docente del Instituto Clínico de Bs. As. y el Instituto Oscar Masotta. Profesor Asociado del Departamento y el Master en Psicoanálisis de la Universidad J. F. Kennedy. Autor del libro «El amor es vacío» y numerosos artículos publicados en libros, revistas y periódicos.

  1. Poe, Edgar Allan. Cuentos Completos. Círculos de Lectores. Buenos Aires, 1983.

Fecha: 01/04/2011
Modalidad: Presencial
Lugar: Auditorio de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México/Plantel Centro Histórico

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La violencia enloquecida de nuestros tiempos Consideraciones desde el psicoanálisis de orientación lacaniana

La violencia enloquecida de nuestros tiempos Consideraciones desde el psicoanálisis de orientación lacaniana

Sérgio Laia

 

Viviana Berger: En principio queremos agradecer la hospitalidad de la UACM, que nos abrió las puertas para alojar la conferencia pública que nuestro invitado internacional – Sergio Laia – proveniente de Brasil, ha preparado para compartir con nosotros. Agradecemos al Maestro Antonio Rabasa así como a nuestro colega Amorhak Ornellas por la intermediación en el lazo con la institución.

En segundo lugar, les queremos presentar formalmente a Sergio Laia.

Es Doctor en Letras (Universidad de Minas Gerais) y Magister en Filosofía.

Es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis. Es profesor e Investigador de la Universidad Fundación Mineira de Educación y Cultura (Fumec) e Investigador con Beca de Productividad del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico.

Ha sido Director del Instituto de Psicoanálisis y Salud Mental de Minas Gerais.

Es autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas, y del libro: Metamorfosis de la familia (CIEC, Córdoba, Argentina, 2007).

Además del recorrido analítico y la consistencia de su formación, nos interesó especialmente que Sergio cuenta con una vasta experiencia en el trabajo y supervisión en programas gubernamentales y de organizaciones no gubernamentales, diseñados para atender y trabajar multidisciplinariamente en relación a la reducción de la violencia en la ciudad.

Algunos de uds. ya han leído algo acerca de esto en nuestra página web o a partir de la nota que ha publicado el Diario Reforma en estos días. Sergio ha sido supervisor en un programa que prestaba asistencia a jóvenes relacionados con problemas con el narcotráfico y cuestiones de prostitución. Y también ha trabajado muy intensamente en un programa denominado «Fica Vivo» (la doble acepción de Permanece Vivo y Sé listo!), que ha tenido en Brasil un éxito muy significativo – una reducción de los asesinatos entre jóvenes que pertenecen a pandillas de las favelas, de un 70 %, y que ha sido reconocido por el Banco Mundial y la ONU como un modelo exitoso para intervención en áreas violentas.

Entonces, nuestro interés particular y nuestras expectativas en relación a la experiencia y al saber que ha acumulado Sergio, es en esta ocasión, interrogarlo acerca de cuáles serían los aportes que específicamente puede hacer el psicoanálisis en relación a esta problemática tan acuciante que vivimos en estos tiempos y especialmente, en este momento tan particular de México.

Obviamente, es un tema muy complejo que requiere de cada especialista en su disciplina. Nosotros, en tanto que psicoanalistas, queremos iluminar y transmitir algunos lineamientos psicoanalíticos que puedan sumar herramientas para interpretar – entender desde esta perspectiva -, y abordar esta problemática que «enloquece» en estos tiempos.

En este sentido entonces, nos despierta gran curiosidad cómo sería esto de «la palabra» operando en estas cuestiones. Porque los policías aportan sus métodos, su fuerza, las armas, la investigación, el combate. Pero, evidentemente eso no alcanza. No se trata de combatir la violencia con más violencia. No se sale así de la barbarie. Es un tema que exige un trabajo mancomunado desde los diversos campos: de la ley, de la salud, de lo social, etc.

Recordaba a propósito de esto dos historias:

La historia de los hijos de Pablo Escobar y del Ministro de Justicia, Galán, que se retrata en la película «Los pecados de mi padre», donde los hijos de estos padres, víctimas de la violencia y marcados por las historias de sus padres, asumen una posición propia en relación a sus predeterminaciones familiares, en la búsqueda de un camino orientado por su deseo más que por la venganza, que les posibilite trascender las pasiones, el resentimiento, ir más allá de los dolores, y marcas que cargan por sus historias y orígenes.
Y leía, en contraste,
Un testimonio que Marcola – Marcos Camacho, dirigente de la organización criminal brasileña Primer Comando de la Capital, que les comparto:

«Soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas (…) El diagnóstico era obvio: migración rural, desigualdad de ingresos, villas miseria (…) ¿Qué hicieron? Nada (…) Nosotros sólo éramos visibles en los derrumbes de las villas (…)
Ahora somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de su conciencia social… Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Ustedes nos transformaron en super stars del crimen (…) Ustedes tienen miedo de morir, yo no (…) Nosotros somos hombres-bomba. En las villas miseria hay cien mil hombres-bomba (…) La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama. La muerte para nosotros es la comida diaria, arrojados a una fosa común (…)
(…)
Ustedes, intelectuales, ¿no hablan de lucha de clases, de ser marginal (…)? Entonces ¡llegamos nosotros! (…) No hay más proletarios o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allá afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, desplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Esto es otra lengua. Están frente a una especie de post miseria Y la post miseria genera una nueva cultura asesina.

Una denuncia y un discurso que alega por las miserias y penurias de muchos pero que toman un camino de la violencia y la criminalidad. Fíjense que dice: «Ya surgió un nuevo lenguaje». Yo me pregunto si es un lenguaje, si hay Otro, y de qué Otro se trata, qué consecuencias tiene este Otro tan particular del lenguaje que proponen. Porque el hijo de Pablo Escobar dice en el film: «Yo sabía que si quería vivir tenía que seguir un camino diferente de mi padre». Él hace una elección, y elige vivir. Hay que ver qué posibilidades de elección tienen los que se suman al narcotráfico. Según Marcola, son hombres bomba, que no temen a la muerte.

Me da la impresión que el psicoanálisis puede escuchar esa desesperanza e iluminar sobre otras estrategias, otra Otredad, que pueda alojar estas reacciones con otro destino, introduciendo recursos y una estructura más adecuada para generar condiciones de responsabilidad y una salida para los sujetos que quedan acorralados en las opciones criminales.

Le dejo entonces, la palabra a SL.

 

La violencia enloquecida de nuestros tiemposSérgio Laia: El término violencia no suele aparecer en los escritos y en las clases del Seminario de Lacan, especialmente si consideramos ese término en una perspectiva conceptual. Es decir, podemos encontrarlo en su enseñanza pero sin conferirle un estatuto de concepto psicoanalítico. Lo mismo ocurrió con Freud, aunque haya producido elaboraciones importantes sobre el malestar de la civilización y sobre la guerra. En la misma línea, encontramos a otros psicoanalistas que siguieron a Freud y se ubicaron antes de Lacan, los llamados «post-freudianos», no me parece encontrar entre ellos una conceptualización sobre la violencia, aunque algunos como Anna Freud y Melanie Klein o educadores influenciados por el psicoanálisis como August Aichhorn, han trabajado con niños y jóvenes calificados de «delincuentes», muchos de ellos víctimas de los horrores de la guerra o del abandono de sus familias.[1] Es en este contexto que podemos afirmar que, si hay un término que ganó espesura conceptual en el psicoanálisis y tiene algo que ver con la violencia, es el término «agresividad», que sin duda fue concebido de modos diferentes desde Freud hasta Lacan. Pero «agresividad», en nuestros tiempos, resuena como una palabra todavía muy limitada para leer las proporciones con que la violencia nos invade.

La dimensión enloquecida que ha tomado la violencia en nuestros tiempos y su insistencia nos lleva a incluirla en nuestras elaboraciones conceptuales y a lidiar con ella. La concepción psicoanalítica de la «agresividad» es todavía fructífera, particularmente si la tomamos como Lacan pudo trabajarla.[2] Pero también considero importante darle, si puedo decirlo así, una suerte de upgrade, para que ella pueda servir a nuestros aportes a propósito de la violencia hoy y para que el psicoanálisis no sea despreciado en las estrategias actuales para combatir a la violencia. Se trata, entonces, de utilizar el término «violencia» para hacernos escuchar, sin que esa posibilidad de una participación en el debate contemporáneo sobre la violencia implique la pérdida de nuestros principios y el abandono de nuestros conceptos.

La violencia «insoluble» y «nuestro» insoluble
La violencia enloquecida de nuestros tiempos no se presenta directamente en nuestra práctica en el consultorio. Se nos presenta en tanto psicoanalistas en las convocatorias que nos hace el Otro social. Somos convocados para ayudarlos a enfrentar eso que, bajo la forma de actos violentos, se les impone muchas veces como un «problema insoluble».

No considero una posición sostenible para ningún psicoanalista plantear que el psicoanálisis de orientación lacaniana vaya a solucionar el problema de la violencia del mundo. Pero, al mismo tiempo, el futuro del psicoanálisis no me parece apartado de lo que podamos decir sobre la violencia e incluso de nuestras intervenciones a propósito de los actos violentos.

No es psicoanalítico, si puedo decirlo así, sobre todo en la orientación lacaniana tratar el insoluble como si fuera soluble. Freud, lo sabemos, hizo de un crimen el principio mismo de la cultura – y no fue un crimen cualquiera–, fue un parricidio.[3] Convocado a contestar la cuestión acerca de por qué la guerra, a explicar por qué los hombres suelen matar unos a los otros, Freud desplegó una perspectiva de la guerra como interminable, aunque nombrarla así no es lo mismo que considerarla justificable.[4]

Lacan, a su vez, ubicó la función constituyente de la agresividad en relación con el otro y hacia el final de su enseñanza, no solamente anticipó el progreso de la segregación y del racismo en nuestros tiempos, sino más bien afirmó que la función constituyente del lenguaje para los seres humanos no los aparta de alguna cosa que el lenguaje segrega, es decir, no alcanza con procesar, representar, simbolizar.[5]

Por fin, el psicoanálisis post-freudiano, cuando se propuso extender los espacios de aplicación de los hallazgos clínicos y solucionar problemas generados por la violencia y la segregación, terminó haciendo muchas veces el descubrimiento freudiano de tomar el rumbo de su reverso, es decir, de una normalización que aplasta las diferencias y se impone como válida para todos.[6]

Si la violencia, incluso en su presentación actual como «enloquecida», es ubicada muchas veces como «insoluble» por el Otro social, sostengo que el psicoanálisis de orientación lacaniana puede leer seriamente ese «insoluble». Se trata de inventar una posición que al mismo tiempo podrá responderlo sin desmentir el real que ese «diagnóstico» de «insoluble» me parece resaltar, aunque no siempre del mejor modo. Se trata entonces de bien-decirlo, porque quizás debido al aspecto maldito de la violencia, el diagnóstico sobre su insolubilidad es un mal-dicho, o sea, no logra decir muy bien alguna cosa, no alcanza abordarla precisamente, ni a percatarla de modo riguroso.

Lacan nos enseña que tomar un problema seriamente no es solamente hacerlo con seriedad, sino más bien ponerlo en serie, despejar las cadenas que él pone en marcha o las cadenas de donde proviene. Se trata entonces de lidiar con la insolubilidad de la violencia considerándola como si fuera un precipitado, un resto que no se disolvió ni va a disolverse en esa solución para el malestar llamada «cultura». En este contexto, desde la orientación lacaniana, el tratamiento de la violencia enloquecida de nuestros tiempos es diferente de las propuestas que buscan de modo idealista rescatar a los niños y jóvenes extraviados para el «bueno camino», sea este camino balizado por la religión, la comunidad, el trabajo o la política. Al mismo tiempo, el rumbo que se puede desplegar desde la orientación lacaniana es también diferente para tratar la insolubilidad de la violencia con la fuerza que se propone, por ejemplo, eliminarla de los espacios en que ella se presenta, confinarla simplemente en las prisiones o en las periferias de las ciudades, tomándola como el reverso de lo humano y siempre contestándola con otra violencia que, como lo vemos tantas veces, termina por generar todavía más violencia.

La violencia es cosa humana: por más animalesca y hedionda que sea, sigue siendo humana. Se puede abordar, desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, como un decir extremo, un decir-límite muy involucrado con actos que se imponen cuando las palabras fallan. Aunque es un decir, ocurre delante de un precipicio enmarcado por una ausencia de referencias, que suele abrirse delante de los sujetos tragándolos sin muchas chances de defensa. En este contexto, los actos violentos literalmente se precipitan como si fueran «legítimas defensas». Es muy frecuente que al preguntarle a un joven infractor sobre lo que lo hizo actuar violentamente, él, conteste algo así: «no lo sé, pasó de repente, como si fuera a partir de la nada, ‘me pintó’[7] y cuando lo vi, ya estaba hecho».

Lacan nos ofrece el matema del fantasma para cernir este tipo de apagamiento del sujeto delante de alguna cosa que se le impone: $ <> a. Pero la violencia enloquecida de nuestros tiempos parece exigirnos un giro en ese matema. Es, sin embargo, un giro que no implica su cambio completo, tampoco su abandono. Se trata más bien de un giro que lo aclara, que muestra todavía más lo que está en juego en el fantasma. Lacan incluso ya lo había hecho en su escrito donde conjugó la moralidad de Kant con la perversidad de Sade:[8] a à $ –el sujeto tachado ($) surge en el campo del Otro por una operación donde un sujeto intenta librarse de la barra que enmarca su castración ofreciéndose como un instrumento, un objeto (a) de una voluntad de goce que no deja de serle oscura.

Un acto violento se precipita como un decir-límite, se muestra muchas veces impermeable a una conversación, a una disposición a comprenderlo, a una escucha interesada para descubrir sus motivos. Este tipo de acto, en las circunstancias abordadas en este texto, suele también angustiar mucho al Otro social y se impone cuando el sujeto queda en posición de objeto, reacciona y, porque se involucra a algo enigmático para ese sujeto, la única respuesta presentada para «justificar» su acto violento es lo siguiente: «me pintó».

Frecuentemente los jóvenes infractores no encuentran palabras para describir sus actos y si las encuentran son palabras que suelen repetir escenas de la infracción cometida, que intentan describirlas objetivamente o que buscan, de acuerdo a lo que ellos mismos suponen que el otro quiere escuchar, para ubicarlos como sus verdugos y en sus fantasmas, quedar fijados como instrumentos de un goce que les toma oscuramente sus cuerpos.

Por ello la perspectiva contemporánea de que todo debe ser dicho, de que hablar es siempre bueno y sano o los proyectos socioeducativos actuales de restauración de una «auto-estima» gracias a la práctica de actividades laborales o artísticas, no siempre logran los resultados más interesantes con estos jóvenes, aunque en algunos casos, pueda funcionar para insertarlos en actividades sociales más dignas que la vida criminal.

La violencia enloquecida de nuestros tiempos suele exigirnos una presencia que pueda soportar lo insoportable que en ella se impone y –eso es lo más difícil– que pueda soportarla sin el recurso al sacrificio, a un ideal y a la fuerza. No es simple soportar ese horror y tampoco se puede soportarlo todo el tiempo. Por ello, Lacan, sensible al abismo abierto por el encuentro con un resto insoluble, nos ofrece una doble y paradójica orientación: en su clínica un psicoanalista lidia con «el real imposible de soportar»[9] y, al mismo tiempo, «tiene horror a su acto».[10] Lacan también nos enseña que ese insoportable y ese horror no son enfrentados sin que el analista los descubra, él mismo, en su propia experiencia analítica, en su análisis personal, en los modos en que esa satisfacción pulsional llamada goce le atrapa el cuerpo o en los impases como analizante para separarse de su analista y «devenir psicoanalista de su experiencia misma».[11]

Desde el psicoanálisis de orientación lacaniana se trata entonces de soportar –sin el recurso al sacrificio, al ideal y a la fuerza– lo insoportable y el horror provocados por la violencia, porque no se trata solamente de tomar el acto violento como un decir-límite, sino también desde una posición-límite. Un psicoanalista para Lacan se ubica en una posición-límite porque no se produce sin el encuentro con algo residual, con un resto inasimilable que se despejó en su trabajo como analizante. El sacrificio, el ideal y la fuerza son modos todavía subjetivos para tratar el insoportable. A su vez, el psicoanálisis de orientación lacaniana nos convoca a ir más allá de nuestra posición subjetiva para tratar lo insoportable. En este más allá de su posición subjetiva, se encuentra la posición del analista como objeto a. Se trata, entonces, del mismo objeto provocador de los actos violentos y donde la substancia goce se condensa. Sin embargo, es diferente de las circunstancias donde la violencia se impone como la presencia del Otro oscuro. El recorrido por el análisis personal y por los controles de su clínica le permiten a un psicoanalista encontrar otros tipos de descargas diferentes de la violencia, para lo insoportable del goce condensado en la violencia. Ese recorrido posibilita a un psicoanalista encontrar un estilo singular de lidiar con lo insoportable sin darle la forma del Otro oscuro convocado por los actos violentos.

Subrayo la importancia del análisis personal para que uno pueda hacer frente a lo que se precipita en los actos violentos, también sé que esa vía no será recorrida por todos aquellos que de hecho van a trabajar, por ejemplo, con jóvenes aplastados por sus propios actos violentos. Tampoco sostengo que el trabajo a ser desplegado con eses jóvenes sea necesariamente un tratamiento psicoanalítico. Pero me parece determinante que, en ese tipo de trabajo, haya psicoanalistas para orientarlo más allá de la vía sacrificial, de la perspectiva de los ideales y del uso brutal de la fuerza.

Wesley, el terrible [12]Él se presentaba como la «cabeza» de una pandilla reconocida, no solamente, por sus infracciones sino más bien y paradójicamente por su desorganización, su falta de rumbo y por el hecho de que sus miembros se asesinaran ellos mismos entre sí. Se trataba entonces, de una pandilla muy mirada por las pandillas rivales. Él se hizo fama como «el matador», «el tipo que se dispone a todo». Al mismo tiempo, a este muchacho tan terrible y tan «macho» le gustaba poner a su madre por encima de todo: «madre», solía decir, «es una sola, le debo mi vida y los cuidados, por lo tanto, tengo con ella una deuda impagable y solamente podré pagarla muriendo». Este tipo de declaración resuena en los versos de una canción difundida en el año 2003 por un grupo brasileño de rap, constituido por prisioneros de una cárcel de San Pablo, llamados Detenidos del Rap, que dice así: «Amor es solamente el de la madre, todo el resto no pasa de odio puro». Con sus historias muchas veces reducidas al lazo con la madre, muchos jóvenes van a encontrar en la infracción y en la violencia, perspectivas para buscar una separación que, sin embargo, solamente va a alienarlos todavía más en ese tipo de «cárcel particular» tramada por el dominio materno y la dimisión del padre en la «transmisión de una constitución subjetiva» que los enmarca.[13]

En la historia de Wesley, según sus palabras, el padre vive «borracho y no ayuda nada en la casa». Le restó entonces, la vida criminal como un modo de vivir y todavía de cuidar a la madre enferma que durante tanto tiempo le ha dedicado sus cuidados. A su vez, la madre lo reconoce de una manera muy peculiar, Wesley tiene por delante siete procesos judiciales a los que debe responder relacionados con la portación ilegal de armas, asaltos y la sospecha de homicidio. Frente a esta situación su madre lo defiende como si fuera inocente mientras que, en su vida cotidiana con el hijo, no confía en sus palabras, no le cree.

Tras empezar a frecuentar un taller del Programa «¡Fica Vivo!»,[14] Wesley es detenido por la policía. Siendo menor de edad, va a ser trasladado a un «Centro de Internación Provisoria» (CEIP), según la recomendación de una Jueza, para que siga una medida judicial de protección socioeducativa caracterizada por un «régimen semicerrado». Así Wesley es privado parcialmente de su libertad, es internado en una institución socioeducativa pero, le es permitido desarrollar algunas actividades educativas y laborales afuera de ese establecimiento. Aunque atrapado por ese régimen, logrará todavía huir algunas veces de donde lo debía cumplir y llegará incluso a actuar en nuevos homicidios. Tras la primera de esas huidas, el coordinador del taller donde Wesley estaba inscripto antes de encontrarse en el régimen semicerrado de libertad le informa que un profesional del Programa ¡Fica Vivo! empezará a acompañar su caso en la Justicia. A su vez, este joven a modo de intervención, le dice que: solamente cuando mate tres personas más, se quedará tranquilo, incluso cuando la policía pudiera matarlo. Se ve la decisión de este joven: para pagar su deuda con la madre entrega a sus «verdugos» la libra de carne que toma la forma de su propio cuerpo. Al mismo tiempo, dice que le gusta saber que en el ¡Fica Vivo! se interesan por su caso, le encanta que alguien pudiera interesarse por su muerte, sirviéndole como una suerte de «testigo ocular» de su desgracia.

Atrapado una vez más por el régimen semicerrado, Wesley –aunque siempre dispuesto a huir y a burlarse de la Justicia como un modo paradojal de hacerse mirar y escuchar– decide pedir al profesional del ¡Fica Vivo! permiso para escribirle una carta a la jueza que se encargaba de su caso. No le gustaba quedarse en ese régimen y vislumbraba que, si pudiera cambiar eso, quizás daría otro rumbo a su vida. Pide que esa carta fuera escrita diciéndo: «una palabra cambia todo».

Aunque sea sorprendente escuchar algo así de un joven como Wesley y aunque el profesional se dispusiera a encaminar tal carta a la jueza, él no logra esperar por la respuesta. Su urgencia subjetiva no le confiere lugar a la espera por la palabra que parece empezar a buscar. Una vez más, va a huir para, otra vez, terminar atrapado por la policía.

En su regreso a la institución destinada al régimen semicerrado, Wesley va a decir lo siguiente al profesional del !Fica Vivo!: «Si yo quisiera huir, lo haré, no me importa en qué lugar me encuentre». Pero esta vez, él recibe de ese mismo profesional una respuesta que lo ubica más allá de los ideales de la justicia y de la compulsión a la transgresión, más allá del sacrificio del sujeto, de los ideales del aparato judicial y de la fuerza de la policía. Lo veremos, al final de este párrafo, que se trata de una respuesta donde se puede encontrar una suerte de rasgo psicoanalítico, un estilo lacaniano de intervención porque convoca a la responsabilidad de un sujeto delante de su propio modo de gozar. De hecho, en sus actos violentos, Wesley dispone su cuerpo en un trayecto donde Freud y Lacan nos muestran la presencia de una satisfacción pulsional como acéfala, es decir, la presencia de un goce que no toma en cuenta esa «cabeza» que un sujeto pudiera ser con respeto a lo que él hace aunque sin saberlo conscientemente. Por ello, Wesley no se ubica exactamente como un sujeto de sus actos violentos y los logra ubicar solamente en esa oscuridad de la frase «me pintó». En el montaje pulsional de su economía libidinal, él va a surgir muchas veces de un modo aplastado como si no estuviera allí, como si no tuviera nada que ver con su modo de goce. Igual que ocurre en su «función» como «cabeza» de una pandilla que, de hecho, es terriblemente desorganizada en ese contexto, sin «cabeza», sin uno que pudiera darle un rumbo. Frente al impulso y a la insistente decisión transgresora de Wesley a huir, el profesional del ¡Fica Vivo! le contesta lo siguiente: «La cuestión no es huir o no huir, sino quedarse o no, te toca a ti la palabra final».

Con esa intervención, se intenta abordar el insoportable que toma el cuerpo de Wesley sin simplemente intentar aplastar o, al contrario, destacar todavía más lo terrible que se impone a su vida, es decir, sin hacer concesiones a ese joven porque él, por ejemplo, seria alguien que no ha tenido mucha suerte en la vida o sin imponerle todavía más violencia. Por lo tanto, diferente de lo que muchas veces suele ocurrir en los medios jurídicos y sobre todo en la acción de la policía, se trata de una intervención que no busca desmentir el real insoportable que toma el cuerpo de Wesley y lo impulsa a actuar. Se sabe que ese sujeto fue abandonado por un padre que se apartó de la vía del acto tomado por un bien-decir y no ofreció a su hijo muchos puntos cardinales en esa vía. Se nota la falla de esa transmisión del padre porque, según Wesley, su padre vive «borracho» y «sin hacer nada»: el modo como ese padre elige el objeto oral en la adición alcohólica y su descompromiso con el hacer lo aparta de una presencia como una suerte de vector de la conyugación del deseo y de la ley en la vida de Wesley porque, tomado por su vicio y su inacción, él no logra dedicarse a su mujer, ni al modo como ella encarna el «deseo de la madre» delante Wesley, su hijo.

En tales circunstancias, como pude también constatar en una investigación pautada en 101 casos inscriptos en el Programa de Protección a los Niños y Adolescentes Amenazados de Muerte (PPCAAM),[15] un sujeto puede hacerse prisionero del «amor materno» para defenderse de lo que se le presenta como «odio puro». En esa elección forzada entre el «dominio materno» y el «odio puro», se arma la operación de alienación donde muchos jóvenes infractores gravemente involucrados con la violencia urbana buscan subjetivarse. Se trata de una alienación porque esas dos alternativas son de hecho las dos caras de una misma moneda: el pago de la deuda a la madre no se hace muchas veces sin la muerte del hijo y esa muerte, según Lacan ya nos enseñaba en 1938, es el retorno a la «imago materna» corporificada, por ejemplo, en la tierra que «acoge» los muertos[16] –en ese retorno, se nota cuanto del «amor materno» no se encuentra siempre tan lejos de lo que se impone como «odio puro». Así, no es tampoco sin razón que la vía criminal adoptada por estos jóvenes suele operar como una suerte de separación salvaje y, por supuesto, malograda, del «dominio materno»: con sus libertades protegidas por la Justicia, semicerrados en instituciones sociopedagógicas o completamente involucrados en sus pandillas, ellos intentan alejarse de sus madres pagándoles –con los «saldos» de los actos infractores– la «deuda» que les hicieron perseverar en la precaria existencia de sus constituciones subjetivas, pero al mismo tiempo provocan el «odio puro» con los actos terribles que practican y, en muchas circunstancias, son solamente sus madres que suelen aparecer como partenaires de los recursos educativos y socio-judiciales que buscan sacarlos de la vida criminal.

Aplastado terriblemente en su constitución subjetiva a punto de ubicarse más bien como si fuera solamente un objeto, sin poder contar mucho con la transmisión de recursos para lidiar con esa causalidad de lo real nombrada por él como «me pintó», Wesley va a recurrir, igual que muchos otros jóvenes infractores tomados por actos violentos, a un modo paradójico de hacerse sujeto imponiéndose, no sin silenciosamente dividirse y angustiarse, como «el terrible». En este contexto se le ofrece a Wesley otra versión del amor al mismo tiempo diferente del «amor materno» y del «odio puro», pero que no pueda ser menos terrible. Esa «terribilidad», si puedo decirlo así, es el modo de presentarse con una palabra que involucra su modo de goce. Le dice entonces, el profesional del ¡Fica Vivo!, quizás todavía más terrible que la célebre sentencia de Hamlet, «la cuestión no es huir o no huir, sino quedarse o no, te toca a ti la palabra final».

Wesley, el padre
Tras presentar a Wesley la responsabilidad terrible involucrada en la dimensión del acto, el profesional del ¡Fica Vivo! le indica también que si llegara a echarlo de menos, sabe donde encontrarlo. Tres semanas más tarde, la madre de Wesley busca al profesional a pedido de su hijo diciéndole: «Él quiere que usted lo saque de donde se encuentra». En el momento en que se retoma el contacto, Wesley comenta que, en breve, será padre. Pero también sostiene que no le interesa que su hijo sea cuidado por la chica que es la madre porque ya no tiene ningún lazo con ella. Manifiesta su decisión de quedarse con el niño tras su nacimiento y no dejar jamás que la madre lo vea. Encontramos en esta «decisión» otro modo de postergar su separación del dominio materno, una vez que pasa a vislumbrarse como si pudiera sustituir integralmente, como padre, la función de una madre delante de su recién-nacido. Más allá de esa apreciación, me parece todavía posible indicar la extensión del dominio materno en esa «decisión» de Wesley porque, en otras circunstancias similares, muchos jóvenes que se tornan padres y dispensan a las madres del cuidado de sus hijos terminan entregándolos al cuidado de las abuelas.

Una nueva intervención del profesional se presenta en dos tiempos: primero, pregunta a Wesley si va hacer del hijo un fugitivo igual que el padre. En los términos lacanianos de la «Nota sobre el niño»,[17] esa pregunta me parece sostener lo siguiente: «lo que quieres transmitir al hijo ¿es la huida?» En seguida, le dice también: «Lo importante no es deshacerse de la madre, pero sí ubicarla en su lugar, porque usted sabe muy bien no solamente lo que es una vida enmarcada por el huir sino también cómo una madre sin el padre, suele ser un riesgo para un niño».

Lamentablemente, no sabemos los efectos que esta intervención en dos tiempos tuvo sobre el probable ejercicio de la paternidad de Wesley. Sin embargo, al permitirse evocar su futura posición como padre, este joven me parece que no solamente demuestra más confianza en el profesional que lo escuchaba sino que, además, pudo hablar de temas en los cuales él padecía mucho más como sujeto sin aplastarse o dejarse aplastar y no estaba tan aplastado como si fuera un objeto. Cernir, entonces, la posición subjetiva de un sujeto que se encontraba oscurecido por la presencia del objeto me parece que es una orientación desde la enseñanza de Lacan para el trabajo con jóvenes infractores impulsados a actos violentos en los que ellos, de modo malogrado, intentan acceder a una separación frente a la dimisión del padre y al dominio materno que enmarca su constitución subjetiva.

¿Un cambio o simplemente todo cambia para volver al mismo lugar?
El profesional logra trasladar a Wesley a otra institución. Cuando ya se encontraba allí, una «guerra» explotó en la favela donde vivía Wesley, una «guerra» entre una pandilla y la suya. Nuevamente, se ve impulsado a huir y se lo comunica al profesional. Se ubica como el único que podría resolver este conflicto terrible. Tras preguntarle si él era de hecho el único capaz de resolver algo así y confrontado, una vez más, con el impulso de Wesley a la huida, ese profesional le presenta otra intervención terrible: «Usted sabe que puede huir siempre que quiera, ese no es su problema, la verdadera salida es buscar por qué usted no desea quedarse».

Wesley insiste todavía, con el argumento de que es peligroso quedarse allí porque sus enemigos saben donde él se encuentra. El profesional lo escucha sin intervenir y tampoco menciona, en la nueva institución, esta nueva amenaza de Wesley. La «guerra» se vuelve todavía más intensa y la pandilla de Wesley llega a proponerle un plan para sacarlo de donde estaba semiencerrado. Nuevamente el joven decide pedirle a la madre que vaya a buscar al profesional. Ella lo hace como mensajera de las siguientes palabras de su hijo: «Él no quiere más vivir huyendo».

Según me informó recientemente, contestándome un mensaje electrónico, Bernardo Mecherif Carneiro,[18] la elección de Wesley por no huir se sostuvo, aunque no podamos considerar que él vaya efectivamente a cumplir el régimen semicerrado hasta el final. No hubo una conclusión efectiva de la medida socio-educativa, pero no exactamente por una decisión de Wesley. Fue más bien la jueza responsable de su caso quien lo consideró un «caso insoluble» y prefirió, entonces, liberarlo del régimen donde lo había puesto. Se sabe que en libertad, volvió a su pandilla pero dejó de ser la «cabeza», que de hecho no lograba definirle un rumbo que lo proteja, para asumir, desde entonces, una función de liderazgo en el tráfico de drogas que ya practicaba.

¿Se puede decir que el pasaje de Wesley por el régimen semicerrado y su confrontación con las intervenciones del profesional produjeron lo que Lacan nombró como una «canallada»? En el Seminario 17, el pesado término «canallada» va a designar la operación por la cual «uno quiere ser el Otro […] el gran Otro de alguien, allí donde se esbozan las figuras donde su deseo será captado».[19] Sin duda, ser el jefe de una pandilla, sobre todo de un modo más organizado de lo que ocurría antes en el caso de Wesley, es una vía para presentarse como si fuera el gran Otro. Se sabe, incluso por investigaciones provenientes del campo de la sociología y no solamente desde experiencias de la acción lacaniana junto a jóvenes involucrados con el tráfico de drogas, que los líderes de las pandillas tomadas por este tipo ilegal de mercado suelen aparecer como «modelos de identidad» para muchos niños y adolescentes perdidos en la búsqueda de un rumbo para sus vidas, deseos y cuerpos, trastornados por la precariedad de la transmisión subjetiva recibida desde sus familias.[20] En ese contexto, Wesley quizás tendrá salida del aplastamiento de su ubicación subjetiva, es decir, de su posición de objeto para entonces imponerse como el Otro, el líder que se hace deseable para aquellos que se encuentran zambullidos en su dominio.

Pero el cambio de estar en posición de objeto hacia el lugar del Otro encarnado no es exactamente un cambio. Parafraseando la fórmula de Lampedusa,[21] se trata de un cambio que hace volver todo al mismo lugar de siempre porque, de hecho, el dominio de la madre no se impone sin que ella haga el Otro para su hijo capturándole el deseo. Por ello, aunque el lugar de Wesley como un jefe de pandilla diferente del que ya lo había sido lo ubique en una posición probablemente más viril, él sigue prisionero del «dominio de la madre». Su nuevo lugar de Otro no está tan lejos así del lugar de la madre.

Sin embargo, el pasaje por el «!Fica Vivo!» donde pudo ubicar algo de su posición subjetiva no me pareció dirigirlo exactamente rumbo a la probable canallada donde terminó involucrado. Sin duda, habría que sostener más aún el proceso de búsqueda por su posición subjetiva emprendido desde algunas intervenciones del profesional de ese proyecto: para un sujeto tan aplastado por sus actos, le hizo falta ubicar mejor su relación al modo de respuesta «me pintó». Quizás también su destino hubiera sido todavía diferente si no hubiera tenido que confrontarse con la decisión de la jueza de desistir de su caso…

Si la autoridad judicial no deja de ser para muchos jóvenes zambullidos en actos violentos, un recurso frente a la dimisión experimentada por parte de sus padres, el acto de la jueza de desistir de su caso pudo evocarle el abandono del padre. En esa repetición de lo que pudiera ofrecerle algunos parámetros para sus actos, Wesley recurre a ese modo malogrado de separación por la vía de la transgresión violenta. El hecho de seguir en esa vía probablemente de modo más organizado no le torna menos prisionero de una cárcel todavía más terrible. Se trata de una cárcel sin duda mucho más dominada por la figura de ese «amo absoluto» llamado Muerte, en la cual Lacan nos enseñó a detectar los rasgos terribles de esa máscara que la experiencia psicoanalítica encuentra muchas veces bajo algunas formas de la «imago materna».

Notas

* Doctor en Letras (Universidad de Minas Gerais) y Magister en Filosofía. Psicoanalista, AME de la EBP (Escuela Brasileña de Psicoanálisis) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis). Profesor e Investigador de la Universidad Fundación Mineira de Educación y Cultura (Fumec) e Investigador con Beca de Productividad del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPQ). Ex Director del Instituto de Psicoanálisis y Salud Mental de Minas Gerais. Autor de múltiples artículos difundidos en diferentes medios, de diferentes lenguas, y del libro: Metamorfosis de la familia (CIEC, Córdoba, Argentina, 2007).

** Este texto se vale de una investigación, emprendida en 2008 y 2009, con el apoyo de la Fundación de Investigación del Estado de Minas Gerais (FAPEMIG) y del Programa de Investigación e Iniciación Científica (ProPIC) de la Universidad FUMEC (Fundación de Educación y Cultura del Estado de Minas Gerais). De hecho, es también el resultado de dos ponencias, realizadas el 25 de febrero y el 13 de julio de 2011, gracias a las invitaciones realizadas, respectivamente, por la Delegación de la Ciudad de México de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL-México) y por la Maestría de Psicoanálisis sostenida por el Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA) en la Universidad Nacional de San Martín. Así, al mismo tiempo se retoma ahora lo que fue investigado, lo que fue presentado en esas dos ponencias y se aprovecha lo que fue entonces discutido para dar lugar a un texto con algunas diferencias en relación a sus dos versiones orales hechas en la Ciudad de México y en Buenos Aires. Se trata, todavía, de una oportunidad no solamente para, una vez más, agradecer las dos invitaciones, sino también reconocer lo que ellas permitieron avanzar la investigación propuesta en este texto. En la Ciudad de México, se buscó desarrollar un tema importante para nuestra actualidad y que pudiera interesar a un público constituido no solamente por psicoanalistas que se hace presente en las actividades que la NEL-México organiza con el apoyo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en el ámbito del Diplomado «Cultura, Derecho y Psicoanálisis: desde las perspectiva de los movimientos Sociales del Siglo XXI». La ponencia en México contó con una interesante presentación inicial sostenida por Viviana Berger, focalizada en una lectura sobre la violencia urbana desde el psicoanálisis de orientación lacaniana y se desarrolló con un foco en el psicoanálisis en extensión, pero no sin considerar la experiencia psicoanalítica proveniente de la clínica. En Buenos Aires, el punto de partida fue el curso de Adela Fryd sobre los «niños amos», expresión en la cual esa psicoanalista subraya el dominio que, particularmente en nuestra actualidad, los niños ejercen en sus familias y que es una suerte de efecto de la fragilidad de la función paterna y de la presencia avasalladora de la madre en las familias; por lo tanto, en el contexto porteño, se destacó la presencia de los «niños amos» en situaciones caracterizadas por la violencia urbana, aunque esas situaciones sean socialmente y económicamente muy diferentes de los ejemplos clínico-psicoanalíticos trabajados por Adela Fryd, se nota que ellas también pueden ser abordadas desde lo que la investigación científica emprendida en los años 2008-2009 llamó «dimisión del padre» y «dominio materno».

  1. Para Anna Freud, es interesante consultar sus consideraciones sobre «el mentir» y «el robar», así como sus elaboraciones sobre los temas «Insociabilidad, delincuencia, criminalidad como categorías diagnóstica de la infancia», «Deficiencias de la socialización» y «Transición de los estándares familiares a los estándares comunitarios», Freud, A., Infância normal e patológica (1965), Zahar Editores, Río de Janeiro, 1976, pp. 102-105, 147-162. Para una perspectiva histórico-crítica de la «educación psicoanalítica» pretendida por Anna Freud: Houssier,, F.,  Anna Freud et son école: creativité et controverses, Campagne Première/Un Parcours, París, 2010; Lacadée, P., Anna Freud et son école: une histoire mouvementée, La Cause freudienne 76, París,  2010, pp. 232-233. De Melanie Klein, mis referencias son los artículos «Tendencias criminales en niños normales» (1927) y «Sobre la criminalidad» (1934), que se puede encontrar en: Klein, M., The writings of Melanie Klein, The Hogarth Press, Londres, 1975. Finalmente, para la experiencia pedagógica de Aichhorn iluminada desde el psicoanálisis freudiano, hay el libro: Aichhorn, A., Jeunes en souffrance (1925), Les Éditions du Champ social, París, 2000.
  2. Para la concepción lacaniana de la «agresividad», se puede citar, entre muchas referencias, especialmente: Lacan, J., L’agressivité en psychanalyse (1948), Écrits, Seuil, París, 1966, pp. 101-124. No menos importantes para el tema desarrollado en este texto son: Lacan, J., Introduction théorique aux fonctions de la psychanalyse en criminologie (1951), Écrits, Seuil, París, 1966, pp. 125-150; Lacan, J., Premisses à tout dévelopement possible de la criminologie (1950), Autres écrits, Seuil, París, 2001, pp. 121-126.
  3. Freud, S., Totem e tabu (1913), Edição Standard Brasileira das Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XIII, Imago, Río de Janeiro, 1976, pp. 13-192.
  4. Freud, S., ¿Por qué la guerra?(1933), Edição Standard Brasileira das Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XXII, Imago, Río de Janeiro, 1976, pp. 245-259.
  5. Para la función constituyente de la agresividad en la relación con el otro, consultar los escritos de Lacan citados más arriba, en la nota 2, dedicada a ese término. A propósito de las consideraciones más tardías de Lacan sobre el lenguaje, la segregación y el racismo, hay elaboraciones importantes en «Alocución sobre las psicosis del niño» (1967), «Radiofonía» (1970), «Televisión» (1974), Lacan, J., Autres écrits, Seuil, París, 2001, pp. 361-372, 403-448 y 509-546.
  6. Laia, S., «El psicoanálisis aplicado a la terapéutica y la política del psicoanálisis hoy», V Jornadas de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL): El reverso de la vida contemporánea: clínica y política del psicoanálisis,  NEL-Lima, Lima, 2009, pp. 85-100.
  7. Expresión adolescente que se usa en Argentina para aludir al fue así, no hay explicación.
  8. Lacan, J., Kant avec Sade (1963), Écrits, Seuil, París, 1966, pp. 765-790.
  9. Lacan, J., Ouverture de la Section Clinique (1977), Ornicar? Bulletin périodique du Champ Freudien 9, avril 1977, p. 11.
  10. Lacan, J., Lettre au Journal Le Monde (1980), Annuaire et textes statutaires, École de la Cause freudienne, París, 1982.
  11. Lacan, J., Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l’École (1967), Autres écrits, Seuil, París, 2001, p. 243.
  12. Al largo de esta parte de texto y todavía más allá, cuando dichos del joven Wesley o intervenciones relacionadas a su caso son citados, estaré siguiendo un trabajo presentado el 3 de agosto de 2007 en el XV Encuentro Internacional del Campo Freudiano y III Encuentro Americano, por Bernardo Carneiro Micherif (relator), Ana Lydia Santiago, Bruna Albuquerque, Elaine Maciel y Marina Colares. Ese doble Encuentro ocurrió en Belo Horizonte del 3 al 5 de agosto de 2007. El título de ese trabajo,  que no fue publicado, es: «Libertad, aunque tardía o de la violencia al tratamiento de la deuda a la madre».
  13. Para la noción de «transmisión de una constitución subjetiva» me vallo de: LACAN, Jacques. Note sur l’enfant (1969). In: Autres écrits. Paris: Seuil, 2001, p. 373-374.
  14. ¡Fica Vivo! es un proyecto sostenido por la Secretaria de Estado de la Defensa Social del Estado de Minas Gerais, destinado al controle de homicidios en sitios urbanos donde hay un elevado índice de criminalidad. Su nombre significa «!Permaneced vivo!» y convoca a los jóvenes involucrados con la violencia urbana a no se dejaren atrapar por las soluciones mortíferas de la vida criminal, pero también se vale del uso que ellos hacen del término «vivo» para calificar uno que no hace tonterías y que es «avispado», «despierto». Ese proyecto, entre otros recursos, cuenta con talleres, coordinados por personas provenientes de eses sitios y que ya tienen las habilidades que se pretende desarrollar en eses talleres. Al mismo tiempo, está articulado a profesionales vinculados a los campos del Derecho, de la Educación, de la Psicología y de la Sociología. El recorrido de este proyecto ha recibido todavía muchos aportes de psicoanalistas de la orientación lacaniana y varios profesionales que allí trabajan siguen las actividades promovidas, en Belo Horizonte, por la Sección Minas Gerais de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis (EBP-MG) y por el Instituto de Psicoanálisis y Salud Mental de Minas Gerais (IPSM-MG). Para un breve recorrido en las propuestas de este interesante proyecto: FARIA, Ludimilla Féres. Uma política de transmissão a céu aberto. Curinga, revista da Seção Minas Gerais da Escola Brasileira de Psicanálise, n. 22, junho de 2006, p. 183-187.
  15. Se trata de la investigación «La dimisión del padre y el dominio materno: incidencias sobre la violencia urbana», ya evocada en la nota introductoria de este texto. Ella se desarrolló en los años 2008 y 2009 y, en su parte empírica, contó con los casos inscriptos en el PPCAAM, proyecto sostenido por la Secretaria de la Defensa Social del Estado de Minas Gerais. El recogimiento de los datos sobre eses casos fue hecho por Marco Antônio  Cunha Oliveira y Rosemary Maria Silveira Costa que, entonces, eran estudiantes de Psicología otorgados, abajo mi coordinación, con becas, respectivamente, de la Fundación de Apoyo a la Investigación en el Estado de Minas Gerais (FAPEMIG) y del Programa de Investigación y Iniciación Científica (ProPIC) de la Universidad FUMEC (Fundación de Educación y Cultura del Estado de Minas Gerais).
  16. La articulación entre la muerte y el retorno a la imago materna es preciosamente abordado en las consideraciones lacanianas sobre el «complejo del destete»: LACAN, Jacques. Les complexes familaux dans la formation de l’individu (1938). In: Autres écrits. Paris: Seuil, 2001, p. 30-36.
  17. LACAN, Jacques. Note sur l’enfant (1969). In: Autres écrits. Paris: Seuil, 2001, p. 373-374.
  18. Bernardo Mecherif Carneiro, relator del trabajo donde he podido extraer el caso de Wesley, fue también el profesional del «!Fica Vivo!» que acompañó entonces ese joven. Gentilmente, él me presentó, en un mensaje electrónico el 29 de junio de 2011, algunos datos sobre el destino de Wesley. Lo agradezco por esa gentileza.
  19. LACAN, Jacques. Le séminaire. Livre XVIII: l’envers de la psychanalyse (1969-1970). Paris: Seuil, 1991, p. 68.
  20. Desde la sociología: ZALUAR, Alba. Nem líderes, nem heróis. In: ZALUAR, Alba (org.). Violência e educação. São Paulo: Cortez Editora, 1992, p. 19-35; ZALUAR, Alba. Teleguiados e chefes: juventude e crime. In: RIZZINI… [et allí]. A criança no Brasil hoje: desafíos para o terceiro milenio. Rio de Janeiro: Editora Universitária Santa Úrsula, 1993, p. 191-212. Para las experiencias de la acción lacaniana junto a jóvenes involucrados en actos violentos, más allá de los datos obtenidos en la ya mencionada investigación «La dimisión del padre y el dominio materno: incidencias sobre la violencia urbana», cito la tesis doctoral de Christiane da Mota Zeitoune, dirigida por Tania Coelho dos Santos: A clínica psicanalítica do ato infracional: os impasses da sexuação na adolescência. Tese do Programa de Pós-Graduação em Psicanálise. Rio de Janeiro: Instituto de Psicologia da Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), 2010.
  21. LAMPEDUSA, Giuseppe Tomasi Di. O gattopardo (1955). Rio de Janeiro: Record, 2000. La frase literal de esa novela, pronunciada por Falconeri es la siguiente: «si vogliamo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi» («si queremos que todo permanezca como está, es necesario que todo se cambia»).

Fecha: 26/02/2011
Modalidad: Presencial
Lugar: Auditorio de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México/Plantel Centro Histórico

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2011 Archivo Noches de Escuela

Hacia el Congreso de la AMP: El orden simbólico en el siglo XXI

Hacia el Congreso de la AMP: El orden simbólico en el siglo XXI

Participan: Marcela Almanza y Elaine Cossío

El tema del próximo Congreso de la AMP, para abril de 2012: El orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. ¿Que consecuencias para la cura? será la invitación para reunirnos sistemáticamente durante las Noches de Escuela.

Las identificaciones, los semblantes, las articulaciones simbólicas que se tejen ante el hueco de lo real y que conforman el orden simbólico actual, no parecen tener ya la misma consistencia de antaño, cuando cierto arraigo en la autoridad y la fortaleza de los ideales sostenían el mundo… Asistimos a tal debilitamiento paulatino y, ¿cómo puede el psicoanálisis denunciar esto sin cuestionarse además las consecuencias que se derivan entonces en la clínica?

Durante estos encuentros, que serán nuestras actividades preparatorias para el VIII Congreso de la AMP, con doble filo deberá debatirse esta denuncia acerca del orden simbólico actual y sus argumentaciones, así también como la posición del analista, la clínica y las nuevas formas del síntoma, el psicoanálisis en este contexto … ¿qué devenir pues, para aquella práctica que apunta sin cesar hacia lo real del goce?

El analista sabe de la ligereza de los semblantes…y también del peso que tienen los balbuceos de lo real de la lengua.

El martes 29 de noviembre, abordaremos la temática de la Psicosis desde la perspectiva del psicoanálisis: como aquélla praxis «que no es como las demás» y que, excluyendo la noción de «éxito», hace del «fallar» su fundamento.

Esta idea es la que argumenta L. Gorostiza en su texto «Resonancias de una fantasía» La invención de la práctica lacaniana* y que nos servirá de hilo conductor para conversar en torno al tema.

Fecha: 29/11/2011
Horario: 19:30 Hrs
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL Ciudad de México

 

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2011 Archivo Noches de Escuela

El orden simbólico en el siglo XXI

Hacia el Congreso de la AMP: El orden simbólico en el siglo XXI

Conversan: Elaine Cossío y Beatriz Méndez

El tema del próximo Congreso de la AMP, para abril de 2012: El orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. ¿Que consecuencias para la cura? será la invitación para reunirnos sistemáticamente en este nuevo espacio que se inaugura en la NEL-Delegación México DF, las Noches de Escuela.

Las identificaciones, los semblantes, las articulaciones simbólicas que se tejen ante el hueco de lo real y que conforman el orden simbólico actual, no parecen tener ya la misma consistencia de antaño, cuando cierto arraigo en la autoridad y la fortaleza de los ideales sostenían el mundo… Asistimos a tal debilitamiento paulatino y, ¿cómo puede el psicoanálisis denunciar esto sin cuestionarse además las consecuencias que se derivan entonces en la clínica?

Durante estos encuentros, que serán nuestras actividades preparatorias para el VIII Congreso de la AMP, con doble filo deberá debatirse esta denuncia acerca del orden simbólico actual y sus argumentaciones, así también como la posición del analista, la clínica y las nuevas formas del síntoma, el psicoanálisis en este contexto … ¿qué devenir pues, para aquella práctica que apunta sin cesar hacia lo real del goce?

El analista sabe de la ligereza de los semblantes…y también del peso que tienen los balbuceos de lo real de la lengua. Para esta primera Noche de Escuela, del Martes 25 de octubre, analizaremos los textosConferencia en Comandatuba, Una fantasía, de Jacques Alain Miller*; y El orden simbólico en el siglo XXI, de Eric Laurent**.

Fecha: 25/10/2011
Horario: 19:30 Hrs
Modalidad: Presencial
Lugar: Sede NEL Ciudad de México